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Mirar de otra forma

Celta Vigo v FC Barcelona - La Liga«Hacer y/o no hacer cualquier cosa indistintamente«. De esta deliciosa forma reza la partitura que el artista Eric Andersen escribió para uno de sus conciertos. No eran, como se adivina, conciertos al uso. Las actividades que en el movimiento Fluxus se realizaban bajo este apelativo, abarcaban mucho más que aquello con lo que hoy en día podemos vincular el término. La Monte Young invitaba a escuchar el aleteo de una mariposa, George Brecht una gota de agua y Nam June Paik, más ruidoso, arrastraba un violín por el suelo. Cualquier cosa es susceptible de mirarse de manera distinta. Minuto 80 de partido, penalti para el Barça. ¿Se lo dejará Messi a Neymar porque el brasileño es el único de la MSN que queda por marcar? ¿Se lo cederá a Luis Suárez para que siga sumando en su ascensión hacia el pichichi? Lo tira Leo. Si lo transforma será su gol 300 en Liga. Se entiende. Y sucede. Y Leo Messi incorpora la incertidumbre a una de las pocas jugadas que en fútbol -creíamos- tiene fija la estructura. Tras un penalti hay un disparo, y según la suerte y el acierto de sus protagonistas termina o no en el fondo de la red. Es una acción, aislada, y en ella participan dos actores. Pero Messi la quiso mirar distinto, nos la quiso mostrar de otra forma. De esa forma que ve él y que al resto se nos escapa. ¿Cómo deben ser los ojos que saben ver ese penalti? ¿Qué más son capaces de imaginar?

Lo cierto es que poco hacía presagiar el desarrollo del encuentro su lúdico desenlace. El Celta de Berizzo, fiel a su cita con la intensidad y el riesgo, no sorprendió y planteó de entrada el tipo de partido que tan buen resultado le ha dado contra el Barça de Luis Enrique. Presión al hombre sobre el inicio de la jugada culé, marcas estrechas en mediocampo y una enérgica vigilancia en los laterales que impidiese a Messi y Neymar ser la alternativa que suelen ser cuando el primer pase se encasquilla. Wass, situado en la mediapunta, trataba de desconectar a Sergio Busquets del circuito de salida, al tiempo que un magnifico Hugo Mallo empantanaba de nuevo la zona de Neymar. Tiene mucho mérito lo del celtiña, que una y otra vez responde satisfactoriamente en la defensa de un atacante tan imprevisible como el brasileño. Contra Ney no hay receta que aprenderse porque cada solución es un truco nuevo, de modo que la única fórmula es improvisar con él. A lo largo de una primera mitad abierta y sin apenas control, el brasileño y Suárez se mostraron imprecisos, algo acelerados en un escenario de quiebre que los invitaba al desenfreno. Sergi Roberto, interior derecho para la ocasión, fue la solución pretendida cuando Luis Enrique encargó al marcado Busquets abandonar su zona en el mediocentro, acudiendo bien hacia adelante, bien a la izquierda de Mascherano para que otro compañero menos perseguido ocupara su espacio. Completaban el puzzle Jordi Alba y un no muy afortunado Dani Alves. No es difícil percatarse que para el lateral brasileño la situación no debe ser fácil de gestionar: sabe que Aleix no es la competencia, sino el substituto.

Pero quedaba Messi, que pese a estar vigilado por un lateral como Planas desde la banda, y por otro como Jonny desde el centro, protagonizó los lances de más claridad del primer acto y cambió el guión del encuentro en la reanudación. Tras el descanso, al desgaste visitante se sumó la nueva disposición de la delantera azulgrana, más libre, junta y por lo tanto cercana. Esta vez los espacios llegaron desde dentro porque quienes incendiaron el carril central no los necesitaron. Por momentos puede dar la impresión de que en campo rival y ante un oponente organizado, el ataque del Barça es principalmente la inspiración de sus mejores piezas, pero lo cierto es que ésta es una fuente que no parece agotarse. Conectaron, atrajeron y brindaron ventajas a su alrededor desde la técnica y la lectura. Con el desborde de Ney, los movimientos de Luis y los toques de Leo. El argentino, lúcido y preciso, dejó detalles, gestos e intenciones de recopilatorio. Se lo pasaron en grande. El pase de Messi, el regate de Neymar, la definición de Suárez… Uno siendo mariposa, el otro gota de agua y el tercero, más ruidoso, arrastrado el violín.

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