
Y así, ese jugador que desde que salió de Suiza siempre rindió menos de lo que apuntó y que el Sevilla incorporó el invierno de 2011 por 1,5 millones de euros, se convertía en uno de los futbolistas más devastadores de la temporada en Europa y salía rumbo a Barcelona previo pago de una cantidad más de diez veces superior.
El Rakitic de Unai Emery fue un futbolista enfocado a la finalización. Posicionalmente mediapunta y muy cerca de la zona del segundo punta, su rol era el de lanzador, el asistente, el encargado del último pase. Un Sevilla de repliegue bajo y salida directa, encontró en la sociedad formada por el croata y Carlos Bacca la fórmula perfecta para atacar los espacios que dejaban sus rivales en transición. Pocos toques, muy arriba, con los espacios libres entre ceja y ceja, y todo sazonado con la voluntad de verticalizar el juego. Al lector no se le habrá escapado la similitud entre este Rakitic y el Cesc que ha abandonado la disciplina culé este verano rumbo a Stamford Bridge después de ofrecer sus mejores momentos como azulgrana en una posición que el equipo nunca necesitó.
Pero Ivan no es Fàbregas y, de entrada, que sea más fino en lo técnico permite ser optimistas en cuanto a sobrevivir en un mediocampo sin espacios. Al de Arenys, por puro gesto, en ocasiones le costó seguir el ritmo de los Xavi, Iniesta o Busquets, algo que será más difícil que ocurra con Rakitic. Los problemas del croata para ser interior del Barça pueden venir por otro lado. Como hemos dicho al principio, el mejor rendimiento de su carrera vino cuando Emery en Sevilla lo alejó de la elaboración y lo utilizó en la finalización. 15 goles y 18 asistencias fue el incontestable resultado. Y es que Rakitic, aunque lo desee, no es un organizador. Ni dirige, ni marca el ritmo, ni coloca y recoloca a sus compañeros y a sus rivales desde la cadena de pases. Su pie ve mejor el desmarque definitivo que el apoyo del tercer hombre. Sin embargo en el Barça, como apunta Jacobo Prado en este artículo publicado en Rondo Blaugrana, puede encontrar el escenario para sistematizar esta función. Para, apoyándose en el modelo, simplificar los requerimientos de la posición de interior de mando.
Todo esto si damos por sentado que en el nuevo Barça de Luis Enrique el papel de catalizador del juego de ataque volverá a recaer en uno de los dos interiores. De no ser así y, por ejemplo, el asturiano otorgara esta responsabilidad al mediocentro, el escenario para Rakitic cambia. Por un lado porque con el pivote comandando la base, se abre la posibilidad de replicar la posición de interior-mediapunta que le va mejor al juego del croata y que, sino, parece destinada a Andrés Iniesta. Incluso, si atendemos a los precedentes más inmediatos tanto del técnico como del jugador, no deberíamos terminar el análisis del nuevo fichaje culé sin poner sobre el tapete la posibilidad de que su nuevo entrenador se plantee alinearle como cierre. Cierre posicional, está claro.
Esa fue la cara que vimos de él con Croacia en el Mundial, y no está muy lejos de lo que dispuso Luis Enrique la pasada temporada en Vigo con Krohn-Dehli ocupando ese rol. Un lanzador, la salida limpia en la base y el recurso del envío largo a cualquiera de los tres carriles. A nivel defensivo, su desempeño sería bastante afín tanto a la propuesta del míster como a lo que ha sido el patrón del mediocentro culé los últimos años: Rakitic prefiere salir que quedarse. Atacar el cuero antes que guardar la posición. Presiona al hombre que tiene el balón y tiene físico para el retorno aunque descuida la zona.
Muchas preguntas en el aire, tantas como incógnitas tiene por resolver todavía el proyecto de Luis Enrique. Y sólo el día a día del equipo como respuesta. Llega Rakitic por Cesc, pero seguro que hay más cosas que cambian.
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