
Si eso quería el Tata, Simeone buscaba lo contrario. Partido lento, poco ritmo y fases organizadas tanto en la defensa como en el ataque. Y puesto que el Atlético como equipo es bastante mejor que el Barça, a eso es a lo que se jugó. Los visitantes marcaron los tiempos. Sin balón, un primer momento de presión adelantada para forzar el balonazo, a lo que seguía una defensa en campo propio como la que acostumbra el Atlético cuando se mide al Barça. Los dos puntas, Diego Costa/Adrián y Villa, defendiendo cara a cara a los interiores azulgranas para que ningún centrocampista tuviera que descomponer la línea y generara un agujero en tres cuartos que los culés pudieran aprovechar. El Barça, maniatado en lo individual, no encontraba ningún mecanismo colectivo para sobreponerse al muro atlético, la impotencia se juntó a la losa psicológica que suponen los cinco anteriores enfrentamientos entre estos dos equipos y llegaron las imprecisiones.
El juego no se asentaba sobre la frontal rojiblanca, con lo que la salida para los de Simeone era más cómoda. Una salida que tenía en el envío directo primero a Costa y después a Raúl García sobre la zona de Mascherano y Adriano, la manera más rápida de cruzar la divisoria y plantarse en la mitad del rival. Una vez allí, Koke, Gabi, Tiago, Juanfran, Filipe Luis, Raúl, Adrián y Villa, lograban encontrarse, esconderle el cuero al Barça, y alargar la posesión en zona peligrosa. Más que ocasiones claras, de ese dominio territorial lo que sacó fueron saques de esquina, que ante el Barça, como se comprobaría después, no es poca cosa.
Al descanso se llegó con superioridad atlética y ventaja azulgrana, y Simeone ordenó subir dos puntos la agresividad de la presión y apretar más fuerte arriba a un Barça sin ninguna alternativa en salida de balón para hacer frente a la jauría. El empate subió al marcador y con un Barça noqueado llegaron los minutos más plácidos del Atlético. Hasta que en el 63, un gol que no subió al marcador de Messi, encendió al equipo y arrastró al estadio. Sólo un minuto más tarde entraría Neymar. Fueron los únicos momentos de dominio azulgrana, en los que se jugó arriba, los pases se movían rápido y encontraban las botas de un compañero, se logró desordenar la defensa rojiblanca y, aunque no fue un bombardeo a la meta de Courtois, por sus inmediaciones merodeó el peligro. Todo hasta que el Atlético de Madrid, haciendo uso del libreto del campeón, alargó el lanzamiento de una falta en su frontal y agotó su último cambio. Abrió una falla enorme en el nuevo ímpetu culé.
A partir de entonces volvió a dominar el encuentro, menos que en otras fases porque se decidía una Liga y como es normal el campo se inclinó sobre su área, pero sin llegar a sufrir peligro real. Tras el pitido final el Camp Nou aplaudió al campeón, el Atlético celebró mirando de reojo al sábado y el Barça se fue cabizbajo con la vista puesta, desde ya, en la próxima temporada. Deben cambiar y van a cambiar muchas cosas. De momento se despidió el Tata. Toca volver a prender la llama.
