
De este modo, debemos remontarnos a la temporada 2005-06, cuando el equipo de Mourinho se enfrentaba al F.C.Barcelona en los octavos de final de la fase final de la Champions. La eliminatoria se decantó hacia el lado culé merced a la victoria por uno a dos en Stamford Brindge y al empate a uno del partido de vuelta en el Camp Nou. Decimos que este fue el momento clave para entender el divorcio entre Abramovich y Mourinho, porque este fue el momento en que el mandatario ruso, más allá del nivel como entrenador de Mourinho, dudó de su ideario.
Así pues, Abramovich se hizo con el Chelsea de Londres, por aquel entonces dirigido desde el banquillo por el italiano Claudio Ranieri, dónde se llevó consigo al director técncio de aquel Manchester United que vio en su primer partido de fútbol Peter Kenyon, junto al cual empezó a edificar un conjunto capaz de establecerse en la élite. No obstante, en esa primera temporada no logró conquistar ni la Premier, ni lo que para él era más importante, la Champions League. En Champions, el Chelsea cayó ante el Mónaco de Deschamps, Rothen, Giuly y Morientes que fue derrotado en la final por el Porto de Mourinho. De esta manera, la ecuación para un neófito como Abramovich era sencilla: si el objetivo era conquistar la Champions, lo más sencillo era contratar al técnico que acababa de conseguirla, y así lo hizo. Abramovich tenia la intención de ofrecer al técnico portugués un equipo de ensueño. Sin el problema del dinero, contrataría a las estrellas más rutilantes del planeta y reproduciría así el poder de aquel Real Madrid o Manchester United. No obstante, tras entrevistarse con «Mou», el propietario del Chelsea tuvo que cambiar sus planes, ya que al trasladarle la posibilidad de contratar a Beckham, Ronaldo o Zidane, Mourinho contestó que él era la única estrella que necesitaba y que sus intenciones en materia de fichajes debían dirigirse hacia Paulo Ferreira, Carvalho, Deco o Drogba. Sin duda la personalidad y convencimiento de Mourinho convencieron a Abramovich ya que, con la salvedad de Deco, quién finalmente en una desición personal optó por recalar en el Barça de Ronaldinho, satisfizo todas las exigencias de su entrenador.
El rendimiento del equipo fue sobresaliente y el Chelsea se alzó con dos títulos de Premier consecutivos así como otros títulos, pero no logró alzarse con la ansiada Champions League. Primero por culpa de un Liverpool tallado por el mismo patrón que el equipo de Mourinho, es decir, un equipo sólido, un bloque conjuntado, sin estrellas que sobresalgan por encima de las otras y una propuesta futbolística más efectiva que efectista. En cambio, a la temporada siguiente fue el F.C.Barcelona quién le apeó de la competición. Un Barcelona que abanderaba la propuesta del fútbol ofensivo y espectacular, que contaba con el tipo de jugador que Abramovich había soñado en un inicio para su Chelsea y que además conseguía mejores resultados que otros equipos con propuestas más conservadoras. Tras esa eliminación, la confianza del presidente hacia su técnico disminuyó al ver que la propuesta futbolística que había sacrificado en pos de los resultados se mostraba más competitiva que la que ofrecía su equipo. A partir de ese momento el técnico portugués paso a tener menos protagonismo en la política de contrataciones del Chelsea, lo que supuso los fichajes de Ballack y Shevchenko el pasado verano, que si bien no toda la literatura que se ha escrito al respecto es cierta, no aparecían, ni mucho menos, en la lista de prioridades de Mourinho. No obstante, el resultado volvió a ser el mismo y el Chelsea se quedó a las puertas de la final, eliminado por el Liverpool en la tanda de penaltis.
Así pues, se había llegado a una situación de desconfianza mutua. Por un lado Abramovich no mantenía su incondicionalidad por el técnico como consecuencia de los continuos fracasos en Champions, mientras que Mourinho se veía desprovisto de una parte de su cuota de poder en la confección del equipo, ante lo cual, ayudados por el irregular inicio de liga del equipo, eso si, muy mermado por las lesiones, ambas partes parecen haber llegado a un acuerdo para separar sus caminos. El Chelsea, para iniciar un período más austero, jugando en igualdad de condiciones con el resto de equipos y buscando la ansiada Champions a partir de un nuevo modelo, y Mourinho sirviendo de carnaza para alimentar rumores que lo vinculen con todos los grandes de Europa y esperando a que en junio se le plantee un proyecto ambicioso para dirigir un club o para hacer realidad su sueño de dirigir a la selección de Portugal tras la Eurocopa.
