Pocos jugadores en Europa han evolucionado más que Jordi Alba en los últimos tres años. Provisto de técnica y de determinadas características físicas de enorme impacto desde antes de su llegada a Barcelona, no fue hasta el segundo curso bajo la tutela de Luis Enrique que su fútbol empezó a ir más allá. Progresivamente, aunque de forma muy evidente, su juego fue dejando atrás el ímpetu desenfrenado y un apasionamiento casi precipitado supliéndolo con un grado de reflexión, interpretación y lectura que hasta entonces el lateral no había insinuado. Reposado en salida, cerebral en el desarrollo y lúcido en los metros finales, poco a poco Jordi dejó de ser remolino para convertirse en cirujano. Como los buenos crecimientos, además, el suyo no recogió un efecto meramente individual, sino que de su mano ha permitido que el equipo, año a año, haya podido encontrar en él nuevas posibilidades, siendo la más competitivamente relevante la relación que establecen sus subidas con el pase y el remate de Leo Messi. Su conexión es parte fundamental del sistema de juego culé y, seguramente, su automatismo más productivo. En ella nacen cuestiones que, sobre todo desde la salida de Neymar JR., el Barça difícilmente encuentra en otros.
Jordi Alba es un cambio de carril cuando las defensas rivales se cierran sobre la posición centrada de Leo, la forma más sencilla que tienen los blaugranas de alcanzar la esquina, el futbolista que más recurrentemente permite poner de espaldas a la defensa rival, y el asistente que mejor aprovecha con la dejada hacia atrás el espacio abierto entre la zaga y el mediocampo en zona de finalización. Incluso cuando a los azulgranas les falta juego (no así cuando les falta salida), la de Jordi Alba es siempre una posibilidad encendida. Por otro lado, la importancia del lateral se subraya por el hecho de que la plantilla barcelonista no disponga ni de un relevo de perfil similar ni de un sendero alternativo que suavice los efectos de su no presencia. El juego del Barça necesita a un Jordi Alba, pero sólo tiene a uno. Aunque no siempre. El sábado, contra el Valencia en el Camp Nou, Ernesto Valverde optó por dar descanso al catalán junto a Lenglet y Arthur Melo, y en su lugar volvió a probar con Sergi Roberto en la banda izquierda. No fue el único cambio de índole táctico que experimentó el Barça ante los de Marcelino, pues la ausencia combinada de Arthur y Busquets dibujó una línea medular de nuevo con una variación en su estructura: si recientemente el mediocampo culé había pasado de situar a sus tres integrantes sobre el mismo plano a adelantar la posición del interior derecho para situar a uno de ellos en una altura superior, frente a los ches fueron los dos interiores los que se separaron del mediocentro. Así, el primer escalón del centro del campo lo ocupó únicamente Ivan Rakitic, mientras por delante suyo tanto Arturo Vidal como Aleñá habitaron el segundo. A pesar de que ambos jugadores ya han sido alineados en este mismo espacio y con la misma función, su suerte y acierto a lo largo del partido resultó dispar.
– En blanco y negro, la posición de Rakitic durante la 1ª mitad, alejado del balón y desactivado en transición. En color, la corrección tras el descanso. –
En el caso del chileno, alineado en el mismo perfil que Sergi Roberto y Coutinho, y por lo tanto en el lado del campo que discurría con menor fluidez y naturalidad, el repliegue visitante y la escasa conquista local de las esquinas lo pusieron ante la situación de tener que jugar muy frecuentemente de espaldas a portería, escenario que puso énfasis en sus dificultades a la hora de perfilarse para dar continuidad a la jugada y a la lentitud de su giro. Carles, por su parte, que al igual que Vidal podía apoyar en el inicio a Rakitic aproximándose a la base pero cuya orientación fue vertical y hacia la frontal del área, lució mucha más claridad y conexión con el juego, así como un entendimiento posicional fluido con Leo Messi. Como viene sucediendo desde que Valverde ha cortado el vínculo entre el interior derecho y el pivote y lo ha emparejado con el argentino, a la derecha del mediocampo del Barça se sucedieron las relaciones tanto espaciales como con la pelota entre ambas piezas, permitiendo al 10 un volumen muy alto de participación por delante del centro del campo valencianista. De hecho, como las bandas con Semedo y Sergi Roberto tenían presencia pero no profundidad -ninguno de los dos resultó agresivo desmarcándose a la espalda de la defensa-, el ataque barcelonista se concentro por dentro, con Messi como origen desde el pase, la conducción o el desborde, y los dos interiores moviéndose por delante juntándose a Suárez y Coutinho.
La tercera cuestión tuvo que ver con el posicionamiento de Rakitic en el mediocentro, pues ya se debiera al hecho de que sus dos acompañantes de línea se alejaran de él, a que la falta de profundidad por banda no le diera tiempo a ubicarse en el lugar correcto o a cualquier otro motivo, el croata tendió distanciarse en exceso del juego cuando el Barça movía el balón en campo contrario. De esta forma, priorizando la cobertura de su parcela, lejos de fortalecerla la expuso, pues eliminó una de las barreras que debería haber enfrentado el Valencia para llegar hasta ella. Tras el primer pase de Parejo, los de Marcelino hallaron espacio para correr sin obstáculos y para llegar lanzados a la zona de Ivan. Además, y como cuarto factor, el técnico valencianista situó a sus dos hombres más adelantados en campo propio, justo a la espalda de los interiores del Barça, atacando por los dos flancos la posición de Rakitic, y llegado en carrera a la altura de los centrales. Estos fueron el quinto aspecto que explicó la superioridad che en transición, ya que tanto Piqué como Vermaelen concedieron demasiado espacio a sus teóricos pares en las vigilancias mientras los locales atacaban. Si recientemente la última barrera del Barça se había encargado de reforzar desde atrás la zona del mediocentro, esta vez, quizá porque en lugar de repartirse una única amenaza se enfrentaban a un rival con dos puntas, tardaron 45 minutos en devolverle el abrigo al pivote.
– En blanco y negro, la separación entre los centrales del Barça y los delanteros del Valencia durante la primer mitad. En color, la mayor agresividad con la que afrontaron las recepciones de los puntas. –
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– Foto: Alex Caparros/Getty Images

