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Atacar y defender siendo menos

Barcelona's Brazilian forward Neymar looks skywards during the Spanish league football match FC Barcelona vs Valencia CF at the Camp Nou stadium in Barcelona on March 19, 2017. / AFP PHOTO / LLUIS GENE (Photo credit should read LLUIS GENE/AFP/Getty Images)

El 1-3-4-3 buscó una reacción. Una que pese a incidir en determinados problemas futbolísticos de perniciosa influencia en el equipo, hacía descansar buena parte de su éxito en el aspecto mental. Era una revolución, un pasarle la página a un conjunto al que leer una y otra vez las mismas incómodas palabras le contrariaba el hábito de la lectura. Verse distinto era no verse igual, cuando verse igual significaba reconocerse como algo que no agradaba. Pero los dibujos nunca han sido la fórmula mágica, sino meras formas de ordenar sobre el campo lo que se es y lo que se tiene. La que durante las últimas semanas ha venido adoptando el Barça, le concedió a los culés la posibilidad de una mejor salida de balón, de una conexión sencilla con sus hombres de banda, de volver a llenar un perfil derecho durante meses poco alimentado y, con todo ello, de poder pasar más minutos que antes cerca del área rival. El 1-3-4-3, como el 1-4-3-3 antes, o como cualquier esquema alternativo que pueda tomarse en el futuro, era el planteamiento.

Después venía el nudo, la historia, y la historia de este Barça cuenta que desde hace meses su juego extraña un sistema que le permita caminos conocidos. Andar con referencias para que cuando se haga de noche siga sabiendo hacia donde dirigirse. Eso no se lo dio el nuevo dibujo, pero sí que en su lugar le contagió un entusiasmo hacia lo novedoso que espoleó su frenesí y que ocultó, detrás de la ilusión de una gran cita, las dudas que hasta entonces le reflejaba el espejo. A ella le permitió Luis Enrique llegar con la mente despejada y tras acumular sensaciones positivas durante dos semanas que le reforzaron la creencia. Superado el día D y amortizada esa bala, sin embargo, las constantes del equipo parecen haber regresado a su realidad de juego. Se presenta en un escenario distinto, pero el paisaje que dibuja permanece emparentado con las carencias que motivaron su deseo de reconversión. El técnico azulgrana sacó ventaja de agitar el árbol, y obtuvo con ello una remontada imborrable, pero los problemas de su Barça, más que en el esquema, esteban en el sistema.

Aquel que tan poco venía dándole al 1-4-3-3, y que al 1-3-4-3, ya instalado recientemente en la normalidad del día a día, le ha roto el embrujo. Quizá por eso, para quebrar la normalidad y sobreponerse al hecho de que los rivales, después de tres semanas desde su estreno, ya conocen y se han familiarizado con las preguntas más primarias que como novedad propone la alternativa barcelonista, ayer Luis Enrique, a la hora de elegir el once y de diseñar el plan, tomó la misma decisión que ante el PSG vistió de noche especial. Si en ocasiones su 1-3-4-3 ha contado con la pieza maestra de Sergi Roberto como nexo de unión entre la defensa de tres y la de cuatro con tal de tender un puente entre las dos y levantar una u otra según se desarrolle la jugada, ante el Valencia el puente no existió. La idea del Barça fue defender siempre con tres hombres atrás, una elección seguramente a partir de la cual decidiera el asturiano tanto a sus integrantes como su colocación.

Para proteger un mayor espacio con menos jugadores, recurrió a sus tres zagueros de mayor nivel defensivo, a los más capaces de resolver situaciones conflictivas sin ayuda de los demás, y los situó allá donde más pudieran sobresalir sus armas en la contención. Las piernas de Mascherano y Umtiti cubrirían los grandes espacios de las bandas, y Piqué regresaría al carril central para imponer su ley. Sucede, sin embargo, que el 1-3-4-3 no entiende de pasos en falso, y este punto de mesura, para un Barça que abrazó su nueva arquitectura más desde el entusiasmo que desde la verdad, tiene contraindicaciones. Especialmente por el hecho de que, menguado el impacto con balón de los tres de atrás, el equipo ataca con uno menos pero no defiende con uno más. Lo primero provoca que lo segundo se ponga aún más de relieve.

Con línea de cuatro, en el Barça los laterales acostumbran a ser piezas de carácter eminentemente ofensivo, de modo que cuando los culés pasaron a defensa de tres pero manteniendo esa esencia, el intercambio verdadero se produjo entre un central y un hombre de ataque. Piqué en la derecha y Jordi Alba en la izquierda, estuvieron ante el Celta orientados a lo que pudieran generar con el cuero, ganando con ellos el equipo dos puntos candentes de fútbol a un lado y otro del defensa central. Dos piezas más que fundir con el ataque, dos futbolistas más con los que mejorarlo. No tiene mejor manera el Barça para estar seguro atrás que generarse ventajas arriba. Perder el balón dónde y cómo le interesa, después de haberle exigido desorden al rival y de haberlo aplastado contra la corona del área propia. Cuando hace eso, el horizonte para sus zagueros es siempre más favorable. Sean quienes sean. En cambio ante el Valencia los azulgranas anclaron a un efectivo más. Cerraron siempre con tres, en lugar de con los dos que les permite la defensa de cuatro o que venían manteniendo con línea de tres. Por eso contra los de Voro, aún sujetando abajo con sus mejores defensores, el 1-3-4-3 de Luis Enrique fue más vulnerable que nunca.

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– Foto: Lluis Gene/AFP/Getty Images

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