
El encuentro del Barça B no distó mucho del vivido hace una semana en casa ante la UD Las Palmas. Eusebio, como entonces, insistió en reforzar al equipo atrás poniendo la atención en no permitir un primer golpe del que el estado de ánimo del grupo hoy por hoy es incapaz de levantarse. Con Pol Calvet repitiendo en la media y la novedad de la salida del once de Bagnack, el filial culé, como entonces, logró contener la riada de facilidades atrás que ha estado regalando a lo largo de la temporada. En la parcela defensiva, merece mención la colocación de la pareja de centrales, no tanto porque Ié en la derecha y Ricard Costa en la izquierda no ocuparan el perfil con el que más familiarizados están, sino porque esto se debió a un retoque táctico a la hora de sacar el balón. Como algunos meses atrás, el inicio no esperaba a Sergi Samper en el escalón más próximo, y el primer pase corría a cuenta de los dos centrales o bien, en la mayoría de los casos, de una línea de tres que, completándose con Patric en la derecha, dejaba a Ié, el central más apto en esta fase del juego, como el hombre en medio de esta salida de tres. Samper, de entrada, sólo bajaba hasta perder todo compañero a su espalda, cuando uno de los dos centrales se sumaba a la media en conducción.
Lo cierto es que la salida, sin el mediocentro, otra vez se reveló ineficaz, y no sólo volvió a desaprovechar a un Alejandro Grimaldo que en estas puede resultar una válvula de escape de mucho valor, sino que terminó por meter atrás también al mediocentro pero como medida desesperada, sin reconfigurar nada más y formando por momentos una línea de cuatro hombres en paralelo junto a Patric, Costa y Edgar Ié. Aún así, sin asumir demasiados riesgos y gracias al apoyo de un Juan Cámara que entró por Sandro en la izquierda y también a las conducciones de Halilovic, el Barça B pudo salir de forma más o menos sostenida. El croata buscaba la recepción muy atrás, en zonas que teóricamente no le son muy propias como se demostró en el primer gol local, y filtraba hasta cruzar la divisoria, un avance que sin él, siete días atrás su equipo no había tenido. Sin embargo todo ataque azulgrana perecía a partir de ahí. Ni Dongou, que lleva semanas espeso, ni Cámara, ni un Adama defendido otra vez por sobrecarga y sustituido a bastante de terminar el encuentro, eran capaces de proporcionarle la estructura a la jugada para que reposase en campo rival. No hay plan para ello o cuesta mucho rastrearlo.
El remedio se ha quedado a medias. Cierto que el Barça B se muestra menos vulnerable atrás, pero ser tan inofensivo con la pelota termina por dibujar un contexto de partido que tampoco le es favorable. El rival no sufre y la pelea psicológica empieza a desnivelarse. Una batalla mental que termina por aclararse en el caso que el rival consiga asestar el primer golpe, algo probable ya que el juego del filial ni tan siquiera parece contemplar darlo. Las últimas dos jornadas de Liga, pese a la mejoría atrás, el conjunto de Eusebio no tuvo fuerzas para revolverse tras el primer revolcón, y viéndose por debajo en el marcador la reacción en ningún momento da signos de ser posible. Aunque la diferencia en el marcador sea sólo de un gol, la distancia anímica abre brecha, e incluso con el rival a medio gas sobrevuela más cerca la sentencia que el empate. Así sucedió el sábado.
