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Entre el plan A y el plan B

El de Mascherano es un caso extraño. Apodado el Jefecito, cuando habla hay que escucharle. En el césped es todo aplomo y personalidad, un guerrero de los que llevaríamos a cualquier batalla. Su imagen y su discurso irradian seguridad. Su juego, normalmente, también. Estaría muy lejos de ser un jugador al que catalogaríamos de débil anímicamente. Probablemente esté en el extremo opuesto a esa definición. Y con justicia. Javier es un capitán sin brazalete, un líder dentro y fuera del campo. Por eso, seguramente, nos sorprenda aún más su situación.

Llegó al Barça para remplazar a Touré Yaya y competirle la titularidad en el mediocentro a la sensación Sergio Busquets. No lo consiguió, pero viendo en lo que se ha convertido el canterano, no puede considerarse ni mucho menos un fracaso. Sí sorprende más que Masche desapareciera de las quinielas en la demarcación. Él mismo se autodescartó. Los problemas para seguir la velocidad de circulación de los Xavi, Iniesta o Messi, sus lagunas en el juego de posición y su permeabilidad a la pérdida afectaron a la confianza de quién llegaba al club como uno de los mejores, sino el mejor, en la posición de mediocentro.

Debido a las bajas, encontró acomodo en el centro de la zaga y ya no quiso volver a una media en la que, pese a algunos problemas, nunca fue carta perdedora. Seydou Keita pasó a ocupar su anterior rol como recambio de Busquets. Como central cumplió y muy bien, mientras el Barça de Guardiola, en la cresta de la ola, hacía con los partidos lo que quería. A medida que el dominio culé fue menguando, al Jefecito se le fue notando que no era central. Pocas veces y sólo ante los puntas más exigentes, pero algo se fue intuyendo. Seguramente también lo notó él, que se había convencido de que en la zaga sí tenía espacio en la plantilla del mejor equipo del mundo. Quizá las semifinales ante el Chelsea, Drogba y Torres le hicieran dudar, o quizá no. El caso es que llegó la Supercopa, ya con Vilanova en el banquillo, y todo saltó por los aires con el error ante Higuaín, como si de la noche a la mañana se descubriera la verdad y el argentino dejara de ser central. A partir de entonces, pese a la excepción de la gloriosa noche ante el Milan, su desarrollo en la zaga estuvo muy por debajo, no sólo de lo que había sido, sino de sus posibilidades reales. Otra vez dio la sensación de que Mascherano le temió a la posición, le perdió la confianza.

Y en estas que llega el Tata, y automáticamente todos pensamos en Mascherano volviendo al pivote. Este ya no es aquel Barça, seguramente se sienta menos pulpo en este garaje, y pocos como Martino para seducirle de nuevo. El titular es y seguirá siendo Busquets, pero Javier tiene mucho que aportar ahí. Pero el caso es que sigue faltando un central. Incluso más que a final de temporada, por sorprendente que parezca. Una nueva lesión del capitán que nos descubre que Puyol está cuando está y cómo está, pero que en la planificación debe contemplarse poco, y un Bartra que después de tener minutos a final de temporada lanza señal negativa tras señal negativa. Mala actuación con la sub-21 y peor pretemporada. Al Jefecito, Martino seguramente le vea como mediocentro, pero está por ver que ahí le quepa. Por lo pronto, no le hará ningún asco a su capacidad de anticipación atrás.

Llegará el bendito central -o eso esperamos- y tocará recomponer. En plantilla cuatro centrales, dos mediocentros y Mascherano. Más Jonathan Dos Santos, de quien hablaremos la semana que viene. Salgan o no salgan los dos canteranos, el reparto de minutos se adivina conflictivo. Y es que el Barça tendrá dos cromos repetidos pese a ser muy distintos. El verano pasado, tras no incorporarse un central se optó por Song como plan B. Ya sea confiando en el camerunés como opción atrás, bien pensando en el Jefecito como central de facto, la incorporación del camerunés sustituía a la del nuevo zaguero. Ahora, un año después, se juntarán las dos. El Plan A y el Plan B. Y en medio, Mascherano. Un hombre del Tata.

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