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En Mestalla sin control

Valencia's midfielder Dani Parejo (L) vies with Barcelona's midfielder Andres Iniesta during the Spanish league football match between Valencia CF and FC Barcelona at the Mestalla stadium in Valencia on October 22, 2016. / AFP / JOSE JORDAN (Photo credit should read JOSE JORDAN/AFP/Getty Images)

Messi a un lado, la evolución del Barça de Luis Enrique es la evolución de Andrés Iniesta. El ahora capitán, como el mediocampo azulgrana en el inicio del proyecto, arrancó el primer año del asturiano en el banquillo con poco peso específico. En el Barça de la MSN, la zona media era un espacio de paso que tras ver irse el balón, pocas veces lo veía volver para quedarse. Su importancia, una vez escalado el juego hasta la delantera, casi era más cubrir la espalda de unos laterales encargados de abrir el ancho del campo que esperar un pase atrás para alargar las cadenas de pases. Cuando la Champions que Xavi levantaría en Berlín entró en su fase más decisiva, en la de eliminatorias, sin embargo, el conjunto azulgrana recurrió a una mayor dosis del control que por momentos se creyó olvidado, requiriendo para tales funciones una nueva jerarquía de Andrés Iniesta. Desde entonces, ésta no dejaría de incrementarse, hasta el punto de convertirse el curso siguiente en el relevo del 6 no sólo por lo que se refería al brazalete sino también al cargo. El Barça no alteró el once de gala, pero en él una pieza iba a ser tan distinta que lo cambiaría prácticamente todo. La idea general, la ejecución particular, los equilibrios del juego o el rol de sus socios más cercanos evolucionaron de su mano. Neymar, Sergio Busquets, Jordi Alba o Messi se pusieron a hablar distinto cuando de dialogar con él se trataba.

La repercusión de su ausencia ya no es la que podía ser durante aquellos primeros meses del Barça de Luis Enrique, y Mestalla, como El Madrigal la temporada pasada, dio fe de ello el sábado. Con Iniesta en el interior izquierdo se enfrentaron los culés a un Valencia de Prandelli con las mismas precauciones que en su estreno, paciente y ordenado en campo propio pero con un problema muy localizado a la espalda de su línea de medios. Andrés, Busquets, André Gomes o Sergi Roberto hacían llegar el balón a Messi y Neymar, éstos lo pausaban, lo escondían y empujaban al desorden a los futbolistas locales. El capitán, además, acostado en el mismo perfil que un Neymar especialmente perspicaz, ágil en los movimientos, preciso en la acción técnica y superior en el desborde, se beneficiaba de la ventaja originada por el 11 y por compartir un contexto táctico rival que no lo envolvía. Cancelo, de inicio extremo, no lo seguía, y formando por el centro Enzo y Mario un doble pivote, para ellos llegar a tiempo a la recepción ladeada del manchego resultaba complicado. En la derecha, por su parte, las recepciones de Leo Messi, primero conectado por Sergi Roberto y André Gomes, y posteriormente con su habitual Rakitic en el lugar del portugués, castigaban a un costado en el que Mangala y Gayà abrían el agujero para la llegada profunda de un hombre de segunda línea al espacio. A partir de ellos encontraron los visitantes las fases de mejor juego, interrumpidas por la momentánea utilización de Sergio Busquets entre centrales.

Quizá con el propósito de proyectar con más ímpetu a los laterales, bien para arrastrar a un Cancelo que empezaba a ganarle la batalla a Digne o bien para rellenar la derecha con Sergi Roberto con tal de mover a Messi al centro, o para encontrar en el mediocentro, atrás, un punto de apoyo para el cambio de orientación de una posesión más conservador tras el 0-1, el caso es que, de nuevo, la medida volvió a debilitar la transición defensiva del Barça al apartar de ella a su principal bastión. No duró mucho la fórmula vistos los problemas apuntados, pero para cuando Busquets recuperó su puesto habitual como cierre del mediocampo, la transición ataque-defensa azulgrana tenía problemas mucho más importantes a los que hacer frente. En primer lugar, Prandelli había incrementado la intensidad de la presión ché, y en segundo había movido el banquillo por partida doble, primero con la entrada obligada de Abdenour por Gayà y, al descanso, con la de Munir por Montoya. La presencia del ex delantero barcelonista cambió el perfil del atacante de banda local, hasta entonces exterior y ahora dirigido hacia una diagonal que aprovechara los fantásticos movimientos de Rodrigo desde la punta. Agitando y rompiendo la frágil conexión entre Mascherano y Umtiti, así como desplazando a Busquets hacia la banda, el hispano brasileño pasó la escoba por el frente de ataque valencianista dejándolo impoluto para el siempre agudo Munir. Ellos dos pusieron por delante a los de Prandelli, provocando un cambio de dibujo en el Barça que, esta vez, no terminó de ayudarle.

Los visitantes tomaron forma de 1-4-2-3-1 con la entrada de Denis Suárez en la derecha, pero el doble pivote, en lugar de formarse con la pérdida de metros del interior restante, se construyó a partir del ascenso del mediocentro, dejando, por lo tanto, descubierta su zona. Fue una más de las malas noticias que en pocos minutos recibía la respuesta defensiva del Barça, pero no la peor. Por delante, el cuadro catalán no daba con la fórmula para templar sus ataques. Abdenour, por un lado, teóricamente fuera de lugar, se hizo fuerte a partir de la agresividad en la anticipación. Salía siempre sobre Messi o Denis, sin temer a su espalda un desmarque de Luis Suárez, de un Rakitic metido a pivote izquierdo o de un Sergi Roberto más sujeto atrás por motivos tanto físicos como tácticos. Y por el otro, faltaba Iniesta. El centrocampista capaz de bajarle revoluciones al juego con balón, de darse tiempo para encontrar o construir la mejor opción para llegar a la MSN, y de evitar aquello de que «cuanto más rápido va el balón, más rápido regresa«. El Barça más vertical de la era Luis Enrique, el que más abrazó el ida y vuelta y menos omnipresencia esperó de Andrés, contaba en defensa con el Gerard Piqué que todo lo corrige, todo lo compensa y todo lo aguanta. El Gerard Piqué ante el que la exposición de la transición defensiva ladra pero no muerde. Iniesta venía siendo la correa. Ahora van a faltar los dos.

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– Foto: Jose Jordan/AFP/Getty Images

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