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¿El fin del Xavismo?

El cómico Ángel Pavlovsky cuenta la anécdota -no se sabe si real o inventada- de un hombre que a mitad de la función, disgustado con el espectáculo, abandonó el teatro. Al rato decidió volver. «Claro, para lo que hay fuera, pensaría que mejor estaba dentro» añade con sorna Pavlovsky. Algo así debe pensar el barcelonismo con respecto a Xavi y su progresivo declive. Resulta ineludible la cuestión de que se va acabando. Pero el vértigo del post-Xavismo congela. Desde casa es fácil el «tú dentro, tú fuera», pero en la realidad todo se complica. 

Sospechoso habitual, muchos quisieron acabar con el Xavismo, pero lo cierto es que si finalmente muere, lo hará de viejo. Lo intentaron en sus inicios, cuando por delante tenía nada más y nada menos que a un símbolo como Guardiola. Repitieron después, hasta que Rijkaard, Txiki y Laporta rescataron al Barça de las fauces del Gasparato. Cuando se derrumbó el proyecto del técnico holandés, otra vez fue uno de los señalados, y de ahí cogió impulso para ser, nada más y nada menos, que el jefe del mejor Barça y de la mejor selección española de toda la historia. Ahí es nada. No pudieron con él. Tampoco está claro que pueda el tiempo, que ya sucumbió ante el de Terrassa en la final de la última Eurocopa. Xavi siempre ha ganado, y no lo pondrá fácil.

Lo cierto, no obstante, es que ya son dos años. Dos temporadas que nos hacen pensar que ahora quizá ya sí. Aún con el temor de que nos vuelva a dejar en evidencia, todos, poco a poco, vamos aceptando que se termina su reinado. Con tristeza, la incertidumbre del vértigo que dejan las leyendas cuando pasan, y esa puñetera tentación de lanzarse a la clonación. Por suerte, en el Barça parece que esto último ya está más o menos resuelto. Quien más quien menos ya sabe que después de Xavi no vendrá un nuevo Xavi, sino algo distinto. Mejor en algunas cosas y peor en muchas otras, pero forzosamente distinto.

Durante los años del mejor Barça, Xavi ha sido el dueño del ritmo. Un ritmo excepcionalmente masticado. Tan excepcional que nadie que no haya tenido al de Terrassa se ha atrevido a intentar imitarlo. La famosa sentencia de Cruyff  «si tu tienes el balón, el otro no lo tiene» guarda verdad, pero tomada en sentido literal es pura retórica. Nadie tiene el balón siempre…a no ser que tenga a Xavi. Lo cierto es que el Barça de Guardiola de la mano del 6 -sobretodo tras el año de Ibra-, si no quería no la perdía. Llegaba el momento de arriesgar y ahí sí se exponía, pero por ejemplo, con marcador a favor, arrebatarle el cuero era una quimera. Quedarán para siempre en la cima de este deporte, los minutos que van del cuarto al quinto gol en el famoso 5-0 al Madrid de Mourinho.

Pese a esto, Xavi nunca fue manierismo. Y es que bajo su batuta y su ritmo de posesión, el Barça encontraba el camino del gol o, mínimo, de la oportunidad de alcanzarlo. Ahí está la clave de todo. A medida que Xavi va decayendo, su Barça ya no conjuga ambas cosas. Al ritmo de Xavi las ocasiones no fluyen, por mucho que tener a Messi sea jugar con comodín. Y si el plan no permite someter en ataque, ni el Barça ni Xavi tienen mimbres para sobrevivir en defensa. Si nos fijamos, desde hace dos tamponadas, sin renunciar a Xavi, tanto Guardiola como Tito han intentado esquivar su ritmo -éste último sólo hasta la recaída de su enfermedad-. Un ritmo que, por otro lado, el equipo sigue asociando a la seguridad aunque ya no sea cierto. Es muy difícil asumir que lo que te ha hecho grande ya no sirve . El hecho es que primero Guardiola con el 3-4-3 y después Tito con ese esquema que volcaba el juego hacia la izquierda de Iniesta y daba galones a Cesc, buscaron el camino para romper el reloj. Abrir los partidos, aumentar las revoluciones.

Tanto Pep como Vilanova han intentado que ese nuevo ritmo que  guiase al equipo se diese con Xavi en el campo. Evitar la fractura radical, la transición violenta. Por eso se fichó a Cesc estando Xavi, para que convivieran los dos Barças. A la luz está que no funcionó a excepción de dos meses esta temporada, y actualmente parece que no tenga a ninguno de los dos. La convivencia entre ambos se puede decir que ha fracasado -con las reservas con que toda sentencia de este tipo debe tomarse en fútbol-. El principal motivo, que quien fue jefe puede ser empleado y quien fue empleado puede ser jefe, pero ya es más complicado que lo sean intercambiándose los papeles entre ellos. Siendo ya superior Messi, tuvo que salir Ronaldinho del equipo para que Leo fuese el líder. Tenemos otro ejemplo reciente con el brasileño de protagonista, como es la reciente convocatoria de la selección Brasileña. Ni Ronaldinho ni Kaka’, porque es el equipo de Neymar.

Así pues, parece que la gran decisión que debe abordar Vilanova es la de sentar a uno de los dos. No se puede discutir que el rendimiento de Cesc en el Barça en global ha sido malo. Tampoco que no se puede pensar el futuro del Barça en base a Xavi. El impulso, y más ahora que se  acerca el verano, es el de lanzarse chequera en mano a arreglarlo, pero el mercado tampoco ofrece certezas. Visto así, ¿puede el Barça descartar la opción Cesc sin haberla probado de verdad? Que Cesc no ha estado bien es una evidencia, que el Barça nunca le ha dado galones, también. Es curioso que se lleve tantos palos por la deriva del equipo un jugador con un peso colectivo tan menor. Funcionará o no, aquí cada uno hará su hipótesis, pero serán eso, hipótesis, por que al de Arenys todavía no lo hemos visto en Barcelona en el rol de interior jefe. ¿Va el Barça a darle galones a un nuevo fichaje antes de, al menos, probar a dárselos a un interior que por potencial y talento es de los mejores y que ya está en el equipo?

El lector ya se habrá dado cuenta que en el último párrafo se ha mentido. Deliberadamente, añado. Cesc sí ha sido líder en el Barça. Sí ha tenido galones y sí ha sido el interior encargado de definir el ritmo al que jugaría el resto. Fue esta temporada, durante los meses de noviembre, diciembre y enero. Fue el mejor Barça de los dos últimos años. El mejor Cesc como culé. Y eso es algo que tampoco puede pasarse por alto. Por encima de fichajes o traspasos, esta será la decisión más importante que deberá afrontar Vilanova de cara al nuevo curso.

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