Si los partidos contra Betis, Alavés y Espanyol le habían servido al Barça para fijar el punto desde donde empezaría el camino, su duelo ante la Juve valió para establecer cuánto del mismo le queda por recorrer. Después de tres encuentros de verse en el espejo, llegaba el turno de compararse con quienes legítimamente aspiran al mismo botín que los culés. Como es lógico, teniendo el Barça de Valverde apenas un mes de vida, lo que le queda por delante es mucho, pero mientras suma nuevos pasos a su trayecto, cuenta con quien puede cambiarle la normalidad al tiempo: un Leo Messi al que el Txingurri pretende acercar al reloj del área para que le dé cuerda, lo detenga o altere la cadencia de sus agujas dándole al equipo el margen que necesita para crecer. Mientras va tomando cuerpo, el Barça 2017-18 sigue imbatido en Liga, se estrena con golpe de autoridad en la Champions League, y acumula optimismo al ritmo del goleto anotador de su máxima estrella. Leo, con siete goles en cuatro partidos, le permite estar sin haber llegado todavía.
La prueba contra la escuadra de Massimiliano Allegri esperaba como la primera gran piedra de toque en el inicio de curso, como el primer rival que pondría en duda al nuevo sistema de Valverde con verdadera aspiración de vencerlo. La oportunidad para interrogar de forma severa al funcionamiento colectivo acerca de su capacidad para encontrar a Messi cerca del área, y para hacer progresar y acelerar el juego sin necesidad de que el argentino tenga que retrasar su posición acudiendo en su auxilio. En un partido definido por fases, y condicionado en el ánimo y el respirar por la precisión del 10 para perforar la red de Buffon, el cara a cara reveló dos secretos del actual momento de juego azulgrana: enfrentado a la máxima exigencia, su propuesta todavía no está lista para funcionar con continuidad, pero sí para hacerlo de forma puntual. Hace años, un histórico cazatalentos de la cantera barcelonista afirmaba que, en la captación del talento más joven, debía prevalecer lo más meritorio que el futbolista es capaz de hacer ni que sea una única vez, sobre aquello que, aunque menos brillante, puede repetir con cierta frecuencia. Que el tiempo y las herramientas que se pondrán a su disposición, decía, ya se encargarán de posibilitar que suceda a menudo. Lo principal es saber que puede hacerlo.
Dado que la madurez del nuevo proyecto es todavía incipiente y que el Barça de Valverde luce aún varios dientes de leche, podría ser éste un paralelismo útil como acercamiento tanto a su actual realidad, como al desarrollo de su partido de anoche. El primer tiempo, sin ir más lejos, dibujó a una Juventus ordenada, presionante en campo rival y sólida en el propio, capaz de dificultarle la salida de balón a los locales en un extremo de la manta, y de anular su producción de peligro en el otro. El Barça, controlador con balón a partir de un Andrés Iniesta crecido, podía mantener cómodamente la pelota más allá de la divisoria, pero no era capaz de inyectarle el chispazo a la jugada. Por momentos resultó inofensivo. En el lado contrario, sin embargo, cuando los turineses recuperaban el balón, su transición defensa-ataque sí insinuaba veneno, con un gran Pjanic que encontraba a Dybala a un lado y al otro de Busquets, y un Barça que sin la necesaria profundidad en la ofensiva respondía a la pérdida con una presión arriesgada que en varias ocasiones expuso demasiado a su pareja de centrales. Pese a lo adelantada que suelen fijar los culés su línea defensiva, no es muy habitual que el rival logre ganar con facilidad la espalda de Piqué y Umtiti, y en cambio los atacantes de la Juve lo lograron en más de una ocasión.
La lentitud de Dybala e Higuaín para aprovecharlo en carrera, la capacidad de los centrales para corregir, y la destacada actuación defensiva de Semedo tanto en su duelo contra Douglas Costa como recuperando metros corriendo hacia atrás, permitieron a Ter Stegen sumar su cuarto partido seguido sin encajar. A tenor de lo vivido durante los primeros 45 minutos de juego, también Buffon pudo soñar con ello, pero al Barça la jugada le salió esa única vez que indica que puede hacerlo. Todos los pases que anteriormente Luis Suárez había extraviado dejaron paso a una dejada certera, ayudada por el arrastre que Jordi Alba efectuó sobre Sturaro y que lanzó a Messi hacia ese área que para él es un océano. Una vez fue suficiente. Una vez para que los locales saltaran al campo tras el descanso con un punto extra de confianza y tranquilidad, y para que la Juventus lo hiciera con la necesidad de dar un paso al frente, en pos de acercarse a una portería que a pesar de su buena primera mitad habían visto demasiado lejos. Una primera vez para que el partido cambiara. Para que Messi, Luis Suárez y Dembélé pudieran correr. Y para que Leo, como tantas otras primeras veces, tiñera de placidez una noche que empezaba con amenaza. Para que el Barça de Valverde, todavía sin haber llegado, pareciera que ya está.
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– Foto: Alex Caparros/Getty Images

