El nuevo Barça de Valverde ha disputado ya dos jornadas de Liga sin haber podido contar todavía con Luis Suárez. El uruguayo no es un jugador cualquiera, ni en general para el equipo ni particularmente para el Txingurri, y menos después de cómo se ha resuelto el verano culé. Su peso específico en el último ciclo azulgrana, su relevancia estilística en el proyecto Luis Enrique y, de forma clara, ser uno de los futbolistas de auténtica grandeza contrastada que todavía le quedan al conjunto barcelonista, hacen de él un jugador capital a la hora de afrontar los escenarios y los retos de una temporada que al Barça se le presenta con apariencia antipática. Perdido Neymar Jr, y mientras el imperfecto Dembélé pule su madurez futbolística, el charrúa será junto a Leo Messi el otro gran argumento catalán en ataque. El segundo hombre con más cosas que decir allá donde decirlas tiene más consecuencias, y dónde éstas adquieren una mayor trascendencia a la hora de definir la suerte de las batallas libradas. No por nada, el mejor Luis Suárez levantó junto a sus compañeros triplete y doblete de forma consecutiva, y uno menos afinado y puntual despidió con decepción el curso que sentenciaría al proyecto que él mismo contribuyó a perpetuar. La temporada pasada del punta de lanza culé transcurrió como un constante compás de espera en forma de una llamada a la que, del todo, nunca acudió.
En total, 36 goles la contemplaron, pero ni la trascendencia de los mismos -en la fase final de la Champions solamente anotó uno- ni el impacto de su juego en los encuentros, dio forma al ariete voraz que unos meses antes ajustició sin miramientos las redes de Manchester City, Paris Saint Germain, Juventus, Atlético o Real Madrid. El descenso en la inspiración de Suárez quedó acentuado, además, por la coincidencia primero con el desacierto que arrastró Neymar hasta inaugurar el 2017, y después con la necesidad de que bien el brasileño o bien Leo Messi multiplicaran su peso en el juego varios metros por detrás de lo habitual con tal de auxiliar a un colectivo sin soluciones, a cambio de adelgazar el músuclo intimidatorio del frente de ataque azulgrana. En los últimos metros, a Luis Suárez muchas veces le tocó pelear solo, y en esta ocasión no se bastó. De cara al nuevo curso, podría suceder que el futuro más inmediato le plantee un contexto similar, dada la reducción de capacidad resolutiva causada por la salida de Neymar y por la amenaza de que, no cubierta la necesidad de un mensajero que una la sala de máquinas con la zona de finalización, Messi deba volver a disfrazarse de solución cerca del centro del campo. Al respecto del argentino, sin embargo, no parece ser esa la intención inicial de Ernesto Valverde, quien de momento no ha hecho más que avalar dentro del campo aquello sobre lo que insiste fuera: prefiere que Leo juegue cerca del área rival.
Su fórmula, en las pruebas libradas por el equipo en Liga, ha dibujado al 10 recuperando su otrora demarcación de falso nueve, aprovechando la ausencia de Luis Suárez para formar en el centro del ataque custodiado por dos extremos pensados para él. Alcácer, Deulofeu, Aleix y Denis han sido los cuatro hombres que, con más o menos minutos, han tratado de acompasarse al argentino y equilibrar desde las alas la libertad que se le entrega. Dos goles, cuatro disparos a la madera y doce tiros a puerta más tarde, la vuelta de Suárez resulta una pregunta directa a las primeras pinceladas del Barça 2017-18. A propósito de la posición de Leo, del encaje de Luis con ella y de la respuesta que pueda dar el charrúa. Sobre si casi una década después cabe volver a imaginarlo partiendo desde un costado buscando la diagonal, compensando el espacio liberado por el 10 y empujado a separarse de la cal por un lateral como Jordi Alba. Sobre si con él de regreso al centro la banda derecha culé hallará la forma de mantener el equilibrio. Sobre si se repartirá el área y la frontal con Leo, o si, por el contrario, será el hombre señalado que, manteniendo el poder de su remate, permita a Valverde desdecirse y vestir a Messi de origen empleando al argentino unos metros por detrás. Hay que esperar a Suárez para saber cómo será el nuevo Barça.
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– Foto: Lluis Gene/AFP/Getty Images

