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Que sirva de aviso

El partido no pintaba mal. El Barça tenía el dominio, el balón y alguna que otra ocasión desperdiciada. Lennon había dispuesto al Celtic en un 4-4-2 en el que la media acumulaba centímetros y trabajo. No había espacio ni para Commons ni Samaras. El griego formaba en punta junto a Hooper. En la media cuatro soldados. Alguno tan técnico como Mulgrew pero soldado al fin y al cabo. Aunque el ataque de los escoceses no tuviera más plan que el dos para dos de los puntas con los centrales, lo cierto es que la transición defensiva del Barça fue mejor que en otros partidos. Cabe recordar que el equipo de Vilanova ha recibido ocasiones ante cualquier equipo sea del nivel que sea, ayer fue distinto. Valdés no vio acercarse al rival hasta el minuto 17 en una falta colgada que supuso el gol en propia portería de Mascherano. En el estado de forma actual del guardameta seguramente no sea el momento de pedírselo, pero de cara a otros escenarios en que la inferioridad en el juego aéreo sea tan extrema, al portero se le necesita mandando muy lejos de la línea de gol. Es el único que puede igualar los casi 190 centímetros que calzaban todos los rematadores.

El partido no pintaba mal pero de la nada el Celtic ya estaba por delante. Y el escenario cambió, claro. El equipo de Lennon se replegó hasta el extremo, situó su defensa a un susurro de Forster y por delante plantó una segunda línea de cuatro o incluso cinco hombres. Una decisión perfectamente lícita y lógica teniendo en cuenta los antecedentes del Barça. Sólo tenemos que retroceder hasta las eliminatorias ante Milan y Chelsea, o incluso hasta el clásico que decidió la pasada Liga, para darnos cuenta de los problemas que viene encontrando el Barça para superar estos planteamientos. No encuentra la manera colectiva de superarlos. El primer gol culé vino precedido de un nivel de acierto y exquisitez técnica que no puede exigirse como norma.

Guardiola apostó por romper la baraja y jugársela al 3-4-3 y Vilanova sigue su camino en busca de equilibrar el vértigo con la seguridad. El pase del testigo entre Xavi y Cesc. Hasta que ese equilibrio llegue, al menos anoche el equipo encontró una arma nueva que le será muy útil en este tipo de partidos. No sólo por la atención mediática del gol, Jordi Alba es uno de los nombres de la noche. Primero porque llegando desde atrás es velocidad y desenfreno. Da al equipo profundidad y un cambio de ritmo que lo altera todo. Es quien sube los pies a la mesa. Y después porque permite a Tito mandar al centro a su extremo izquierdo.

Algo parecido a lo que propuso Guardiola en el tramo final de la temporada 2010-11 con Alves y Villa pero en el lado opuesto. Tanto con Alexis como, sobretodo, con David Villa, la presencia de un lateral tan profundo como Alba permite al equipo la amplitud que necesita para potenciar a Iniesta sin la necesidad de implicar al extremo. Éste, como anoche tras la entrada de el Guaje, puede adoptar un rol más centrado y dividir la atención de los centrales por dentro. Fue una pista, toca prepararse. Vendrán retos mayores.

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