
Por ejemplo, en la irrelevante segunda mitad de ese irrelevante partido, el árbitro decretó la irrelevante expulsión de un jugador del Barça por una entrada fuera de lugar. Tuvo la puntería aquella tarjeta roja de castigar a Pep Guardiola, entonces pieza clave del Barça y más tarde compañero de Totti en el conjunto romano. Al de Santpedor la aventura en la capital italiana que emprendió en 2002 no le salió muy bien, y a mitad de temporada decidió regresar al Brescia con Roberto Baggio, y a las órdenes del mismo entrenador que le había abierto las puertas del Calcio cuando el catalán optó por abandonar el club de su vida. Ese técnico era Carlo Mazzone, precisamente el mismo Carlo Mazzone que varios años antes, sentado en el banquillo de la Roma, había visto a Totti marcarle un golazo al Barça y a Pep Guardiola abandonar expulsado el césped del Olímpico bajo la atenta mirada de Johan Cruyff. Para El Flaco, el amistoso no podía llegar en peor momento, pues el equipo vivía la primera de las crisis que provocaría la derrota en Atenas. Con Laudrup en Madrid, Salinas en Coruña o Zubizarreta en Valencia, los efectos de aquella Final perdida ante el Milan de Capello habían puesto más el foco en las salidas que en las entradas. Justamente Fabio Capello fue el técnico que pediría y después no usaría a Guardiola en Roma, y también el único en darle un título de liga a Totti. En una plaza tan difícil como la romanista, Fabio dirigió cinco temporadas en las que los capitalinos volvieron a pertenecer a la clase alta del fútbol italiano después de mucho tiempo.
El equipo de Cafú, Walter Samuel, Emerson, Totti y Batistuta era, de hecho, uno de los cocos europeos del momento, como puede corroborar el Barça de Rexach al que venció por 0-3 en la Champions League de 2002 con Luis Enrique sobre el campo. Era la época de plenitud de Il Capitano, que partiendo entonces por detrás de uno o dos delanteros de área jugaba tanto como hacía jugar. Prueba de ello es el derbi romano de aquella misma temporada, un monumental partido de Francesco en el que su juego le erigió en máxima estrella pese a que un compañero lograra la proeza de anotar cuatro tantos. Como aquel Pantic al que el gol de Pizzi afeó la azaña, la ferocidad goleadora de Montella quedó subordinada a la exhibición de Totti. Suyo fue, de hecho, el origen de tres de los tantos del delantero, enfocando su libertad y talento entre líneas a dañar a una Lazio con menos centrocampistas de la cuenta y, como colofón, uno de sus goles más bellos redondearía la noche. Sin embargo, como a Romàrio esa noche en la que él le marcara un golazo al Barça, los problemas físicos no dejarán comparecer hoy a Totti en el Camp Nou. Pero si aquel encuentro sirvió de origen para tantas historias, por qué este nuevo Barça-Roma no habría de hacerlo, y en tal caso, la suya, la de Francesco Totti, no debería faltar. Por supuesto que no.

