
Interrogante Bakero
A lo largo de las ocho temporadas que Johan Cruyff dirigió al Fútbol Club Barcelona, el aficionado culé vio pasar a varios jugadores por las distintas posiciones del esquema del holandés. Dos porteros, tres mediocentros, cuatro delanteros centro -uno de ellos falso-, y a otros tantos extremos, laterales, interiores o centrales. Ocho años dan cabida a multitud de historias. A partir de todas ellas y tomando los elementos comunes que comparten, pues, sería posible destilar la esencia de las distintas demarcaciones que dieron forma al equipo de El Flaco. Superponiendo, por ejemplo, las imágenes de Julio Alberto, Juan Carlos, Goikoetxea y Sergi Barjuan, y recortando sobre ellas un contorno que los incluyera a los cuatro para obtener la apariencia más depurada, en este caso, del lateral izquierdo de Cruyff. Sin embargo, este es un ejercicio imposible en la la punta superior del rombo del mediocampo, en la posición del 6. En el sitio de José Mari Bakero. El de Goizueta es el único futbolista de todos aquellos a los que dirigió Johan Cruyff en Barcelona que ostentó condición de titular de la primera a la última temporada con el holandés en el banquillo. Una distinción, exclusiva del héroe de Kaiserslautern, que presenta al jugador como una figura especialmente interesante en el acercamiento al Dream Team y que viste en un enigma la paternidad de sus funciones. ¿Cuánto de aquel 6 que uno dispuso desde la banda y el otro ejecutó desde el campo, corresponde a cada uno de ellos? ¿El 6 hizo a Bakero o Bakero hizo al 6? ¿Qué hay del 6 más allá del navarro? ¿Y de Bakero más allá del 6? El origen de este artículo, así pues, es un intento de averiguarlo. De mirar a contraluz una de las piezas más relevantes del Dream Team, con tal de ver a través de ella sus diferentes capas.
La del 6 era una posición fundamental en el sistema de juego de Johan Cruyff, hasta el punto de que tanto el holandés como su segundo Charly Rexach llegaron a señalarla como la novedad más importante de su esquema, por encima de la defensa de tres o de la derivada figura emblemática del 4. Se trataba de un cuarto centrocampista que situado por delante de los interiores y sobre la vertical del mediocentro, coronaba el rombo en la medular del 1-3-4-3 del Dream Team. Con apariencia posicional de enganche, sin embargo, las suyas eran unas atribuciones que poco tenían que ver con los futbolistas más comúnmente relacionados con la zona de la mediapunta: “No era el tipo de jugador que cogiera el balón, hiciera una jugada… No, en este equipo no queríamos a un jugador así en esa posición“. A los de esa estirpe Cruyff siempre prefirió alinearlos en el rol de falso nueve, de hombre de banda o en uno de los dos interiores. Como Michael Laudrup, que antes y después de Johan, así como en la selección danesa, a menudo actuó en la mediapunta por detrás del delantero, pero de quien El Flaco exprimió el mejor fútbol de sus carrera en una de las posiciones alternativas mencionadas. La mediapunta, en el Dream Team, era otra cosa: “¿Jugar detrás del delantero? ¿Acaso en la derecha no juegas detrás del delantero? ¿Y en la izquierda tampoco? ¿Hay que estar en el medio?”. Y es que el 6 era una figura de una relevancia táctica casi total en el sistema del Dream Team: “Era un tipo de jugador que no buscaba la jugada personal, siempre era en función del equipo“.
Uno de sus rasgos más característicos en aquel equipo, y el que más tiempo llevó comprender a la afición, fue que pese a ejercer de centrocampista más adelantado, buena parte del encuentro se lo pasaba de espaldas a la portería contraria. Mirando hacia Zubizarreta primero y hacia Carles Busquets después. Su principal encargo era convertirse en un apoyo permanente por delante del balón para el resto de centrocampistas. Hallar entre líneas el espacio libre en el que recibir para, posteriormente, descargar el cuero a un compañero que viniera de cara. Un ir para volver. Un elemento capital en el ejercicio del tercer hombre, mecanismo inherente al juego de posición y, por lo tanto, constitutivo de lo que fue el juego del Dream Team. Se trataba de un automatismo iniciado con un pase hacia adelante en dirección al 6 que, en primera instancia, y gracias al olfato de Bakero leyendo las zonas vacías en las que abrir opción de pase, hacía recular al equipo contrario producto de la recepción del navarro a la espalda de su mediocampo. Un primer pase, normalmente procedente de los futbolistas encargados de iniciar el juego, que superaba una línea de presión y que obligaba al adversario a reajustar la altura de su centro del campo, en este caso, acercándolo a su línea defensiva para contraer el espacio en el que a Bakero le había llegado el balón.
