
osecíamos en la previa que el del Bernabéu era un partido que definiría al próximo campeón, por lo que consecuentemente, y siendo prudentes, diremos que al Barça la Liga se le ha puesto muy de cara. Siete partidos por disputar, cuatro de ellos en casa, y teniendo que pinchar al menos en dos, cuando a lo largo de todo el campeonato solo lo ha hecho en seis. Además, el golpe en el rival ha sido contundente, pues lo que en su día fueron dudas con las eliminaciones en Copa del Rey o Champions League, hoy es convencimiento de final. Y es que el partido de anoche en el Bernabéu era un final, y como tal, el Barça no defraudó. El equipo de Guardiola podrá ganar o perder, porqué esto es futbol y la derrota forma parte del juego, pero la fiabilidad que muestra el F.C.Barcelona en las grandes citas es extraordinaria. Cinco finales disputadas hasta la fecha, cuatro clásicos, el Tourmalet de la temporada pasada, los cuartos contra el Arsenal, el enfrentamiento de la liguilla contra el Inter de Mourinho con Messi e Ibra lesionados…este Barça siempre responde a la llamada. Jugando a lo que el Barça quiere, es muy difícil que los de Guardiola se vean superados por algún rival, y quizá, la gran virtud de este equipo sea su capacidad para llevar siempre el partido a su terreno.
Ayer lo volvió a demostrar. Con matices -como la nueva posición de Alves buscando cerrar la banda de Ronaldo y encontrar profundidad por banda- el Barça interpretó su libreto, sabiendo que esta era, precisamente, la manera de que peor lo pasase el Madrid. Abusando de la posesión, circulando rápido el balón para mover al rival pero asegurando el pase para evitar las contras. Mover el balón de lado a lado, con paciencia, con un juego que por momentos podía parecer improductivo, era la manera de arrastrar al Madrid al «ritmo Barça», donde poco o nada podía hacer.
Los de Pellegrini necesitan un juego intenso, rápido y que gaste poco tiempo en cualquiera de las fases del juego. Recuperar rápido, de manera agresiva, cerca de la divisoria, y atacar de manera vertical, sin detenerse en la elaboración y con el objetivo de pisar rápido el área contraria. No son un equipo preparado para correr detrás del balón, y aún menos, hacerlo en campo propio. Con el balón para el Barça y los azulgranas interpretando perfectamente lo que requería el choque, la sensación de impotencia fue apoderándose del Madrid. Ningún chut entre palos durante los primeros 45 minutos, tampoco del Barça a excepción del gol, con la salvedad que los de Guardiola si saben jugar a eso, a tocar y tocar y esperar la ocasión, mientras que el Madrid necesita golpear. Así, la moral de los blancos se fue resintiendo, alguno por momentos parecía perder los papeles, no eran capaces de reconocerse como equipo y en ese contexto al Barça se le abrieron los espacios, pues no eran capaces de aplicar su transición ataque-defensa habitual.
Así pues, con el control del balón y con espacios, Xavi ejerció de guía y pudo sobresalir en un contexto que le iba como anillo al dedo, secundado por Busquets, Keita y Maxwell en el segundo tiempo, y con la inestimable colaboración de Pedro y Messi trabajando desde la delantera. Finalmente, la entrada de Iniesta no hizo más que potenciar la capacidad del Barcelona de mover y esconderle el balón al Madrid. Especial mención también a la parcela defensiva, no solo por su seguridad y confianza a la hora de iniciar el juego desde atrás, sino por su solvencia en los enfrentamientos individuales. Caso aparte son Piqué y Valdés, dos productos más de La Masía que, hoy por hoy, son las auténticas referencias en sus respectivas posiciones.
Quedan siete jornadas de Liga y dos partidos para alcanzar la final en el Bernabéu. Podrán ganar o perder, ningún equipo es inmune a la derrota, pero este equipo nos permite estar seguros de que pase lo que pase, juegue quien juegue, el Barça será el Barça. Y eso ya es mucho.
