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Una mezcla entre trifle y pastel de carne

Una mezcla entre trifle y pastel de carne

Una de las mejores temporadas que disputó Xavi Hernández como jugador del Barça fue la 2009-10. Seguro, la más meritoria. En ella asumió y conquistó el reto de condicionar un colectivo imperfecto para que no lo pareciera. Después de su primer triplete, el Barça de Guardiola había incorporado a Zlatan Ibrahimovic como delantero centro, pero la falta de adaptación del sueco como sustituto de Samuel Eto’o, unida a las constantes lesiones de Iniesta y al definitivo declive en el rendimiento de Thierry Henry, cortocircuitaron el funcionamiento del equipo. En pocos meses, y por diferentes motivos, el conjunto azulgrana perdió tres argumentos poderosísimos a la hora de girar las líneas del rival. Atacando la espalda de la defensa en el caso de los dos delanteros, o del mediocampo en el de Andrés. Como consecuencia de aquello, no solo se resintió el ataque barcelonista, sino que su respuesta tras pérdida quedó mucho más comprometida, pues los rivales, sin haber sido girados por la circulación del Barça, podían afrontar la transición defensa-ataque más ordenados y en mejor disposición para salir con peligro.

La respuesta de Xavi a esta situación fue la de conferirle a su equipo una seguridad con la pelota inaudita, alejándolo hasta cotas difíciles de imaginar de la posibilidad de comprometer la posesión, y escudándose en el estallido goleador de Leo Messi para que esa prudencia en la gestión del balón no impidiera que el equipo siguiera cerca del gol. Si el Barça estaría menos preparado para responder cuando perdiera el balón, Xavi se encargaría de que no lo hiciera prácticamente nunca. De esconder su debilidad. De hacer que no se viera. Que no tuviera que aparecer. El Barça que ahora dirige, en cambio, anoche prácticamente dijo adiós a la Champions League, de forma prematura, de un modo muy diferente. Siendo dos equipos en uno solo, pero siendo dos equipos incoherentes entre sí. Dos equipos que lejos de potenciarse y ocultar sus respectivas flaquezas, se las subrayan. Que se desnudan el uno al otro.

Por un lado, con el balón en su poder, el de Xavi fue un equipo acelerado. Un conjunto vertical, tendente a arriesgar la posesión muy pronto, sin darse tiempo a juntarse alrededor del cuero, que acumuló muchas piezas por delante del esférico y que durante buena parte del partido gestionó con ansiedad sus fases de ataque. Buscando rápidamente a los extremos, sin mover lo suficiente el balón para, con él, mover al contrario, sin darse el tiempo de generar espacios y, en consecuencia, forzando la jugada demasiado pronto y sin más camino que un centro lateral que por no haber conquistado previamente línea de fondo era muy favorable a De Vrij, Skriniar y Bastoni. Cuando más sufrieron los centrales del Inter y, por extensión, el cuadro de Simone Inzaghi fue cuando el Barça alargó más sus posesiones, estiró el ataque hacia la esquina a través de la tenacidad de Raphinha o de las diagonales de Lewandowski, y generó espacios para la intervención centrada de Pedri, Gavi o un Sergi Roberto dañino doblando al extremo por dentro.

Cuando no lo hicieron así, los ataques locales siempre dejaron una puerta abierta para la respuesta interista, obligando al Barça a ser un equipo preparado para correr hacia atrás y para gestionar una transición defensiva enormemente expuesta. Uno como aquel que, en el primer año de Guardiola en el banquillo culer, con una propuesta de juego más vertical que la que asumiría después, poblaba el once con físicos como los de Eto’o, Henry, Touré, Dani Alves, Puyol o Abidal. O como el Barça que arrancó el curso cerrando en defensa con Araújo, Koundé y Balde donde el año pasado tuvo a Dani Alves, Piqué y Jordi Alba. Sin embargo, aunque con balón el Barça es un conjunto que convive con la pérdida, sin balón, y especialmente tras las lesiones de Araújo, Christensen y Koundé, es un equipo que necesita una transición ataque-defensa controlada al extremo. Sin las posibilidades que le daban el uruguayo, el danés y el galo a la hora de imponerse en los duelos, con un Busquets casi transparente desde el mediocentro cuando se trata de correr hacia su portería, y una defensa de tres en la que Piqué es una pieza perdedora en campo abierto.

Un equipo que para sobrevivir sin balón necesita un ejercicio de dominio, control y mesura con la pelota casi total, con tal de evitar a toda costa escenarios de exposición. Situaciones en las que los carrileros rivales puedan empujar hacia atrás a los laterales azulgranas, los medios puedan correr a la espalda del mediocentro o los delanteros puedan retarse en duelos directos contra los centrales. Por el contrario, el Barça fue un equipo que se precipitó, perdió el balón en situaciones poco favorecedoras, y que con los interiores muy adelantados acumuló muchos jugadores por delante del balón en el momento de la pérdida. Un equipo que obligó a enormes y muy exigentes recorridos a piezas que no pueden sostenerlos. Un equipo expuesto a recibir golpes, pero sin el sostén, ni futbolístico ni emocional, para sobreponerse a ellos. Un equipo expuesto al sufrimiento, pero que si sufre enloquece, víctima de un pasado del que los veteranos no pueden huir y del que, al lado de los veteranos, los jóvenes no pueden liberarse.

