Durante toda la temporada hemos recurrido continuamente a un sinfín de excusas que justificasen los continuados fracasos del F.C.Barcelona a lo largo de la campaña. Primero el cansancio tras el Mundial, después una mala pretemporada, las lesiones, el “caso” Eto’o…meras excusas para autoconvencernos y no querer afrontar una realidad palpable: el equipo que deslumbró la temporada anterior se estaba acabando, porque seamos justos, el nivel ofrecido la pasada temporada fue espectacular tanto por los resultados como por el juego desplegado, y supuso un soplo de esperanza para un fútbol que venía de las victorias de equipos toscos y, si se me permite la expresión, aburridos como el Porto de Mourinho, el Liverpool de Rafa Benítez o la selección Griega que se coronó en la Eurocopa de Portugal dando una lección en la preparación de los partidos pero ofreciendo un fútbol muy pobre.
El Barça del año pasado alcanzó la cima. Conquistó su segunda liga consecutiva sin despeinarse y logró alzarse con la segunda Champions de su historia. Fue reconocido con unanimidad como el mejor, y así lo confirmó la FIFA otorgando los premios individuales de la pasada Champions a la columna vertebral culé, es decir, Puyol, Deco, Ronaldinho y Eto’o. En verano llegaron tres refuerzos de auténtico lujo (más adelante hablaremos de su rendimiento) conservando además, todas las piezas importantes del equipo, configurando así, la mejor plantilla del fútbol moderno. Este equipo estaba obligado a pelear por todos los títulos en juego, pero a la hora de la verdad, uno tras otro se han ido escapando, y la esperanza en la consecución del próximo escondía el fracaso del que se acababa de perder.
Los culpables principales, no nos engañemos, son los jugadores. Se han visto en la cima y se han relajado. Misteriosas gastroenteritis, sesiones sospechosas en el gimnasio, retrasos en la reincorporación tras el parón navideño…las palabras de Eto’o en Vilafranca, pese a censurables tanto en las formas como en el contexto, esconden una gran verdad: este equipo no entrena como antes. Individualmente la calidad de la plantilla es impresionante, jugadores como Deco, Eto’o, Ronaldinho, Messi, Iniesta…serian la estrella absoluta en prácticamente cualquier club del mundo, pero en el rendimiento colectivo el equipo no es competitivo. Para serlo no basta con ser mejores, se necesita darlo todo y querer demostrarlo sobre el campo. Los entrenamientos (como comentamos en uno de los post sobre la planificación de la próxima temporada en que nos centrábamos en la competencia interna) deben tener una intensidad superior, si cabe, a los partidos. Los delanteros deben sufrir más en los partidillos frente a sus compañeros que ante cualquier defensa de la liga, cada entrenamiento debe servir para ganarse un puesto en el once en el que nadie puede tener su plaza asegurada. Por esto la confección de la plantilla era maravillosa, no para suplir eventuales lesiones o sanciones (para eso no hace falta contratar a un campeón del mundo como Thuram) sino para fomentar la competencia y que los centrales titulares (en principio eran Puyol y Márquez) sepan que si bajan su entrega en los entrenamientos, no es Rodri la alternativa, sino Lilian Thuram, o Zambrotta y no Gabri en los laterales. Observar el rendimiento de las nuevas incorporaciones es darse cuenta del bajo nivel de los entrenamientos del F.C.Barcelona. Los tres han reconocido que en sus anteriores equipos entrenaban infinitamente más, lo que no solo repercute en su condición física (comparar al Gudjhonsen rápido, fuerte y potente del Chelsea con el Gudjhonsen lento, torpe y desubicado actual, es entre cómico y triste) sino que también ha dificultado su adaptación al equipo y la asimilación de automatismos.
En este punto es donde ha fallado el cuerpo técnico. Los culpables son los jugadores, pero el cuerpo técnico ha contribuido decisivamente a que lo sean. Rijkaard, consciente del excelente nivel de su plantilla optó por las rotaciones, pero realizando cambios aleatorios que siempre afectaban a los mismos hombres y que no premiaban ni penalizaban el esfuerzo en las sesiones preparatorias. Algunos jugadores han visto que su participación en el once no peligraba pese a sus méritos para sentarse en el banquillo un par de partidos, otros en cambio, no veían recompensado su trabajo en los entrenamientos y debían conformarse con una plaza en el banquillo (en el mejor de los casos) viendo como compañeros que apenas habían entrenado durante la semana, salían como titulares. La falta de valentía de Frank para sentar a determinados jugadores en el banquillo llegó hasta el punto de sacarse de la chistera un nuevo sistema de juego para esquivar la decisión de sentar en el banquillo a Iniesta o Xavi, de manera que el equipo pasó a jugar con ambos (más Deco) en un 3-4-3 de nefastos resultados para el equipo. Rijkaard ha demostrado sobradamente ser un excelente psicólogo para el grupo, un auténtico “padre” para sus jugadores, pero estos ya se han hecho mayores y no era un padre lo que necesitaban esta temporada sino un hombre que los apretase, que los exprimiese y motivara a superarse tanto individualmente como a nivel colectivo. Al equipo le ha faltado actitud.
