Al Barça de a MSN no se lo bautizó así por capricho. Sus tres delanteros, además del descomunal talento que atesoran, son las piezas del sistema hacia las cuales se enfocan el resto de decisiones. El trazo fundacional del proyecto, así como las medidas que desde entonces se han ido proyectando sobre él, los han tenido en el punto de mira. En una conexión de doble dirección, Messi, Neymar y Luis Suárez son los futbolistas a los que abrazar y, a la vez, los que sirven como abrigo proporcionándole al equipo la estructura desde la cual crece. La que define el lugar, las funciones y las relaciones que en el sistema culé se establecen. Sucede que, por razones de distinta índole, ninguno de los tres está atravesando actualmente por el estado de forma que se deseará que sí tengan en mayo y en el que probablemente en apenas unas semanas sea más fácil reconocerlos.
Este hecho, en este inicio de temporada, viene desnudando más que en otros momentos del ciclo la trascendencia de determinadas ausencias o de momentos de acierto en algunos compañeros ciertamente comprometidos, factores que no es la primera vez que aparecen pero que, bajo el paraguas, no habían producido los mismos efectos que están causando ahora. Un Luis Suárez con más tino, un Messi con más físico y un Neymar con más continuidad, es probable que en un partido como el de anoche hubieran castigado de forma diferente tanto los muchos errores iniciales del Manchester City, como el dominio skyblue posterior, con el consecuente impacto sobre el ánimo del juego que eso implica. Como implicó ayer, sin ir más lejos, el gol inaugural de Messi y que cerca estuvo de hacer descabalgar a los locales antes de llegar al descanso.
Hasta que el gol de Leo retumbara en cada rincón del Etihad y marcara el tramo del partido que más autoritariamente dominaron el visitantes, el discurso del juego había estado definido por dos propuestas de parecido planteamiento pero dispar ejecución. Tanto el Barça como el City fueron a presionar arriba a su adversario, ambos hicieron frente al reto desde la salida controlada, pero aunque los dos bandos intercambiaran errores, fueron más y más graves los del cuadro skyblue. No es que el barcelonista tuviera mucho mejor inicio de la jugada, pero sí resultó menos expuesto y arriesgado, priorizando la conservación del cuero al hecho de avanzar. A esto último no pareció contribuir el sorprendente posicionamiento inicial de los centrales, a pierna cambiada, que dificultó las conexiones naturales en corto. Apenas se mantuvieron así durante el primer cuarto de hora de partido, de modo que revelándonos el rectificado que la medida no logró su función resulta complejo aventurarse a adivinarla. Bien fuese su objetivo el mismo cambio de orientación que se persiguió el pasado fin de semana con la ubicación de Rakitic como tercer central en la izquierda, o, como propuso Jaume Núñez en twitter, un empujón para el pase interior del central, la fórmula no resultó, y mientras se puso en práctica tanto Umtiti como Mascherano pudieron ofrecer muy pocas ventajas con el cuero.
Mapa de los pases de Umtiti -central derecho- y Mascherano -central izquierdo- durante los primeros 15 minutos. (vía squawka.com)
Sí las brindó durante este tramo Neymar, liberado en la banda por la posición interior de Zabaleta y que tras recibir el cuero pudo orientar los ataques hacia un sector izquierdo en el que a medida que fue avanzando el primer tiempo fue ganando peso André Gomes, dándole réplica al brasileño desde una posición muy abierta al costado. De hecho ambos interiores lo estuvieron, dibujando por momentos a un Barça con forma de vía de tren, desplegado en dos raíles paralelos que no llegaban a juntarse. Tantos envíos sobrevolaron de un lado al otro, que por momentos el Manchester City se pareció a aquel Gulliver anclado en la playa de Lilliput. El gigante despertó poco antes del descanso, gracias a dos modificaciones de su entrenador que a la postre le brindaron la victoria. La primera consistió en reforzar la posición de Fernandinho, primero bajando la altura de Gündogan y posteriormente con la entrada al campo de Fernando, lo cual estabilizó su respuesta defensiva en campo propio, precipitó al Barça a la pérdida sin ventaja y condujo al City a una ofensiva por contraataque desde la que se apoderó del partido.
La segunda fue llevar al centro a un Kevin De Bruyne que de inicio se había situado en banda izquierda. El belga, colocado ahora justo por detrás del Kun, resultó un martirio para una transición ataque-defensa culé que debido a la posición abierta de sus interiores no ponía en el carril central barreras con las que detenerlo. Sergio Busquets no recibió la ayuda que sí le llegó a Fernandinho y, con grandes espacios que gestionar, pese a su rostro de bonachón Kevin zarandeó al sistema defensivo del Barça con malicia. Lo removió en cada ataque, y como a la zaga visitante le faltaba Piqué, que es el hombre encargado de volverla a ordenar tras cada tempestad, el punto de partida colectivo para cada individualidad era el de una exposición del tipo que siempre debe intentar evitarse ante un delantero como el Kun Agüero. El argentino, que ya antes de la superioridad había ganado la partida a Umtiti y Mascherano, hurgó en la herida de la ausencia de Piqué castigando donde más sufren a los centrales del Barça.
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– Foto: Shaun Botterill/Getty Images

