
Las jornadas sin partido intersemanal han abierto la veda. Primero fue la “renovación” de Guardiola, después la aparición progresiva de candidatos a presidir el club la próxima temporada, y ahora ha llegado el momento de los fichajes. Rooney, Ribery, Mascherano, Pato o Cesc copan o coparán las portadas de la prensa deportiva, y hasta que vuelva la Champions esta parece que va a ser la tónica general. Paralelamente, en el club se trabaja en la planificación de la próxima temporada, pues es en enero/febrero cuando, con tranquilidad, entrenador y secretario técnico deben sentarse para analizar el equipo, detectar las áreas de mejora y establecer como reforzarlas. En el anterior artículo nos centrábamos en la necesidad de un lateral derecho suplente y dábamos el nombre del que creemos puede ser el elegido por Pep Guardiola. En este, será el turno del centro del campo y de uno de los hombres que más números tiene de vestir la camiseta azulgrana la próxima temporada, Cesc Fábregas.
Todo el mundo habla de que la llegada del de Arenys implicaría el desplazamiento a banda de Andrés Iniesta a la posición que actualmente ocuparían Pedro o Henry, ante lo cual aparecen las dudas, no sólo por las características individuales del manchego, sino porqué el Barça de Guardiola se ha construido con Iniesta como interior. Desde ahí, el 8 no solo encuentra el espacio perfecto para explotar su visión de juego y su capacidad para dar dinamismo a la posesión, sino que además aporta desborde y aceleración a la jugada. Es por eso que en este artículo abriremos una vía alternativa, la de que con la llegada de Cesc al Barça, la demarcación de mediocentro evolucione hacia un perfil distinto.
Ya hemos ahondado en numerosas ocasiones acerca del papel de un mediocentro como Touré, pero resumiéndolo diremos que el marfileño es un colchón de seguridad que permite al equipo competir aún sin jugar bien. Por contra, se trata de un futbolista que en transición defensa-ataque mantiene un comportamiento demasiado estático, limitando las permutas en el centro del campo y la fluidez de la circulación. Para no repetirnos en cuestiones que ya se han comentado en el blog, enlazamos algunos posts en los que se han tratado estas cuestiones:
A la hora de buscar un recambio para el mediocentro, el Barça tiene dos alternativas. La primera consiste en una evolución del perfil Touré, es decir, un futbolista que aportando las soluciones defensivas del marfileño, y por lo tanto, ejerciendo de colchón de seguridad al mal juego del equipo, sume además una mejor interpretación de la transición ofensiva. Dicho de manera excesivamente simplista, un hombre que sume en defensa y no reste en ataque. Adecuado a este perfil encontramos al argentino del Liverpool Javier Mascherano, un futbolista tanto o más preparado que Touré para defender individualmente, pero que con el balón en los pies, si bien no es el futbolista idóneo para el juego del Barça, si puede acompañarlo sin perjudicarlo.
La segunda alternativa, y en la cual se enmarcaría el fichaje de Cesc Fábregas, es la de incorporar a un futbolista que no solo no perjudique el juego del equipo, sino que lo potencie. Muchos, fundamentando su tesis en la experiencia de otros equipos, encuentran inviable esta opción, pues en el Barça de Rijkaard la opción de “los tres bajitos” no funcionó. No obstante, entendemos este tipo de juicios limitados, pues trasladan una situación concreta de un equipo a otro sin tener en cuenta el contexto de cada uno. Así, en el equipo de Rijkaard también parecía que Xavi e Iniesta no podían jugar juntos en el centro del campo, o que dos centrales del perfil de Márquez o Piqué no podían coexistir en una misma alineación. No obstante, en el Barça actual estas son opciones que sí funcionan, pues si bien las situaciones son las mismas, no lo son los contextos en que se desarrollan.
Ya sea él o Xavi quien pase a desempeñar el rol de mediocentro, el centro del campo azulgrana contaría con un grado de especialización máxima, es decir, estaría formado por futbolistas afines a una misma idea de juego y que, por lo tanto, permitiría a ésta alcanzar cotas mayores. Por contra, el peligro que conlleva esta especialización es que, en caso de no lograr imponer su ideal de juego, el equipo dispondrá de menos herramientas para sobrevivir. Es decir, con Cesc el Barça estará más preparado para dominar el partido, pero cuando no lo haga, tendrá dificultades para sobrevivir. Es, pues, la opción más ambiciosa, pero también la más arriesgada.
