
Por eso, jugar a «contener» al Barça siempre es arriesgado. Cedes la iniciativa a los azulgranas, entendiendo tu juego como una reacción y quedando a la expectativa de la inspiración de los culés. Así pues, Mourinho deberá plantearse también, o en todo caso tenerlo presente como recurso dependiendo del transcurso de la final, la manera de dañar al Barça. Más allá de sus siempre peligrosas contras o de su superioridad a balón parado, el Madrid deberá tener un plan para que, con su juego, impida al Barça desplegar su discurso cómodamente. Y al Barça, como se le hace daño es con el balón. No hablamos de robarle el dominio de la posesión, pues eso es algo imposible para cualquier equipo del mundo, pero si de condicionar con el esférico.
Como ya es de sobras conocido, cuando el equipo de Guardiola encuentra la profundidad en su juego, pone en práctica una agresiva presión que se localiza próxima al meta rival. No obstante, una vez superada esta presión, el Barça es un equipo que sufre si tiene que correr hacia atrás, situarse en fase defensiva y defender en campo propio mientras el adversario logra trenzar jugadas más o menos combinativas.
En este punto, resulta de gran valor la recuperación de Carles Puyol, pues junto a Piqué, Abidal y Mascherano, forma el grupo de jugadores más preparado de la plantilla en esta fase del juego. En este sentido, y aunque todo parece indicar lo contrario, no descartaríamos aún la entrada en el equipo de Mascherano para sumar a un hombre más capaz de sobrevivir en caso de que el Madrid construya fases de posesión.
