
Y aunque Iniesta no es un hombre de banda, el funcionamiento de ese perfil en los ataques del Barça fue excepcional y la compenetración entre Andrés y Cesc, total. Como hemos dicho, en ese rol, Iniesta es un delantero que constantemente tiende a juntarse con la media, a recuperar su naturaleza de interior. Por contra, Cesc, aun partiendo desde el mediocampo, explota su tremenda llegada y habilidad para ocupar zonas de remate, por lo que los intercambios entre ambos jugadores en el eje vertical del campo, fueron constantes. El extremo izquierdo siempre ocupado, pero nunca de una manera fija.
Lo mismo sucede si nos detenemos en la amplitud. Iniesta partía de una posición de banda, pero dada su naturaleza y el hecho de encarar la jugada a pierna cambiada, sus movimientos se dirigían casi siempre hacia el perfil central. Otra vez Cesc fue la respuesta perfecta a ese comportamiento del manchego, pues Fàbregas es un interior que pese a ocupar un espacio central, activa constantemente las bandas acercándose a la cal. Otra vez la banda siempre ocupada, pero siempre por un hombre distinto y a una altura diferente.
Y en ese contexto de un fluir constante, resultó muy útil la aportación de un jugador más «simple» como Adriano. El brasileño ofrecía siempre una segunda alternativa tanto en profundidad como en amplitud, valiéndose del trabajo de la pareja Cesc–Iniesta y a la vez potenciándola.