En el FC Barcelona que anoche prácticamente se despidió de la Champions League por segundo año consecutivo en la fase de liguilla, más chocante todavía que la incoherencia de la mezcla fue la aceptación de esa incoherencia. La tendencia a acelerar los ataques y a arriesgar el control del balón es algo asumido desde el momento en que se focaliza el juego en un futbolista como Ousmane Dembélé. Ayer mismo lo reconocía Xavi, cuando recordaba que «cuando llegamos a línea de tres cuartos hay que elegir mejor, eso a Dembelé le cuesta y puede elegir mal, pero le tengo mucha confianza«. Igualmente claro resulta el hecho de que Sergio Busquets es un mediocentro que necesita partidos cerrados y con poco vaivén. Pocos lo saben mejor que Xavi, que ya en enero se refirió al contexto que precisa el capitán: «Si el bloque está junto, es el mejor jugador del mundo en su posición«.

Sin embargo, el Barça no paree querer renunciar a esta mezcla aparentemente imposible. Aunque jugar a controlar parezca irrealizable con Dembélé, y jugar a descontrolarse parezca inviable con Busquets. Quizá porque ni el extremo ni el capitán son garantía suficiente para abandonarlo todo por ellos. Quizá porque no merecen tanto. Teniendo a Pedri y a Lewandowski sobre el campo, el Barça prácticamente se despidió de la Champions League discutiendo si ser el equipo de Dembélé o el de Busquets. Si hacer sostenible perder balones por docenas, o hacer realista no perder ninguno. De extremo a extremo, pasando de puntillas por el centro. Como una mezcla entre trifle y pastel de carne.

 

– Foto: Eric Alonso/Getty Images

Comments:2
  • Shenzhen2020 16 octubre, 2022

    Yo entiendo que el plan del miércoles pueda ser el plan base cuando el equipo cuenta con las piernas de Koundé, Araujo, Balde, el propio FdJ si se le diese cancha… un equipo que acepte exponerse a pérdida para generar eso mismo en el rival cuando salgan y darle a Dembélé ese contexto que necesita para brillar y poder precisamente nutrirse de esas malas decisiones que suele tomar (mala toma de decisiones -> pérdida -> rival expuesto -> recuperación -> espacios para que Ousmane ‘piense menos’). Y entiendo también que el miércoles, con otras piezas (Piqué, Busquets, Sergi Roberto, incluso Marcos Alonso, que se está quedando muy corto), el equipo no supiese/entendiese/asimilase que el mismo plan les iba a llevar a la ruina.

    Lo que no entiendo, de ninguna manera, es que Xavi no meta mano ante esto… ni durante el partido ni tampoco en la rueda de prensa posterior. La falta de autocrítica real (porque, para mí, decir “es culpa mía cuando ellos fallan» no es autocrítica ni análisis de nada). Pedirle a Marcos Alonso profundidad por fuera, exponer a Dembélé haciéndole ‘Plan A’, convertir a los interiores en meros picapedreros al área, dejando de paso a Busquets expuesto y solitario… es que son muchas cosas que, vistas desde fuera, no parecen tener mucho sentido. Porque al final Piqué juega porque no hay otro, pero todo lo demás…

    Ayer veía un video de como el ManCity ataca defensas en bloque bajo teniendo siempre a tres futbolistas cerrando zona interior en 2/3 de campo para proteger esa perdida. Nuestro Barça le da toda esa responsabilidad a un solo jugador, que precisamente es el mediocentro menos preparado del mundo para semejante tarea. Y que ese contexto lo propicie precisamente el que fuese su acompañante… me cuesta verlo. Me cuesta, y me duele.

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    • Patrafisic 16 octubre, 2022

      Estoy de acuerdo con todo lo que comentas. Y justo es lo que hace que sea tan preocupante: que son cosas muy evidentes. Se repiten las mismas situaciones desfavorables y Xavi insiste en repetir lo mismo en una especie de ingenuo «si todos hacen bien lo que les pido, las cosas saldrán bien». Las cosas salen mal cada vez que jugamos contra un equipo potente o contra un equipo que juegue con 5 defensas, y seguimos con el mismo plan. Además, parece que este plan único solo funciona cuando se dispone del equipo de gala
      Lo que más me duele es ver a los interiores siempre tan avanzados, sin participar en la creación, justamente porque Xavi fue el interior más tocador y constructor de la historia de este equipo.
      Parece que se intenta copiar al City (lateriores, interiores-delanteros…) pero es que el City ha tardado 6 años en crecer y evolucionar hasta lo que es ahora.
      Creo en Xavi y en el estilo que defiende, pero por ahora el proyecto de juego no arranca.

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