El Barça de Luis Enrique arrancó en enero de 2015 desde su banda derecha, y hoy se está despidiendo desde la izquierda. Los sucesos principales de su juego ocurren en este perfil del campo, siendo el más destacado a lo largo de los últimos partidos el descubrimiento de un Neymar muy participativo y más centrocampista como posibilitador de Messi en la mediapunta. En el Estadio de Gran Canaria, el brasileño volvió a ser protagonista por su presencia en el juego medio e impacto cara al gol, desde el sector del campo que reunió a las piezas que más relevancia cobraron en la tranquila victoria culé. El escenario a enfrentar vino definido por la apuesta, en el equipo de Quique Setién, de una línea defensiva adelantada. Por momentos acompañada por la intención presionante de sus futbolistas más ofensivos, y en otros con la medular más vestida, los locales mantuvieron firme el propósito de fijar la altura de su zaga a varios metros de Javi Varas. Siendo esta una característica compartida, también, por el rival que tenía en frente, el aprovechamiento que hicieran unos y otros del espacio concedido a la espalda de la última línea iba a marcar el éxito de sus respectivos concursos.
En un encuentro con varios puntos en común a un lado y al otro del campo, la relativa constancia con la que ambos conjuntos lograron dar salida a los primeros pases desde los estadios iniciales de la jugada, deparó un guión cambiante en las direcciones que con balón permitía ganar metros a los dos equipos. Los centrales Umtiti, Marlon, Lemos y Bigas fallaron pocos servicios, erigiéndose en sustento de lo que vendría después. Especialmente los del Barça, con Umtiti a la cabeza y un 96% de acierto en el pase, fueron la primera piedra para desactivar la voluntad de robo canario haciendo llegar el balón a Busquets e Iniesta. Ellos fueron el siguiente paso y los encargados de ganar la primera de las espaldas de su rival que conquistó el Barça. Desde la seguridad técnica, la lectura del hombre libre y la inteligencia posicional, fueron origen y destino de sucesivas líneas de pase que le descubrían huecos al planteamiento de los locales en zona ancha. Parecido, aunque no equivalente, sentido tuvieron los canarios Roque Mesa y Jonathan Viera, las soluciones de la UD Las Palmas para progresar con el esférico escalando a partir de conducciones y recepciones por dentro a la espalda de los centrocampistas azulgranas.
La diferencia definitiva, sin embargo, estuvo en la capacidad que mostraron unos y otros para castigar la segunda espalda que ofrecía el partido. Así, mientras los locales apenas encontraron en el duelo entre Jesé y un Lucas Digne fuera de posición la vía abierta por la que hacer correr hacia atrás a la defensa culé, los hombres de Luis Enrique echaron sal a la herida con los futbolistas que habitan su carril izquierdo. De este modo, a los primeros pases de Umtiti y la sapiencia futbolística de Iniesta, se le sumó la profundidad de Luis Suárez y Jordi Alba, así como la versatilidad posicional de Neymar, pendulante entre la banda y el centro y entre el desmarque y el apoyo. El brasileño la quitó el tapón a la bañera, habilitando una puerta a través de la que cualquier desmarque tenía todo a favor para descomponer a la zaga amarilla y acceder en ventaja a zona peligrosa. Luis Suárez desde la punta, picando a la espalda de un Lemos separado de su lateral más próximo, o las llegadas de Alba, preciso en el timming de aparición y perfecto resolviendo en el último tramo, resultaron los puñales con los que correr la pendiente hacia Varas y, a su vez, los pellizcos que estiraron de los locales hacia atrás aclarando la frontal del área.
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– Foto: Desiree Martin/AFP/Getty Images