
El problema de que ambos se sitúen en el mismo plano esta ahí, y sin nadie que habilite la línea de pase a la espalda del mediocampo rival, se vuelve muy complicado hacer girar al adversario y superar las dos líneas de presión. Messi queda lejos y emparejado con dos centrales que saben que tienen que salir a sus apoyos.
Así sucedió la temporada pasada cuando Thiago y Xavi coincidieron en el equipo, con excepciones esperanzadoras como el Barça-Granada. Ésta, con el nuevo rol de Xavi, menos enfocado a la base y más encarado a el gesto técnico final, se esperaba una convivencia más armónica. Sin embargo, no fue ese el guión que siguieron los primeros 25 minutos del choque ante el Valladolid. Quizá porque faltaba Cesc y tanto Thiago como Xavi sintieron que debían tomar las riendas que normalmente no toman –uno porque ha dejado paso y el otro porque aún no le toca- durante esa fase del partido, los interiores del Barça se pisaron mucho. La presión de la media del Valladolid empujaba al pase atrás, y el poseedor del balón no encontraba un compañero escalonado a la espalda del jugador rival que salía.
Superado ese minuto 25 es escenario cambió. Tanto Xavi como Thiago empezaron a aparecer mucho por delante del balón, bien escalonados, bien simultáneamente dejando la base a Busquets y las conducciones de los centrales. Y a partir de ahí, al Barça se le abrió un partido cómodo. El Valladolid no es un equipo para sobrevivir defendiendo en inferioridad estratégica, y una vez los interiores azulgranas ajustaron, el partido sólo podía caer del lado culé.
