
Tras una temporada en que, más que nunca, en el seguimiento mediático los 90 minutos «han sobrado», en el momento que todas las miradas se alejarán del balón, nosotros volveremos la vista atrás y recuperaremos el aroma del césped. Nos detendremos, así, en el análisis de las líneas maestras que han marcado este tercer año con Guardiola como entrenador de la primera plantilla del F.C.Barcelona, de las modificaciones respecto a los dos ejercicios anteriores y de aquellos aspectos que han permitido al equipo lograr otra temporada repleta de éxitos.
Si ha habido un movimiento capital esta temporada en la evolución del ‘Pep Team’, éste ha sido la nueva posición de Leo Messi como nueve mentiroso. El primer año de Guardiola al frente del equipo, el argentino encontró su demarcación habitual en banda derecha, para desde ahí trazar la diagonal hasta la zona del 10. A partir de ese movimiento creció el equipo, y por eso, cuando los rivales encontraron la manera de hacerle frente dada su menor complejidad, Guardiola optó por centrar a Messi sacrificando a un Eto’o mermado cuando partía desde la banda. Esta variante que ya al inicio de aquella campaña el técnico había puesto en práctica en el Molinón ante el Sporting, se consolidó en el Bernabéu el día del 2-6 y en la final de Champions de Roma ante el Manchester United.
En verano, no obstante, llegó Ibrahimovic para darle una vuelta de tuerca al funcionamiento colectivo. En un principio Messi regresó a la banda, pero las dificultades en la adaptación del delantero sueco y la imposibilidad para Guardiola de poder contar con regularidad con las mejores versiones de Iniesta y Henry, forzaron a un cambio de sistema. El Barça pasó a utilizar una suerte de 1-4-2-4 o 1-4-2-3-1 en el que Messi se situaba por detrás del puna con total liberta, mientras dos hombres abiertos a los costados le generaban mayores espacios. Colectivamente el equipo no terminó de encontrar su juego, pero Messi a nivel individual despegó. Exhibiciones en Liga contra Zaragoza o Valencia y en Champions ante el Stuttgart y el Arsenal son algunas pruebas de ello. No obstante, llegado el tramo decisivo, en el momento en que se deciden los títulos, Guardiola volvió a apoyarse en el 1-4-3-3 y Messi volvió a ocupar el centro del ataque. Posiblemente, escoltado por Pedro y Bojan, llegaron las mejores actuaciones de la temporada del Barça.
Por eso, al finalizar la temporada, Guardiola lo tenía claro: el nueve del equipo sería Messi. Llegó Villa para, junto a Pedro, ser los complementos perfectos del 10, y una vez recuperado el mejor Iniesta, todo estaba listo para redimensionar el equipo a partir del triángulo Xavi-Iniesta-Messi.
Desde esta posición de falso nueve, Messi ha encontrado la plataforma para agrandar su campo de influencia hasta al exageración. Siempre partiendo de ese espacio que domina como nadie en el mundo, a la espalda del mediocampo rival y antes de llegar a los centrales, Messi es el jugador clave a la hora de generar ventajas en los interiores para Xavi e Iniesta. Si el centro del campo retrasa para tapar al argentino, a los canteranos se les aparecen nuevos espacios, si son los centrales los que deciden adelantar la línea para anticiparse al 10, se genera el uno contra uno en banda con Villa o Pedro y el espacio en los pasillos centrales para que éstos entren en diagonal en dirección al gol.
De su sociedad con Xavi e Iniesta, además, han surgido variantes y comportamientos interesantes para dar soluciones a eventuales problemas en el juego. Así, cuando el rival ha conseguido expulsar a Messi de su zona entre líneas, el argentino no se ha resignado a no poder aportar algo al juego del equipo y ha hallado alternativas a su juego habitual. De este modo, no ha sido extraño ver a un Messi retrasando su posición hasta intercambiar posiciones con uno de los interiores. Aunque en ocasiones este comportamiento implica una pérdida de presencia en el área, en otras, como en el día del 5 a 0 al Madrid, ha permitido al equipo una flexibilidad muy difícil de sujetar por los rivales. Acudiendo a la zona de interiores, Messi arrastra con él a su par, lo que despeja el espacio que el argentino venía ocupando, dando la posibilidad de que sea uno de los interiores quien lo controle. Además, dado su excelente talento a la hora de orientar el cuerpo en el momento de recibir, estos desplazamientos a la media le permiten atacar a sus adversarios encarado hacia el marco rival y, por lo tanto, superar línea contribuyendo bien a encerrar al rival, bien a llevar el balón a zonas de peligro.
