Desde que en 2008 el Barça B escapara de Tercera División, las mejores versiones del filial azulgrana han tenido como nota común la capacidad para establecerse cerca del área contraria. De poder pararse arriba. En el capítulo de la anécdota se encuadra que tanto Luis Enrique como Eusebio o Gerard López lo lograran desde la figura de su extremo izquierdo, pero Nolito, Denis Suárez y Alberto Perea ejercieron para cada uno de ellos como punto de apoyo alrededor del cual juntar al resto de piezas cuanto más arriba mejor. Tres futbolistas de características distintas, pero los tres capaces de detener el balón en sus botas, pausar la jugada en los últimos metros, y descargar hacia compañeros más atrasados que recibían observando la acción de cara. Dos terceros puestos en la categoría de plata y el último ascenso fueron el resultado más directo de sus consecuencias. Sin embargo, en la actualidad, y desprovisto en verano de Perea, la temporada para Gerard López escribe una de sus historias en relación a la búsqueda del hombre o del mecanismo que permita, de nuevo, al Barça B fijar su juego de ataque en una zona del campo elevada.
Durante sus primeros extremos, con Aleñá en la derecha y Arnaiz en la izquierda, ambos jugadores construyeron una relación entre ellos eminentemente vertical, en la que el catalán ponía de su parte la conducción y el envío cruzado, mientras el talaverano contribuía con desmarques fuera-dentro y agresividad en la finalización. Pese a la capacidad del mecanismo de girar al contrario y ponerlo a correr en dirección a su portero, ninguno de los dos futbolistas desarrolló en exceso la tendencia al pase atrás, y ambos potenciaron una capacidad definidora muy emparentada con el remate y la creación de ocasiones de gol. Aparentemente el contrapunto en la mezcla, quien ejerciera como retrovisor, parecía que debía ser un Lozano muy enfocado al juego de espaldas y la descarga, como solución para lanzarle un amarre al mediocampo cuando la acción ya se hubiese adentrado en el último tercio de campo. La falta de acoplamiento del punta, y en general las dificultades del equipo para dar con la tecla que consiga ensamblar el sistema, recientemente han desembocado en la apuesta por situar en las orillas a dos extremos a pierna natural. Con Arnaiz en la derecha y Concha en la izquierda, a costa de cercenar la vía rápida que se establecía entre Jose y Aleñá, insinúa buscar Gerard una ocupación más fija del lateral del área -toda vez Cucurella tiende más al pico y Palencia a la aparición- desde la cual habilitar la corona con el servicio hacia los interiores.
Las prueba, no obstante, por el momento no está resultando demasiado satisfactoria, pues al B sigue costándole pararse arriba para defender de un modo más ajustado a las características de sus futbolistas, y por el camino ha sacrificado, al menos de forma momentánea, alguno de sus vínculos más productivos. En pos de construir otros nuevos, el último precedente del filial, el viernes en Cádiz, dejó ver nuevos matices en el perfil derecho del ataque culé, con un Arnaiz más liberado para influir por dentro y un Aleñá por momentos dibujado como mediapunta con tal de no redundar posicionalmente entre ellos. Ladeándose Oriol Busquets hacia la derecha, y asumiendo Galarreta el lado zurdo de la base, por fases el Barça B dio cuerpo a un heterodoxo 1-4-2-3-1 que colocaba a su estrella por detrás del punta. Gerard deberá seguir buscando, ya que tampoco en esta ocasión su equipo fue capaz de asentar con regularidad su juego en las inmediaciones del área del Cádiz, lo cual, además de dificultarle la ofensiva, lo condenó a una respuesta defensiva más próxima a su propio campo que al del adversario. En este escenario, la vulnerabilidad las bandas y el insuficiente dominio en el área de su zaga y portero, volvieron a alejarlo demasiado de los puntos.
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