Para remediarlo, las soluciones son dos. La primera implica una remodelación del equipo, para vaciar el vestuario de jugadores con vicios adquiridos, sin espíritu competitivo y aburguesados. Personalmente, creo que ésta no seria la solución más indicada, no solo por lo difícil que resultaría asumir esta renovación en el plano económico, sino porque la plantilla actual tiene un nivel excelente, los jugadores son de los mejores en su demarcación y como ya hemos dicho antes, la actual plantilla azulgrana es la mejor del fútbol moderno. No obstante, el vestuario necesita un cambio de actitud. Para lograrlo, la segunda alternativa es un cambio en el cuerpo técnico. Lo ideal sería que este se produjese sin necesidad de un cambio de entrenador, sino a partir de un cambio del planteamiento de éste. Dejar de ser un padre para ser un jefe. Imponer una seria disciplina en el vestuario tanto en los entrenamientos como en las conductas de los jugadores, y quien no asuma esta disciplina no tiene cabida en el proyecto. No obstante, difícilmente Frank Rijkaard podrá ser el hombre que introduzca esta disciplina en el vestuario, debido no solo a su carácter conciliador sino al hecho que el vestuario ya se le ha ido de las manos, los jugadores son conscientes que su técnico no ha estado a la altura durante la temporada y difícilmente volverá a conseguir un peso importante en el vestuario como conductor de grupo. Hoy por hoy tienen más fuerza y ascendencia Puyol o Deco en el grupo que el propio entrenador.
Si hablamos de situaciones perfectas para reconducir esta situación, el nombre del próximo técnico azulgrana debe ser José Mourinho. Pocos entrenadores sacan más partido a sus plantillas tanto a nivel individual como colectivo. Mourinho es un entrenador inflexible que no se casa con nadie, no te dará nada que no te hayas ganado, independiente del nombre. Se trata de un entrenador muy profesional, meticuloso y analista de cada uno de los detalles del equipo y del rival. Exige máxima profesionalidad y trabajo a sus jugadores porqué él es el primero en exigirse. Trabaja en el despacho incansablemente y confecciona un DVD para cada uno de sus futbolistas en que analiza los aspectos que espera de ellos en cada partido. Su trato con los futbolistas, pese a lo que pueda parecer, es cercano, nada arrogante, eso sí, siempre va de cara. Si no cuenta contigo o esta descontento con tu rendimiento te lo hará saber, aunque si tu actitud mejora contarás con las mismas oportunidades que el resto de compañeros.
Su imagen y actitud hacia los rivales, no obstante, es completamente diferente ya que busca concentrar toda la presión sobre su figura, de manera que libera de esa carga a los jugadores, que así pueden afrontar partidos de la máxima exigencia con mayor tranquilidad. Tomando como ejemplo los enfrentamientos ante el F.C.Barcelona en las últimas ediciones de la Champions League, observamos como en la visita del equipo blue al Camp Nou, Mourinho se ha encargado de focalizar las iras y el protagonismo previo al partido en su persona. Después, antes de saltar su equipo al campo, aparecía sobre el césped provocando que la afición le “regalase” los gritos y abucheos de que liberaba a sus jugadores. Un dato curioso, y consecuencia directa de esta estrategia, es que lo más normal en enfrentamientos entre grandes potencias futbolísticas, tan seguidas en el tiempo y con resultados igualados, es que haya uno o dos jugadores rivales especialmente antipáticos para la afición rival, en el caso del Barça con el Chelsea esto no sucede, no así al revés, donde por ejemplo Messi es el blanco de las iras de la afición del Chelsea. Esta protección de sus hombres le vale al entrenador portugués para contar con una total lealtad y respeto del vestuario. Oír, no solo a sus jugadores, sino a los que ya no forman parte de la plantilla blue por decisión de Mourinho, es darse cuenta del respeto que le tienen y el trato cercano con que los trata. No es de extrañar, entonces, la entrega, sacrificio y convicción que ofrecen sus jugadores sobre el terreno de juego. Sirva como ejemplo el reciente choque ante el Arsenal, donde pese a tener las bajas de Carvalho, Cole, Makelele, Ballack, Drogba, Shevchenko y Robben, el equipo de Mourinho arañó un empate a uno y creyó en la victoria hasta el final, ofreciendo una auténtica exhibición de actitud y fe en sus posibilidades. La actitud del técnico al final del encuentro, pidiendo a su afición que aplaudiese la entrega de sus hombres pese a haber perdido la liga, explica perfectamente esta fe y lealtad de los jugadores hacia el técnico.
**Para completar la lectura del post, os recomiendo la visita a estos dos enlaces que pertenecen al blog de Futbolitis, quienes, mucho antes que el resto, detectaron y analizaron esta situación.**