Sin embargo, y de inmediato, habitualmente al primer toque, José Mari devolvía el esférico hacia atrás. No debía sortear contrarios ni darse la vuelta, si no servir de nuevo el balón al mediocampo. De este modo, cuando el cuero regresaba, lo hacía encontrando a los medios azulgranas menos encimados, con el espacio y el tiempo extra ganados gracias al descenso de la medular rival, y con la oportunidad de conquistar metros con mucha más facilidad que antes. Además, llegándoles el balón de cara y sin necesidad de giro alguno, podían imprimirle un ritmo superior a la circulación al tiempo que descubrían desnudo y claro el horizonte de posibilidades sobre el que decidir:
– “Cuando José Mari tocaba de primeras para la gente que veníamos de cara, bien a los interiores o bien al pivote, nosotros ya sabíamos. Había veces que era muy automático el juego. Yo sabía que era: José Mari, voy de cara y sé que tengo a este aquí y a aquel allí. Y a veces era tac-tac-tac, en tres toques“. Guillermo Amor
– “Que Márquez no la juegue con Deco, que la juegue con Eto’o, y que Eto’o se la deje a Deco. Este concepto, tanto para atacar como para defender, es lo mejor que hay. Os lo digo yo: la pared es defendible, pero el tercer hombre no“. Pep Guardiola
– “El tercer hombre es imposible de defender. Imagina que Piqué quiere jugar conmigo pero yo tengo a un marcador encima. Bien, pues está claro que Piqué no puede pasármela, de modo que yo me aparto y me llevo al marcador conmigo. Entonces Messi baja y pasa a ser el segundo hombre. Piqué es el 1º, Messi el 2º y yo el 3º“. Xavi Hernández
– “Lo que hacía muy bien Bakero era tocar el balón al primer toque, y primer toque es ritmo. Y siempre jugaba el balón a la gente cuando venía de cara, entonces si haces esto aumentas el ritmo. El eje entre el 4 y el 6, junto con los interiores y los delanteros, lograba una velocidad de balón enorme y casi no perdía balones. Y si no pierdes balones en la construcción, es muy difícil que te contraataquen“. Johan Cruyff
Habiendo provocado la recepción del 6 un efecto de contracción sobre el rival que además de llevar a su mediocampo para atrás lo cerraba hacia el centro, otros de los favorecidos por el mecanismo eran los hombres de banda. Bien habilitados directamente por Bakero con una descarga de primeras hacia el costado, o de forma indirecta previa escala en un centrocampista que abriera el balón desde atrás, la figura del 6 estaba, a su vez, muy relacionada con la profundidad de las bandas del equipo, suerte de la que el mismo Bakero se servía para explotar una de sus grandes armas ofensivas: el remate de cabeza entrando desde la segunda línea al centro lateral. Y es que pese a su singular presencia de espaldas a portería, el navarro era uno de los asiduos al área una vez su intervención como “frontón” había permitido desencadenar la acción de peligro. Habitual entre los máximos goleadores del equipo y orbitando alrededor de los diez tantos ligueros por temporada, su capacidad para aparecer en zona de remate, a lo largo de varios cursos permitió al equipo redoblar la buscada superioridad en mediocampo compensando los movimientos de apoyo de alguno de sus delanteros con un desmarque vertical. De este modo los habilitaba como potenciales quintos centrocampistas desde el intercambio de alturas en el carril central.
Extremo en sus inicios hasta que una lesión y su relacionada pérdida de velocidad lo recondujo a posiciones más centradas, la capacidad para irrumpir en el área llegando desde la segunda línea ya era uno de sus rasgos más característicos de su fútbol siendo jugador de la Real Sociedad. Durante su última temporada en San Sebastián y a las órdenes de John Benjamin Toshack, de hecho, firmaría hasta diecisiete dianas antes de recalar en el Camp Nou. Ya entonces, en un conjunto intenso y aguerrido, junto a su encomiable y valiosísimo sacrificio defensivo, José Mari mostraba algunas de los aspectos que singularizarían sus funciones en el Barça de Cruyff. A la mencionada capacidad en el remate y disposición a la presión, el de Goizueta aunaba una destacada sensibilidad en el apoyo y el juego de espaldas, tanto a ras de césped como por alto, erigiéndose en solución directa para que su equipo hiciera avanzar el balón.
