El Barça 2018-19 cambió en Wembley a raíz de la entrada de Arthur en el once habitual en detrimento de Ousmane Dembélé. La presencia del brasileño, y otras modificaciones derivadas como el adelantamiento de Coutinho desde el interior izquierdo al extremo, reconfiguraron al equipo de Valverde a través de una apuesta por el control y el orden contrapuesta al inicio de curso deslavazado y con demasiadas puertas abiertas que habían protagonizado los culés. Valverde encontró una estructura con la que poder dar espacio a la circulación sin forzar los cimientos, con la que ser profundo, juntarse cerca del área a través del pase, mantener la amenaza sobre el arco contrario y activar una presión tras pérdida en ventaja en campo rival en virtud de la cual llevar la iniciativa en el juego, también, con el balón en poder del adversario. Tottenham, Valencia, Sevilla, Inter y Real Madrid han sido las exigentes piedras de toque de una fórmula que, en base al éxito demostrado, todo indica que seguirá guiando el rumbo azulgrana durante los meses siguientes. El Barça 2018-19 no empezó en agosto, sino en octubre.
A pesar de la casi impoluta hoja de servios del equipo a lo largo de las últimas semanas, y del evidente rendimiento y evolución que ha experimentado la apuesta del Txingurri, en los cinco partidos de este ciclo de compromisos reciente se ha repetido una circunstancia: el control del Barça sobre el partido ha sido superior durante el primer tiempo que durante el segundo. Motivado, seguro, por factores diversos, como el hecho de que en cuatro de los cinco encuentros los barcelonista han llegado al entreacto con ventaja en el marcador, el fenómeno se ha traducido, por ejemplo, en una disminución media de casi un 10% en su porcentaje de posesión de pelota, un descenso que ante el Inter se acercó al 15% de cuota de balón y que en el clásico rozó el 20%. Centrando el análisis en Arthur Melo, probablemente el futbolista más relevante para entender el cambio de paradigma del equipo con respecto a su arranque de temporada, puesto que el impacto de su juego, más allá del aporte individual, se ha ramificado en sus compañeros y en el sentir futbolístico grupal, cabe resaltar que el brasileño no ha completado ninguno de los cinco partidos que engloba la mejoría del Barça. Aunque en este caso, esto parece más una consecuencia que una causa.
Así, tomando como muestra los dos partidos en los que a la sustitución de Arthur siguieron, al menos, diez minutos más de juego hasta el final del encuentro, el análisis arroja una curiosa coincidencia: el porcentaje de posesión del Barça, en los segundos tiempos, no bajó sin su nuevo cerebro, sino antes. Tanto ante el Sevilla como frente al Inter de Milán, el descenso se produjo desde la reanudación. La sustitución del brasileño, en Champions, no alteró la cuota de balón de los culés, y contra los de Machín, incluso, llegó acompañada de un repunte de más del 20%. La muestra, de sólo dos partidos, es escasa, y además de los muchos factores que pueden intervenir en la estadística cabe apuntar que la posesión no es por sí misma un indicativo de control -aunque el cambio efectuado por el Barça sí vincule ambas cuestiones-, pero acompaña tanto las señales futbolísticas del equipo en las segundas mitades como unas declaraciones de Valverde tras el clásico en las que hacía mención a la pérdida de control sobre el juego como un elemento no buscado previo a las entradas de Semedo y Dembélé. Ya sea por una cuestión de adaptación física a un nuevo entorno y ritmo de juego, o por el hecho de que un rival necesitado pueda exponerlo a un tipo de presión adelantada distinta a la que ha convivido con Arthur en el fútbol brasileño, lo cierto es que el efecto del ex de Gremio sobre el control del juego viene perdiendo peso a medida que se alargan los partidos.
Mientras espera que tanto la cuestión física como la futbolística poco a poco se acompasen con las particularidades rítmicas de la Liga española y la Champions League, Valverde ya ha trabajado en variantes como un cambio de papeles entre Arthur y Rakitic en la presión que, sin balón, en los segundos tiempos resguarde al brasileño en la base y propulse al croata a zonas más adelantadas. Años atrás, Luis Enrique convirtió a un envejecido Xavi Hernández en una arma decisiva para la consecución del segundo triplete azulgrana, saliendo como hombre de refresco desde el banquillo para gestionar segundas partes con ventaja en el marcador, pero ahora no se adivina un futbolista en el fondo de armario barcelonista que, con Arthur en el once, pueda reproducir el rol que tuvo entonces el de Terrassa. Prácticamente todas las cartas de control a su alcance, el Txingurri las utiliza desde el inicio, sean en forma de extremos con tendencia a sumarse al mediocampo o de laterales con raíces en la línea medular. Sólo tiene un Arthur, aunque de momento no le dure un partido entero.
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– Foto: Octavio Passos/Getty Images

