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Los comienzos del Barça 2010-11 (II) El papel de los laterales

Con la consolidación de la salida de tres con el mediocentro entre los centrales como plan inicial, en el Barça de esta temporada, las funciones a desempeñar por parte de los laterales también se ha modificado. En el primer año de Guardiola al frente del equipo, los laterales trabajaban de manera asimétrica. Abidal cerraba prácticamente como un tercer central -de hecho Puyol ocupó en varias ocasiones este rol- tanto en el inicio de la jugada como en el ataque posicional, donde eran Iniesta y Henry los encargados de trabajar el costado. En la derecha, en cambio, Alves era mucho más requerido en la administración del esférico, sin llegar a los extremos de su etapa en el Sevilla, pero con un peso importante a la hora de generar conexiones con los centrocampistas o Messi. La pasada temporada, pese a que en un principio se trabajó en algo similar a lo que se está viendo actualmente, la necesidad del cambio de sistema (del 4-3-3 al 4-2-4) para parchear la falta de profundidad en ataque, obligó a un comportamiento más convencional de los hombres encargados de ocupar los laterales.

Ahora, en lo que llevamos de tercer año de proyecto, Guardiola ha dado un nuevo giro a la posición, seguramente no como un objetivo de inicio, sino como resultado de implantar, parece que de manera definitiva, la salida de tres en la que intervienen los dos centrales y el mediocentro. En este mecanismo, ambos laterales son impulsados hacia arriba a la vez, tanto para generar posibles líneas de pase, como, sobretodo, para dotar de amplitud la zona media y facilitar la creación de espacios para la recepción de los interiores. El lateral, pues, conceptualmente pasa a desenvolverse, en fase ofensiva, en el papel de centrocampista, por lo que su peso en la jugada se incrementa. Ya no es el hombre que aparece por sorpresa a un espacio generado, sino que ahora, forma parte activa en la continuidad de la posesión.

Esta amplitud proporcionada por los laterales, así mismo, repercute favorablemente en la administración del juego entre líneas de los hombres de ataque -con especial relevancia en el caso de Leo Messi- pues les libera de mantener una posición en banda, permitiéndoles el desplazamiento a la espalda de los centrocampistas rivales, a la vez que, sobre el papel, les fija la marca de los laterales abiertos a banda.

Finalmente, cabe destacar que esta posición adelantada les permite estar cerca del esférico cuando el equipo pierde la posesión, y de este modo, lanzar la presión y contagiar al equipo en esta fase del juego. Por características y actitud, jugadores como Alves o Adriano pueden sobresalir más en estas labores, aunque independientemente de esto, la presencia de un hombre que empuja a la presión desde una situación, generalmente, por detrás del balón, supone un factor importante a la hora de desarrollar con éxito la transición ataque-defensa en el equipo de Guardiola.

Sin embargo, ya sea debido a la novedad o a la necesidad de adaptar determinados comportamientos futbolísticos, esta novedad no está resultando todo lo eficaz que cabría desear. En lo que llevamos de Liga, los rivales que han puesto en mayores complicaciones a los azulgranas, han reproducido un planteamiento similar que, en fase defensiva, se traduce en el achique horizontal, eso es, regalarle las bandas al Barça y estrechar así el campo. Ya que con la nueva posición de Messi como falso nueve y la ausencia de un extremo puro en el ataque azulgrana, el juego de los de Guardiola tiende a concentrarse, al menos en fase de finalización, por el carril central, los entrenadores rivales han apostado, hasta ahora, por sobreproteger esta zona a cambio de despoblar las bandas. Esto se traduce en una enorme facilidad para los laterales de alcanzar línea de fondo, ya sea Adriano ante el Hércules, Alves contra el Sporting o Abidal en el último partido de Liga frente al Mallorca.

Ante esta situación, muchas son las voces que se lamentan por la ausencia de un nueve rematador intimidador en el juego aéreo que pudiese aprovechar los balones colgados desde los costados. Es cierto que esto puede resultar un recurso puntual, casi a la desesperada, cuando el equipo no encuentra otra solución -un recurso puntual, que por otro lado, pueden ofrecer otros futbolistas como Piqué, Keita y quien sabe si Busquets pese a su flojo juego aéreo defensivo-. No obstante,  esta alternativa difícilmente pasará de ser una solución de emergencia pues el actual cuerpo técnico ya se ha posicionado a favor no de tener un plan B para cuando el Plan A no funcione, sino en trabajar para que el planteamiento inicial sea eficaz.

El Barça tiene un estilo definido propio que no se basa en una cuestión arbitraria o de gusto, sino en la profunda convicción de que se trata del camino que más acerca al triunfo. Así pues, no se trata de construir un nuevo plan alternativo, sino de ver qué estoy haciendo mal para que el plan principal no funcione.

En este sentido, si la estrategia planteada por los rivales viene determinada, uno: por la poca peligrosidad de los posibles centros ante la falta de un rematador, y dos: por la concentración del juego por el centro, el objetivo debe ser, primero, no concebir las bandas como un espacio desde el cual lanzar centros, sino como una zona más en la que combinar, y segundo, ensanchar el radio de acción de los hombres más peligrosos. No nos referimos necesariamente a la ubicación de partida en banda de hombres como Messi o Iniesta -aunque seguramente subir al manchego al tridente de ataque y escorarlo a una banda sería una manera rápida aunque artificial de hallar soluciones- pero sí a que su comportamiento sobre el césped tienda a aprovechar más el ancho del terreno de juego, ya sea ocupando ocasionalmente la banda o desplazándose ahí para apoyar al lateral y construir sociedades basadas en la combinación que obliguen a los rivales a no poder desatender estas zonas.

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