Es la parte del Bakero de la Real Sociedad que Johan Cruyff no sólo se quedó sino que potenció, y es que su rol en el conjunto de Toshack era mucho más mixto del que tendría posteriormente con el holandés. Bakero intervenía de espaldas, pero no a la manera del especialista y con la continuidad que lo haría en Barcelona, sino que frecuentemente su forma de abordar las jugadas de ataque era orientado en mediocampo hacia la portería contraria y bajando a encontrarse con el cuero a zonas más propias de un organizador. Bakero podía ser quien devolviera el balón, pero también quien lo lanzara, en un conjunto sin la capacidad técnica y la creatividad del que ocuparía unos años más tarde. Aunque su etapa azulgrana esconda alguna anecdótica excepción, como la vez que durante el segundo tiempo de un Barça-Deportivo Cruyff intercambió su posición con la de Guardiola reubicando al 4 en la mediapunta y al 6 en el círculo central, en el Barça, por regla general, aquel Bakero diverso paulatinamente fue incrementando su relevancia y nivel a medida que fue depurándose hacia un encargo táctico mucho más concreto pero a la vez indispensable para la forma según la cual Cruyff pretendía que jugase aquel Dream Team.
Mientras esto sucedía en Donostia, Johan Cruyff tomaba las riendas del Ajax de Ámsterdam. Su primer 6 fue Frank Rijkaard. Situado por delante del mediocentro, entre el 4 de Ronald Koeman y el 9 de Marco Van Basten, el todocampista, desde la punta del rombo, guardaba una estrecha relación con ambos. Si a nivel general su rol, que no insistía especialmente en el juego de espaldas como más tarde haría el de José Mari Bakero, tenía que ver con la superioridad numérica en la zona ancha como elemento extra para la circulación y la presión, en lo particular tenía dos encargos en el funcionamiento del equipo que sobresalían por encima de los demás. Siendo Koeman, entonces, un pivote con una potente arrancada en dirección a la frontal desde donde amenazar con su feroz disparo, resultaba común el intercambio de alturas entre el vértice superior del rombo y el inferior, pasando Rijkaard a cubrir la zona del mediocentro que sólo un año después sería suya. Esta dualidad entre la mediapunta y el círculo central del primer 6 de Cruyff, entre la mediapunta y el pivote, se observaba también en aquellos momentos en que el Ajax no tenía el balón y debía defender cerca de su portería. Cuando esto sucedía, el 4 tenía el encargo de retomar su demarcación de central de la que el ideario de Johan la emancipó, reforzando con un cuarto efectivo a la zaga y cediendo al 6 la teórica parcela defensiva del pivote.
Era un futbolista, pues, en permanente diálogo entre el 1-3-4-3 y su antecesor 1-4-3-3, ya que alternaba misiones más típicamente de mediocentro con otras que tenían lugar varios metros por delante. Como el surgimiento del 4, producto de independizar a uno de los centrales e incluirlo en la medular, lo acercaba a la frontal, debía aprovechar la oportunidad para pisar zona de remate y ocupar junto a Van Basten un espacio que los extremos se encargarían de ensanchar. Sólo unos meses más tarde, sin embargo, Koeman cambiaría Ámsterdam por Eindhoven, y Cruyff optó por hacer de Rijkaard su nuevo 4. Retrasó unos metros su posición, y en el lugar que hasta entonces había ocupado Frank Johan eligió a Aron Winter. Con el joven canterano como medio más adelantado, dadas las diferentes características de estas dos piezas centrales así como el mayor conocimiento que los rivales empezaron a mostrar sobre el sistema de El Flaco, la figura del cuarto centrocampista, que mantuvo su valor en la llegada, la cobertura y la superioridad numérica, comenzó a incrementar su peso en la cuestión del pase atrás. Winter tenía menos dotes organizativas de las que había podido tener Rijkaard por delante de Koeman una temporada antes, de modo que su papel devolviendo el esférico rápidamente y de cara a los compañeros que tenía por detrás, fue volviéndose cada vez más frecuente. Las descargas hacia el mediocentro o los interiores, así como las aperturas a banda, ganaron terreno a los giros sobre sí mismo con los que sí había adornado meses atrás su juego el portador del 6 con tal de poder afrontar el ataque de cara y con el balón controlado. Con Rijkaard en el cierre y Winter en la corona, Johan Cruyff ganó su primera Recopa de Europa.
