
Simeone se la jugó al todo o nada. En una decisión sorprendente visto lo que sucedió en la ida, y probablemente influido por el control de su estrategia ofensiva que está demostrando el Barça de Luis Enrique, su Atlético salió a apretar a los culés muy arriba del minuto uno al cuarenta y cinco. Dispuesto con su habitual 1-4-4-2, en esta ocasión y debido a las bajas con Arda en la izquierda y Raúl García en la derecha, el cuadro rojiblanco plantó su primera línea de contención a la altura de los centrales visitantes. Apostó por dificultarles la salida y favorecer un robo de balón cercano al arco custodiado por Ter Stegen. Así, antes de que se cumpliera el primer minuto de encuentro, El Niño incomodaba la salida fácil de Mascherano, Siqueira, con una anticipación feroz interceptaba el servicio hacia Leo Messi y lo devolvía a la zona de Fernando Torres que, aprovechándose de la mala colocación de Mascherano tras el error y de su falta de tablas como central, igualaba la eliminatoria. La pesadilla de Simeone, que su equipo tenga que jugar a remolque de un resultado adverso, apenas duró 37 segundos.
Inesperadamente, no obstante, con la igualada El Cholo no modificó la hoja de ruta. Quizá imaginando un escenario como el del año pasado en Champions, quizá por no bajarse de la ola, quizá relamiéndose con las ventajas que podían sacar y sacaban Torres y Raúl García de sus respectivos emparejamientos con Mascherano y Jordi Alba, el técnico argentino mantuvo a su equipo presionante arriba y con un nivel de activación muy alto, casi límite. De igual forma que en el Camp Nou, la propuesta atlética acarreaba como contrapartida regalar muchos espacios detrás de su presión al Barça. Messi, Suárez y Neymar, que no son cualquier cosa, los aprovecharon para hacer subir al marcador el gol del empate en una contra de manual para quien atesora tal cantidad de talento. Después del empate el Atlético no cambió, y el Barça tampoco. Los culés parecieron aceptar el ritmo de ida y vuelta a que invitaba su rival, pues aunque su seguridad defensiva dejaba mucho a desear, los tres delanteros visitantes tenían la puerta abierta para merodear un gol que, en este caso, tenía valor doble.
Sin embargo, y aunque a nivel de marcador le beneficiara, cabe señalar que posiblemente esta aceptación del ritmo atlético fuera más por resignación que por voluntad. Dos factores lo sugieren. En primer lugar, lo poco elaborado de la transición, que muy a menudo se basó más en la inspiración de sus tres atacantes, sobretodo de un Neymar absolutamente devastador y que parece encantado con sus duelos ante Juanfran, que a un mecanismo trabajado. En este sentido, chocó lo poco que se apoyó el Barça en Ter Stegen como lanzador ante un rival que ataba en corto a los centrales, y la poca presencia de Iniesta en el partido en general y en la base y el carril central en particular, siendo el manchego un futbolista perfecto para desactivar un sistema de presión adelantada como el que propuso el Atlético de Madrid. En segundo lugar, y con Andrés también como protagonista, resultó sintomático que tras el gol inicial de Torres y, por lo tanto, con la eliminatoria otra vez pareja, Luis Enrique ordenara un intercambio en la posición de sus interiores que deshizo tras el tanto del empate de Neymar. Como si buscara en Iniesta a ese Xavi que desde la comodidad del interior derecho y la proximidad con Messi y Alves, bajara las revoluciones al encuentro e hiciera reposar el juego.
Como Simeone tampoco alteró el guión tras el empate, ni tras el 2-1, ni tras el 2-2, ni tras el 2-3, y el Barça no pudo o tampoco quiso hacerlo, el primer tiempo transcurrió con el mismo ritmo vertiginoso de ida y vuelta, con las mismas muestras de debilidad atrás del Barça con el rival metido en su mitad del campo, con los mismos espacios para los tres tenores azulgranas y con Neymar especialmente afinado, a modo de Pavarotti, luciéndose en cada intervención. Con el dos a tres que reflejaba el luminoso al descansos, la expulsión de Gabi y la sensación de que sin poder recurrir al balón parado Simeone no encuentra un plan completo para meterle mano a este Barça, no hubo más partido y el segundo tiempo, que sirvió para que Cani debutara como rojiblanco, marchó con la renuncia del Atlético de Madrid, y el Barça amasando balón y dejando pasar los minutos moviéndolo a ritmo bajo hasta que el pitido final indicó el camino a las semifinales.
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