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La leyenda de Leo Messi (II):

Llegó Guardiola y nació el Barça de Leo Messi, que heredó el dorsal y el rol de jugador franquicia que dejó Ronaldinho. Lo que no varió de entrada fue su posición en el campo, pues en el 1-4-3-3 por el que siguió apostando Guardiola, el argentino permaneció en la demarcación de extremo derecho que había ocupado con Rijkaard. No obstante, como las posiciones de partida son sólo el armazón del juego, la utilización de Leo que iba a hacer Pep desde esa demarcación, iba a ser muy diferente. Este era el equipo de Messi, por lo que el crack pasó de ser el recurso del desborde y el gol, a un jugador eminentemente colectivo. Hicieron falta algunos meses para que la gente desterrara los prejuicios que limitaban al argentino como un regateador y un jugador de claro carácter individual, pero en el Barça de Guardiola, desde su nacimiento, Messi iba a ser el principio y el fin de todo, la explicación individual a la propuesta colectiva.

Xavi e Iniesta desde los interiores eran los encargados de hacer jugar al equipo, pero era Messi quien ofrecía al centro del campo la plataforma favorable en la cual hacerlo. Xavi dirigía desde el escenario que le construía Leo. Ese era un Barça exageradamente polarizado hacia su banda derecha con un mecanismo de salida protagonizado por Márquez, Alves y Xavi. El objetivo era la recepción de Messi en esa banda derecha, para que el argentino lo desencadenase todo. Como alternativa individual, la capacidad de desequilibrio de Iniesta desde el interior izquierdo.

Tras recibir en posición de extremo derecho, Messi dibujaba un movimiento con balón hacía el centro, entre las líneas del rival. Los jugadores del otro equipo, ante el poder intimidatorio del posiblemente mejor regateador de la historia, eran atraídos a esa zona y desnudando otras parcelas del campo. Era el momento en que el los centrocampistas se retrasaban y liberaban a Xavi, en que los centrales salían y habilitaban el desmarque al espacio de Eto’o o en que el lateral derecho se cerraba ofreciendo un latifundio a Henry. Si el rival salía, Eto’o  y Henry mataban a su espalda. La alternativa era mandar atrás a línea del centro del campo cediendo así el dominio al Barça y a Xavi. El rival encerrado en su frontal, tiempo para el Barça para sumar jugadores al ataque, Xavi con espacios para dirigir y la posibilidad de asegurarse una pérdida de calidad y con muchos hombres cerca para lanzar la presión.

Nadie encontraba respuesta a ese funcionamiento. El movimiento de Messi con balón era indefendible y sus consecuencias devastables. Hasta que alguien dio con la tecla y cambió el planteamiento: «si el movimiento de Messi es indefendible, el objetivo es evitar que éste se dé». No se podía evitar que Leo recibiera el balón «ni tampoco quitárselo», pero si incidir en el dónde podía ir con él ocupando un espacio que hasta entonces el argentino encontraba vacío. Los rivales empezaron a disponer un hombre al lado izquierdo del mediocentro con la misión de ocupar esos espacios a los que Messi se desplazaba tras recibir. Encerrar al argentino en la banda limitándolo a la aportación individual.

La respuesta de Guardiola fue reubicar a Messi en la posición de falso delantero centro mandando a Eto’o a banda derecha. Desde ese planteamiento  aplastó a Madrid y Manchester en el 2-6 y en la final de Champions de Roma. Como extremo, el rival había logrado cerrarle el camino hacia esa zona entre líneas desde la cual imponerse, ubicándolo como falso nueve Guardiola le liberaba de la necesidad de encontrar esos caminos. Messi no necesitaba encontrar la vía para llegar, ya estaba ahí.

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