En una de sus primeras declaraciones, e interrogado acerca de cómo veía él la función de Leo Messi en el equipo, Ernesto Valverde aseguró que su idea era que el argentino pudiera estar siempre cerca de la finalización porque ahí es donde más puede marcar la diferencia. En el actual Barça, sin embargo, esta intención del Txingurri convive con la realidad de una plantilla cada vez más menguada de capacidad creativa. Con los vacíos todavía por llenar de Xavi y Dani Alves, este verano el cuadro azulgrana ha visto partir al que quizá sea el torrente imaginativo más abrumador del momento, y en el inicio de temporada ha constatado que la participación de Andrés Iniesta seguramente no vaya a poder gozar de la continuidad deseada. El manchego, que ya no pudo estar el miércoles en el Santiago Bernabéu, también faltó al estreno liguero ante el Betis, y junto a él otros dos futbolistas de relevancia máxima como Piqué y Luis Suárez. Con semejante panorama, al técnico barcelonista lo tocaba mover ficha, y después del tropiezo de la Supercopa, lo hizo y lo hizo de forma muy interesante.
Dada la ausencia y relevancia del nueve uruguayo, la solución con la que el Barça de Valverde se presentó en Liga tuvo apariencia de medida puntual, pero ni que fuera como declaración de intenciones hacia su máxima figura, Leo Messi fue falso nueve con Gerard Deulofeu y Paco Alcácer haciendo, para él, de Pedro Rodríguez y David Villa. El argentino iba a tener la libertad, que no la obligación, de fundirse tanto como quisiera con el juego medio -tocó el balón en 25 ocasiones más que la media de la temporada pasada- sin verse alejado por ello de la finalización -disparó a puerta hasta 10 veces-. El dispositivo del equipo le permitió ambas cosas. Por un lado comprometiéndose con él a ser autosuficiente a la hora de hacer avanzar el cuero, y por el otro ordenándose en ataque en función de los movimientos del argentino. A lo primero contribuyeron decisivamente cuatro aspectos del juego y el planteamiento azulgrana: la presencia de Sergi Roberto entre líneas, la de Rakitic por detrás del balón, los espacios en las bandas y la capacidad del equipo para recuperar el balón arriba. En cuanto a la medular, la disposición de sus tres ocupantes resultó novedosa y controvertida en cuanto al dibujo, ya que pese a seguir repartiéndose Rakitic y Sergi Roberto los perfiles, el croata jugó buena parte del partido en una altura más cercana a la de Busquets que a la del de Reus.
A Ivan su posición lo habilitó como una opción de pase clara por delante de los centrales, y dada su capacidad en el golpeo, como un origen seguro a la hora de conectar con las diferentes referencias que el sistema presentaba por delante suyo. Además, cerca de Busquets, su cobertura concedió correa al mediocentro catalán, asomado muchas veces a la frontal del área tanto para imponer su ley en la recuperación adelantada como para conectar desde el pase con Leo Messi. Ambas funciones tuvieron mucho que ver, también, con el papel desempeñado por Sergi Roberto, abanderado de la presión a la manera de los mediapuntas de Valverde desde una liberada posición defensiva por detrás de Leo Messi. Sergi fue una solución más o menos constante para castigar la todavía tierna salida de balón del Betis, un factor determinante para romper líneas ya fuera recibiendo a la espalda de una de ellas o atravesándola en conducción, y una compensación posicional tanto para Alcácer como para Messi. Con el argentino combinó e intercambió alturas, dando al frente del ataque blaugrana una notable fluidez pese al particular rol de su referencia ofensiva.
También participaron en ella el sacrificado pero eficaz papel de los teóricos delanteros de banda. Deulofeu y Paco Alcácer iniciaban la jugada escorados a la orilla con tal de dotarla de la amplitud necesaria, pero una vez ésta se adentraba más allá de la divisoria, ambos se desplazaban a zonas más centradas para que los apoyos de Messi no dejaran sin amenazas a la pareja de centrales bética. Especialmente el catalán protagonizó una actuación posicionalmente excelente, conviviendo con las aproximaciones de Leo y las llegadas de Semedo sin pisarse con ninguno de los dos. Se escalonó verticalmente, mezcló la banda, el area y la corona, y tocó para que Rakitic y el lateral derecho recibieran el balón de cara. Todavía falto de atrevimiento en lo individual, colectivamente el partido de Deulofeu fue lo que el equipo demandaba de él. A tenor de los movimientos fuera-dentro de los extremos del Barça, la cal en los últimos metros perteneció generalmente a Nélson Semedo y a Jordi Alba, encargados de mantener amplio el ataque y espoleados por la enorme cantidad de espacios que en las bandas fue capaz de generar el juego interior del Barça. El fútbol de los barcelonistas está y estará donde se sitúe Leo Messi, y el domingo el argentino jugó por el centro y arriba.
-La posición de los delanteros del Barça, y la altura en la que Messi localizó su juego (squawka.com).-
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– Foto: Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images


