Más que entrenadores que prefieran estar más cubiertos que otros, lo hay son técnicos que se cubren de distinta forma. Todos desean contar con alternativas si necesitan reemplazar a uno de sus jugadores habituales, pero parte de las diferencias de su manual de instrucciones reside en la manera cómo activan esas alternativas y en el lugar dónde las encuentran. En base a ello, a lo largo de las últimas décadas, la plantilla del FC Barcelona ha tomado forma a partir de dos tipologías de estructura según las necesidades, el peso y la influencia de sus entrenadores. A grandes rasgos, por una parte se han alineado técnicos como Van Gaal, Rijkaard y Luis Enrique, tendentes a ordenar su plantel según dos onces más o menos completos gracias a los cuales a cada pieza inicialmente titular le correspondiese un recambio natural y bastante definido. Dos laterales derechos, cuatro centrales, dos mediocentros, dos delanteros centro o dos extremos izquierdos alimentando una estructura de posiciones dobladas. Con matices, y con una materialización posterior de exactitud variable, una forma de maniobrar en la que cada demarcación la compiten dos jugadores de acuerdo a diferentes juegos de equilibrios. Los hay que se han basado en una disputa desde la igualdad de dos futbolistas de niveles parejos, desde la desigualdad con un protagonista principal acompañado de un secundario con escasas opciones, desde la equivalencia de dos piezas de características muy parecidas o desde la complementariedad de jugadores con distinto tipo de atributos.
Por el otro lado, entrenadores como Johan Cruyff y Pep Guardiola, normalmente partidarios de un tipo de relevo más multidireccional, apostaron por una división no tanto por pares sino por grupos. Así pues, en lugar de estructurar sus plantillas según dos onces posicionalmente intercambiables, lo hicieron conformando dos facciones. Una integrada por los jugadores llamados a absorver el grueso de minutos competitivos, esto es, los que determinan el signo de los resultados, y una en el que se reúnen una serie de complementos que los acompañan sin que recaiga sobre sus espaldas la misma exigencia. Una concepción diferente de la oposición entre titulares y suplentes que no se compartimenta según posiciones, sino que se apoya en relevos más flexibles. De acuerdo al primer tipo de plantilla descrito, pues, la baja del lateral izquierdo titular sería cubierta por un segundo lateral izquierdo suplente, mientras que en el segundo modelo podría ser cubierta por otro jugador que, sin ocupar necesariamente ese puesto, permitiera resituar a uno de sus compañeros en el puesto vacante. En el primer escenario, a Sergi Barjuan lo sustituiría Winston Bogarde, a Gio van Bronckhorst lo reemplazaría Silvinho, y Digne o Adriano harían lo propio con Jordi Alba. En el segundo, en cambio, por Sergi podría entrar Julio Salinas y situarse en banda derecha para que Goikoetxea pasase a la defensa, o Txiki Begiristain para retrasar la posición de Nadal.
En resumidas cuentas, a lo largo de las últimas décadas, en el Barça se han alternado dos modelos de plantilla. A una la podemos llamar 11+11 y a la otra 15+5, por simplificar.
— EUMD | Albert Morén (@eumd) 21 de desembre de 2018
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Del mismo modo, Touré Yaya podría suplir la baja de Abidal formando en el centro de la zaga y llevando a la banda a Carles Puyol, o Seydou Keita ser el recambio de Henry adelantando a Andrés Iniesta a la delantera. Por lo general, pues, la primera es una estructura que propicia plantillas con un mínimo de 22 componentes, mientras que el número en la segunda es más flexible y, normalmente, también más reducido. Desde su llegada al banquillo del Barça, Ernesto Valverde ha declarado en más de una ocasión su preferencia por contar con una plantilla corta, por lo que el presente análisis de la planificación del equipo 2019-20 seguirá esta estructura. Junto al deseo del técnico, además, asoman dos cuestiones más que invitan a ello. En primer lugar, en el corto y medio plazo el conjunto azulgrana deberá afrontar el relevo de determinadas piezas veteranas de enorme importancia. Futbolistas que, forzosamente, todavía mantendrán un protagonismo muy alto, pero que a su vez, en algunos casos, compartirán espacio con un aspirante a sucesor que, dado el estatus, impacto y nivel que se requiere para ello, igualmente ocupará un rango de importancia elevado. Que el reparto no se reduzca a la alternancia entre los dos, sino que se abra a la posibilidad de que ambos compartan presencia en un mismo once, se presume como una fórmula más armónica de resolver la cuestión.
El segundo aspecto tiene que ver con la interacción con el filial, pues si bien no es una condición indispensable -como bien demostró Louis van Gaal en sus años como técnico azulgrana- sí es cierto que una estructura por grupos puede facilitar más la integración de canteranos que una organización a partir de dos onces, en el sentido que la segunda señala al canterano ascendido como un potencial titular en escenarios de máxima exigencia en caso de necesidad, mientras que la primera ofrece una mayor protección ante esta posibilidad. Una plantilla «11+11», sobre el papel, demanda una mayor preparación y madurez del futbolista joven a utilizar. Teniendo en cuenta la naturaleza del filial blaugrana, compuesto casi en su totalidad por futbolistas que el curso pasado formaron parte del equipo Juvenil y que apenas cuentan con unos meses en categoría profesional, probablemente encajaría mejor un planteamiento en el que las necesidades competitivas del primer equipo quedaran cubiertas por un grupo amplio de «titulares» pero que, a la vez, a partir de una plantilla corta, dejara abierto un espacio menos exigente para los talentos más jóvenes. Un roster integrado por unos veinte efectivos, estructurado, aproximadamente, según una proporción de 1+1 en la portería, 6+1 (o 2) en defensa, 4+1 (o 2) en mediocampo y 4+1 en la delantera, lo suficientemente ajustado como para que los distintos momentos de la temporada permitan la integración de nuevos canteranos en el primer equipo.
– Foto: Lluis Gene/AFP/Getty Images