La segunda la levantaría dos años después, ya como técnico del F.C.Barcelona, tras una final contra la Sampdoria disputada en Berna en la que José Mari Bakero no pudo estar. Tanto la pizarra de Cruyff como Bakero, llegaron a aquel verano de 1988 sin ser todavía lo que juntos serían, de modo que en un curso que el de Goizueta estrenaría y despediría lesionado, en ambos, tanto como su encuentro, pesaría el desarrollo de sus carreras hasta entonces. En primer lugar el jugador mantendría en la medular un comportamiento más típico de centrocampista, emparentado con el que había tenido en la Real Sociedad, y por otra parte el sistema del equipo, en ataque, priorizaría por encima de su juego de espaldas su capacidad llegando desde atrás. Julio Salinas, el nueve, encargado desde la movilidad de “abrir los huecos necesarios a sus compañeros“, era quien más protagonismo adquiría en la descarga en un equipo todavía mecánico. Es por eso que, cuando debido a las lesiones no pudo contar con Bakero, Cruyff buscó en sus sustitutos, más que el pase atrás, el juego de centrocampista más arquetípico con Luis Milla y Eusebio, o una mayor capacidad en el remate y la presión con Robert Fernández o Guillermo Amor. El canterano, todavía sin plaza de titular en el once de gala del primer equipo, fue quien más veces ejerció como reemplazo en la posición del 6, certificando el carácter llegador que aquel curso tuvo la demarcación con su temporada más anotadora de cuantas disputaría en el primer equipo. Para Bakero, en cuanto a goles por partido disputado, también lo fue.
Si en cuanto a la confección de la plantilla el primer año de Cruyff como entrenador del Barça había consistido en dar con una nueva base de futbolistas nacionales, el segundo verano fue el de seleccionar las primeras estrellas extranjeras que deberían elevar el nivel y el techo del equipo. Koeman, con quien ya había coincidido en el Ajax, y Michael Laudrup fueron sus oportunas elecciones. Especialmente relevante para lo que nos ocupa resultó la incorporación del danés, pues con él gradualmente el equipo fue arrinconando la figura ofensiva del 9 de escuela que hasta entonces para Cruyff habían representado primero Marco van Basten en el Ajax y después Julio Salinas en el Barça, para dar cobijo a una referencia en punta mucho más vaporosa y flotante. El falso nueve significaba para Johan la oportunidad de incrementar todavía más la presencia de efectivos en el centro del campo, de abrir espacio en el frente de ataque para las entradas desde la segunda línea y de activar una serie de intercambios posicionales que incrementaran la complejidad de su ataque y dificultaran la respuesta defensiva de sus contrincantes.
Resultaba un futbolista que redimensionaba el valor de José Mari Bakero y sus funciones como 6 en el engranaje azulgrana. Por un lado, lo señalaba como principal referencia y solución a la hora de jugar el balón de espaldas, toda vez los balones que los dos anteriores años habían buscado a Salinas con ese propósito ahora los acapararía él, y por el otro, la pérdida de una referencia clara en el área muchas veces debía encontrar en sus llegadas quien sumara presencia en el área, sobre todo en las ocasiones que los descensos de Laudrup a la medular no eran acompañados por el central y, por lo tanto, reclamaba la atención de uno de los hasta ese momento ocupados medios rivales. De esta manera, a partir de 1990, el Dream Team vuela. A lo largo de estos años de convivencia entre el seis y el falso nueve, la progresiva especialización de Bakero y el aumento de su peso específico en el funcionamiento del sistema, poco a poco fue afectando, también, a la misión encomendada a sus puntuales reemplazos. Si éstos anteriormente se habían enfocado principalmente a la llegada, el peso que el pase atrás de Bakero fue tomando en la fórmula de Cruyff motivó que también sus sustitutos fueran incorporando con más frecuencia que antes esta acción. Guillermo Amor, más adaptable a la tarea, terminó por convertirse en la primera y más clara solución para el equipo en ausencia de Bakero, imponiéndose a Roberto Fernández o a Nadal en las preferencias del técnico.
Si el paso del nueve al falso nueve supuso en 1989 un acontecimiento de notable influencia en el encaje, atribuciones y valor del navarro dentro del esqueleto del Dream Team, la llegada de Romário y con ella el regreso de una referencia rematadora al ataque del Barça, también marcaría su papel. El brasileño, además de un delantero que se encargaba por sí mismo de ocupar el área necesitando con menor frecuencia las apariciones del 6, desarrollaba en las inmediaciones de la corona una sensibilidad en el apoyo y una pulcritud técnica en la dejada que permitían a los pasadores repartir objetivos a la hora de lanzar el balón hacia adelante. “Cruyff me decía que cuando me llegara la pelota al primero que tenía que buscar era al que estuviera más lejos, a Romário” ilustraba Guardiola. Con el fichaje de O’Baixinho, pues, por un lado Bakero ejercía como parada intermedia, como punto de apoyo antes de la ascensión definitiva, y por el otro incrementó su fútbol de cara a la portería contraria. Esto último se potenciaría más si cabe con la cada vez más frecuente presencia de un cuarto zaguero, algo que llevó al de Goizueta a relacionarse cada vez más con la zona del interior.
