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Sobre la posición de Messi

Leo Messi difícilmente se equivoca. Digamos que, sobre un campo de fútbol, no lo hace nunca, porque de parecérnoslo siempre será más probable que el error esté en nuestra apreciación que en su fútbol. En este sentido, el argentino seguramente sea el jugador que más encauce el análisis, porque hay una variable que, de entrada, lo más prudente es descartar. Durante las últimas semanas, sin embargo, en los cuatro últimos partidos para ser más exactos, los que lo midieron a Villarreal, Real Madrid, Atlético de Madrid y Real Sociedad, hay una cuestión relativa a su posicionamiento que coincidiendo con tres resultados negativos y una victoria con sensaciones encontradas, está abriendo interrogantes: ha jugado centrado y muy atrás. Teniendo en cuenta que la premisa es que Leo ha tenido razones para hacerlo, el punto de partida aclara la dirección pero agiganta el reto: ¿por qué tiene razón Leo Messi?

Los últimos cuatro partidos del Barça, los cuatro en que Messi ha ocupado una posición tan retrasada, pueden tomarse como conjunto pero también detectar en ellos dos grupos. Por un lado están los que se disputaron contra dos equipos con nivel de aspirante a la Champions League. El clásico y la ida ante el Atlético no eran, pues, unas pruebas cualesquiera y por su trascendencia encerraban una exigencia especial. Son ese tipo de retos ante rivales que pueden ganarte aunque estés bien. Hay que tenerlos en cuenta. Por poner un ejemplo concreto, que el Barça no defienda de forma directa al lateral izquierdo rival nunca es un problema. Siempre compensa más el espacio que pueda dejar a su espalda que el daño que sea capaz de infringir con sus incorporaciones. Si estos laterales izquierdos son Marcelo o Filipe Luis, en cambio, porque su individualidad intervendrá de forma más decisiva y porque la dimensión de su equipo paliará los desajustes que su subida pueda ocasionar, habrá que trabajar sobre ellos distinto a cómo se hace con el resto, y así procede el Barça, que bien con Rakitic o con Luis Suárez plantea modificaciones cuando se activan este tipo de situaciones. Yendo a lo general, el cuadro azulgrana cuando enfrenta a los mejores toma precauciones en forma de control. Lo ha hecho en los clásicos desde que Luis Enrique dirige al equipo y lo hizo la temporada pasada cuando la Champions League entró en su fase decisiva, usando más que otras veces la pelota como escudo protector.

Messi jugando por dentro y haciéndolo desde tan atrás, es un aporte de gran magnitud al respecto de este control. Esconde la pelota mejor que casi todos, activa líneas de pase para que el poseedor del balón no se ahogue y contribuye de forma muy directa a que los culés puedan desacelerar sensiblemente el ritmo dándole al esférico un trato más conservador. Dejando a un lado si se entiende que esta estrategia es más o menos necesaria o si este nuevo Iniesta, por sí solo, podría con ello sin necesidad de hacer bajar un piso a Leo, la propuesta no solamente tiene un sentido claro sino que, además, no ha sido llevándola a cabo que el Barça encontró los problemas. De hecho, ante el Real Madrid, cuando la siguió el juego azulgrana vivió sus tramos de más calidad, en los que no sólo controló el choque sino que por ello no tuvo que renunciar a llevar cierto peligro sobre el marco de Keylor Navas. En cambio, tanto contra los blancos como frente al Atlético en la ida de los cuartos, sufrió cuando a esa idea de juego a la que responde la ubicación de Messi, no le acompañó un discurso que se desarrollara coherentemente. A un Barça pensado desde el control, pues, le desangró que sus jugadores se precipitaran con el balón en los pies, ya que como no era para eso que estaba organizado, la estructura no daba soporte a una puesta en escena discordante. Messi no falló, la idea tenía sentido, pero el Barça no la respetó.

El segundo grupo es el de los partidos contra Villarreal y Real Sociedad, dos duelos que además de la condición de visitante de los catalanes, tienen en común la no presencia en el once de Andrés Iniesta. Sin el de Fuentealbilla, nuevo garante del control culé, las labores en la materia recayeron en Messi sin que ninguno de los interiores presentes contribuyeran a liberarlo de la tarea. En San Sebastián, incluso, también Neymar bajó a la media, una coincidencia de los dos cracks abajo que se aparcó tan buen punto Iniesta ingresó al campo. Fueron los rescatadores, más o menos atinados, de un ataque posicional con opciones de encallarse, y que necesitaba fluir más de lo que podía hacerlo sin Andrés para superar a dos buenos sistemas defensivos situados relativamente atrás. Sin regalar ni permitir espacios. En estas, cuando la temporada pasada Iniesta no era el actual y el Barça debía hacer frente a este tipo de contextos, el desatascador lo halló en la aproximación de Messi a la banda derecha, desde donde individualmente regateaba y colectivamente ponía en marcha el sistema desde su pase en diagonal. Sucede que, como analizamos el lunes, quizá en el cuadro catalán el contexto propicio para que este envío salga a relucir ya no es tal. Ni el izquierdo es el lado débil como lo era entonces porque el buen momento del interior manchego le ha dado peso asociativo, ni tiene los receptores, porque tanto Alba como Neymar, en el nuevo marco, se expresan distinto. Sin tanta ruptura.

Así pues, al nuevo escenario que desde el día uno ha ido tomando forma en el perfil izquierdo culé, Messi ha respondido, también desde el día uno, con una posición más centrada que hace un año como conexión alternativa. Y de ella han nacido los mejores momentos de fútbol barcelonista este curso, cuando Leo, Andrés, Ney y Luis Suárez se han encontrado sobre el verde. No obstante, si anteriormente los rivales habían tratado de enfrentar al vigente campeón planteándole problemas a su salida de pelota, de un tiempo a esta parte están siendo más habituales los adversarios que le plantean -como mínimo durante buena parte del choque- un repliegue más o menos marcado que exige del Barça soluciones en ataque posicional para hacer llegar el balón a unos delanteros que además -y esto es muy importante- disfrutan de menos espacios que cuando más y mejor se divertían. Sin Iniesta, se ha visto hasta el momento que esto le cuesta cierto trabajo, que si Leo va al centro porque ha detectado que esa zona es la que mejor le permite activar de nuevo el sistema, como entre las líneas enemigas es donde menos espacios se conceden, él encuentra dónde recibir pero no todos sus compañeros encuentran por dónde hacer que reciba.

En este sentido, y sin los condicionantes ambientales que tuvieron los partidos contra Madrid y Atlético, resultó significativo cómo contra la Real Sociedad el argentino pudo ganar metros tan pronto como Andrés Iniesta entró en juego, pues el 10 dejó de ser el único futbolista con posibilidades de conectar la media con el ataque. El manchego, responsable indirecto de que el ecosistema del pase diagonal se haya visto alterado, es al mismo tiempo la llave, tanto desde su individualidad como desde la influencia colectiva, para que la nueva fórmula sea capaz de encontrar con regularidad al Messi centrado sin que el argentino tenga que bajar demasiado si no es por exigencias del guión. Todos saben que Messi, cuanto más arriba reciba el cuero más cerca está del gol, pero a Leo no se le escapa que aun reconociéndose como la mayor certeza, siempre saldrá más a cuenta que él ponga el balón a un compañero en lugar de que nadie se lo pueda poner a él.

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