Ahora mismo, la Champions League es un problema para el FC Barcelona. No la juega, la sufre. No puede sacar nada bueno de ella. A nivel competitivo, sus credenciales individuales y colectivos están lejos de quienes, como él hacía antaño, hoy acuden a la competición con el ánimo y la aspiración de hacerse con el título. Enfrentarse a ellos le obliga a ponerse delante del espejo, en un momento en que necesita pensar más en quién será que en quién es. Llegará un momento en que medirse a los jerarcas de la competición le servirá a los culés para crecer. Para medirse como colectivo, testarse individualmente e incorporar bagaje competitivo a sus jóvenes talentos. Un momento en el que la derrota de hoy estará acercando la victoria de mañana. Pero el Barça 2020-21 no está en ese momento. Necesitado como está de autoestima y confianza para sentar la base de una dinámica positiva con la que iniciar su crecimiento futbolístico, cada golpe, cada baño de realidad, cada cara a cara con su precario presente, le suma dificultad a su salida a flote.
Quizá por eso, en su regreso a Europa y ante el intimidante Bayern de Nagelsmann, su planteamiento pareció tener como objetivo minimizar los daños. Protegerse desde una prudencia por momentos extrema. Ronald Koeman recuperó el 1-5-3-2 del curso pasado, como solución para incorporar al once un zaguero más, pero más incluso que en el dibujo la temerosa idea de juego culé tomó forma en los ajustes de carácter conservador que aplicó a prácticamente todos sus futbolistas. De hecho, en determinados momentos del partido el conjunto local en realidad dibujó una línea de cuatro en defensa, pues especialmente cuando el Bayern iniciaba el juego desde atrás Sergi Roberto se desenganchaba de la zaga para emparejarse con Alphonso Davies, de modo que fuera Ronald Araújo quien se ubicara como provisional lateral derecho tapando la zona de Leroy Sané (Imagen abajo a la izquierda).

La presencia de Araújo como central externo en la derecha, pues, seguramente se explicara desde la necesidad que tendría su equipo de sumar capacidad de corrección en esa zona del lateral. Cierto es que el protagonismo que adquiere esta posición en la construcción del juego perdió lustre en las botas del uruguayo, pero su desempeño estuvo lejos de ser el principal problema de la salida de balón culé. De hecho, con la presencia de tres centrales y apoyándose en un Ter Stegen libre de marca, los de Koeman lograron cierta continuidad en las primeras etapas de la construcción. Para ello había matizado el técnico la altura tanto de De Jong como de los carrileros, que en ambos casos actuaron más atrás de lo habitual.
De este modo, después de superar la primera presión, las posibilidades culés de llegar a la portería de Neuer seguían siendo muy escasas, y los momentos en campo rival muy cortos. Sin extremos con los que estirar desde las esquinas, sin que los carrileros se incorporaran como delanteros a la jugada, con Memphis Depay instalado a la espalda del mediocampo del Bayern para recibir entre líneas (Imagen abajo a la izquierda), Frenkie de Jong menos liberado en la arrancada y Luuk como único integrante de la última línea azulgrana y, por lo general, jugando de espaldas al arco, el Barça no juntó futbolistas más allá de la divisoria. Los mantuvo por detrás del balón, y precipitó los ataques de forma que el partido regresara rápidamente a su mitad del campo. Sucede que Gerard Piqué era el único futbolista del Barça sobre el campo capaz de vivir cómodo en un equipo instalado cerca de su área. El resto, sin excepción, se acercan a su mejor versión posible cuando el colectivo crece y alarga los momentos más allá de la línea divisoria, de modo que el guion del partido dibujó una situación en la que, durante muchos minutos, los locales vivieron sobre el alambre.
Y el alambre lo cortaron Nagelsmann y Sané tras el descanso. Aprovechando que su emparejamiento no era con el lateral -Sergi Roberto- sino con uno de los centrales -Araújo- el ex del City adoptó un comportamiento exageradamente móvil y tendente a zonas alejadas de su posición de arranque. Acudiendo al centro o a la altura de los mediocentros retaba al uruguayo a seguirlo lejos (Imagen arriba a la derecha), dejando sin su auxilio a la defensa, o a concederle la recepción cómoda a la espalda del mediocampo barcelonista. Encontrando el balón a la espalda de Busquets (Imagen abajo a la izquierda), Leroy rompió el intento de presión, giró a la medular y metió a la defensa dentro del área. Ya sin alambre, Koeman recurrió a Mingueza para seguir al alemán conservando la influencia de Araújo en el centro de la zaga (Imagen abajo a la derecha). Este Barça maltrecho no puede renunciar a ella. Necesita al uruguayo allá donde puede alcanzar su mejor versión.
El ejemplo de Araújo sirve también para el resto. Atendiendo a los problemas que arrastra desde hace varias temporadas, a los sacrificios del verano y, en general, a la comprometida situación de la plantilla, el FC Barcelona no puede permitirse renunciar a la mejor versión de cada una de sus piezas. A su cien por cien. A darle el contexto más adecuado a lo que tiene. A que Pedri, Memphis, Araújo o Frenkie de Jong sean los mejores Pedri, Memphis, Araújo o Frenkie de Jong que hoy pueden ser. Y que llegue hasta donde llegue.
– Foto: Imago Images