La del 6 después de Bakero es una historia con bifurcación. Una de ellas habla de la búsqueda de un reemplazo más puro y la otra de nuevas rutas tácticas para mantener su esencia en el cuerpo de otros. A propósito de la primera, la última temporada de Cruyff en Barcelona, para el puesto de un José Mari ya más dosificado, tuvo como probadores ocasionales a Óscar García, a Figo, otra vez a Guillermo Amor y muy puntualmente a Iván De la Peña, rutilante canterano con la mediapunta como hábitat natural pero cuyas características muy poco tenían que ver con el 6 al que Johan dio forma en su pizarra. Sí se le asemejaba más el futbolista que, en el Ajax que dirigía Louis van Gaal y que mantenía libreto táctico, ocupaba la punta del rombo holandés. Un Litmanen de llegada y descarga convertido en socio principal de los móviles puntas del cuadro de Ámsterdam. Cuando Van Gaal emprendió su primera aventura en el Camp Nou, durante los compases iniciales de su andadura, el futbolista al que asignó estas funciones fue a Luis Enrique, punto de unión entre Johan y Louis y quien por lectura del espacio entre líneas, capacidad para habilitarse como receptor del pase, sorpresa desde la segunda línea y gol, parecía reunir las condiciones necesarias para tan particular misión.
Sin embargo, a la postre, también el Barça de Van Gaal terminó por adoptar el 1-4-3-3 como dibujo más habitual, una formación sin rombo que, al menos en la pizarra, prescindía de la figura del 6. En realidad, no obstante, como había insinuado de forma tenue Romário y más claramente Nwankwo Kanu o Patrick Kluivert, con la defensa de cuatro algunos de los encargos del mediapunta de escuela holandesa pasaron a manos de delanteros centro expertos, también ellos, en el juego de espaldas, en la devolución de cara, el apoyo y en la inteligencia abriendo espacios para sus compañeros en los últimos metros. ¿Y si el 6, simplemente, se dio la vuelta?
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– Foto de portada: Simon Bruty, Shaun Botterill/Allsport
vi23 14 marzo, 2017
Enhorabuena por el artículo, me ha gustado mucho.
Si acaso, como pequeña crítica constructiva, creo que le has prestado poca atención al rol de Bakero cuando el equipo no tenía el balón. Era importantísimo, tanto en presión como en bloque medio. Las bragas del Barça, le dijeron…
Morén 14 marzo, 2017
Totalmente. Las implicaciones defensivas de la posición eran muchas. Desde la presión, donde José Mari era de los más intensos a la acumulación de hombres por dentro para hacer más pequeña la parcela a defender para cada uno, pasando por cómo favorecían el posterior trabajo sin balón esos pases que lo buscaban en vertical. Tanto Cruyff como luego Guardiola hicieron mucha referencia a ellos.
Fedecker 14 marzo, 2017
Me encanta la última frase: “Y si el 6, simplemente, se dio la vuelta?” El 6 se giró y se convirtió en 9. Muy bueno el doble sentido.
Javier 14 marzo, 2017
Gran trabajo Albert!
Luis Glez. 15 marzo, 2017
Enorme artículo Albert, mis felicitaciones.
Una cuestión que pronpongo, supongo que habrás aprovechado esta vuelta al 1-3-4-3 del Barça para elaborar este artículo; así, ahora ese vértice es ocupado por Messi, lo cual, tanto rol como jugador es incomparable, pero, ¿tienes pensado escribir algo sobre como la función de este vértice cambia con Messi y las funciones que tienen que hacer los jugadores de alrededor? Imagino que quizás sí, si este dibujo se establece finalmente como dibujo estándar del Barcelona de LE 3.0.
Muchas gracias por este gran trabajo que haces Albert.
Jolaus 22 marzo, 2017
Recuerdo que hace años en el Crackovia (programa de humor de TV3), mencionaron, de forma jocosa claro, una de esas características de Bakero que mencionas en el artículo. En un gag que hace homenaje al gol de Koeman a la Sampdoria, cuando Stoichkov y Koeman discuten quien lanzará el tiro libre, José Mari toma la pelota y se dispone a chutar. Stoichkov le señala que la portería está al otro lado, y Jose Mari (encarnado por el genial Bruno Oro) dice “Ès veritat. Es la costumbre de tirarla siempre p’atrás”..
No sé si en su momento, la afición llegó a comprender al 100% la función y los movimientos tácticos de Jose Mari mencionados aquí, pero es claro que su forma de jugar si que fue notada por todos..