
Los de Víctor Fernández, a diferencia del Atlético el pasado fin de semana, saltaron al césped más preparado para defender las recepciones cercanas a la cal de los dos grandes focos culés, parapetados en un 1-4-5-1 más amplio en mediocampo con apariencia de 1-4-1-4-1 que permitía a los gallegos mantener a un defensor cerca de ambos cracks independientemente del carril por el que transcurría la jugada. Al mismo tiempo, el cuadro deportivista dejó menos libres a los laterales del Barça, los dos hombres que más fácil asistieron a Messi y Neymar hace siete días. Cavaleiro, Isaac Cuenca y Oriol Riera, fueron más agresivos, amparados por la presencia a su espalda de Juan Domínguez y Medunjanin. Así pues, esa mayor intención por ensuciar el primer pase de los visitantes tuvo dos consecuencias más o menos inmediatas: la primera, que Iniesta y Rakitic asumieron más protagonismo en esta fase del juego a la hora de hacer llegar el cuero a los pies de los extremos, y la segunda, que sobretodo en el caso de Messi, el argentino recibió más atrás que entonces. Con el movimiento de apoyo y la orientación hacia la salida interior, los primeros toques de La Pulga fueron amplios, de sector a sector, y lograron activar tanto las entradas de Jordi Alba como la posición abierta de Neymar Jr.
Alrededor de los dos cracks, otra vez, el Barça levantó su ataque, a partir de las conexiones que con balón se establecían entre el extremo, el lateral y el interior de cada uno de los dos perfiles. Fundamentalmente en la derecha, donde Dani Alves alternó más el juego interior y exterior, y Rakitic mezcló su presencia en la mediapunta con su rol de contrapunto posicional de Leo, la sociedad fue de los más fluida. En la banda contraria, la izquierda, el funcionamiento transcurría distinto, con el extremo más abierto y especialmente inspirado atrayendo y soltando para que Iniesta enfrentara la jugada en ventaja. El juego fluyó fácil, la jugada no moría y sólo faltó un punto más de puntería en el delantero centro para castigar con crueldad una propuesta defensiva del Depor, por otro lado, bien planteada. Luis Suárez, que marró hasta tres ocasiones muy claras de gol, manchó con su desatino rematador y técnico una hoja de servicio que por lo demás resultó muy positiva para sus compañeros de línea. Su constante actividad, su lucha con los centrales, su variedad en el desmarque y la posibilidad que brinda siempre a Neymar y Messi, cuando reciben en banda, de amenazar con el pase hacia adelante, les facilita a los dos un escenario de viento a favor. Su sacrificio es la antesala del brillo.
Su contribución fue también valiosa en defensa, apretando tras una pérdida que el Barça supo localizar arriba. Los primeros instantes de la presión culé fueron buenos, pero es verdad que el Depor encontró rendijas por las que salir y transitar con peligro. Oriol Riera sobre la posición de Mascherano y, por encima del resto de jugadores locales, Cavaleiro en el enfrentamiento con Dani Alves, fueron los dos puntos sobre los que pivotó el ataque coruñés, que supo darse tiempo en campo rival para sacar provecho del flojo partido de Sergio Busquets. El cinco perdió más de un balón comprometido y prácticamente nunca llegó a la cobertura en banda a la espalda de sus laterales. La aportación del mediocentro del Barça sorprendió por negativa, y eso que su línea esta temporada no está siendo buena, pero los últimos partidos y un juego del equipo que localizado en campo rival le facilita sacar a relucir virtudes y esconder defectos, hacían presagiar una actuación del de Badia más consistente, pues además el Deportivo no presentaba en su esquema la figura de un mediapunta que atacara directamente su posición tras recuperar el control del esférico. Por suerte para el Barça emergió Piqué, que se las arregló para socorrer en todos los fuegos: A su izquierda a Mascherano, en banda a Dani Alves y por delante a su mediocentro cuando Cavaleiro cerraba su juego.
En el lado opuesto Sidnei no pudo ejercer de bombero con el mismo nivel de eficacia, y Messi, en dos jugadas que él mismo inició, cerraba el partido antes de llegar al descanso. El segundo tiempo inició sin Cavaleiro, sustituido por unas molestias en el abductor, lo cual restó mucha mordiente a la respuesta deportivista. Entró José Rodríguez e Isaac Cuenca se acostó en la izquierda, y aunque el ex-madridista encontró balón y Juan Domínguez demostró intención para buscarle las cosquillas a Busquets, los de Víctor Fernández intimidaron menos. Ya con el tercero de Messi inscrito en el marcador, Luis Enrique movió el banquillo para dar entrada a Bartra y Rafinha por Busquets e Iniesta, y el rendimiento de los canteranos que ingresaron sumó en positivo. De entrada, el doble cambio llevó a Mascherano al mediocentro, reforzando la posición que más errores propios había regalado y sellando la zona con la ya consabida maestría de El Jefecito en la contención. Bartra, que se colocó como central a la izquierda de Piqué, peleó y ofreció salida, mientras que Rafinha, como interior, dio orden a la última media hora y ante un rival estirado se filtró en transición defensa-ataque gracias a su desborde por dentro.
