
Desde que el Milan de Ancelotti abdicara y el club no supiera abrir la puerta a la salida de los antiguos héroes y a la entrada de un nuevo proyecto, hay un tópico adherido al conjunto lombardo: el del cementerio de elefantes. La ausencia de relevos en los pilares del antiguo campeón, y la querencia por contratar ilustres veteranos, dieron forma a esa imagen. Curiosamente, en la actualidad sigue manteniendo la fama, aunque la renovación de la plantilla sea un hecho. Ni Pirlo, ni Seedorf, ni Zambrotta, ni Nesta, ni Inzaghi… Más allá de Ambrosini, Abbiati y Yepes, pocos veteranos quedan ya en Milan. Una proporción habitual en el resto de plantillas.
La fama le precede y pensar en el Milan es hacerlo en un equipo lento, pesado, competitivo y con esa mística que arrastran los campeones. Nada más lejos de la realidad. La venta de Zlatan Ibrahimovic y Thiago Slva supusieron el cambio definitivo. Ahora el referente es El Shaarawy, un joven descarado que sólo conoce la velocidad y el mirar adelante. El Milan de Allegri es un equipo que corre y seguramente lo haga demasiado. No tiene al jugador capaz de pisar el balón y esperar al resto, lo que convierte a Bojan en una pieza interesante en esta eliminatoria.
Los cambios continúan si nos centramos en el esquema. Interesante detenerse aquí. El 4-4-2 con rombo cerrado al que todos asociamos al Milan, no está totalmente desterrado pero ha perdido claramente la batalla ante el 4-3-3. Los motivos, principalmente, son dos: permite defender más eficientemente en la media por amplitud ahora que la defensa del área ya no cuenta con el soporte de los galones de Nesta o Thiago Silva, e imprime un mayor vértigo a la transición ofensiva permitiendo aprovechar las mejores armas de su hombre-franquicia.
Por delante de esa línea defensiva, en el mediocentro, el Milan tiene un problema causado por la lesión del holandés De Jong. Ambrosini es el recambio lógico por posición, pero a poco que el partido tome un poco de vuelo, la nueva versión del Barça más veloz y vertical, puede superarle. Allegri ha probado con dos alternativas, Montolivo y Flamini. Con el primero, habitualmente interior, se trata de reproducir el perfil de Pirlo, mientras que con Flamini el mediocentro se torna una figura de continuación y no de eje. Completando con Boateng en el interior izquierdo, el gran sacrificado ha sido Nocerino. El italiano es quien más ha notado la salida de Ibra, y junto a Kevin-Prince, quien más agradecería el protagonismo de Bojan. Sin nadie que espere, los llegadores pierden sentido.
Finalmente, arriba en la delantera, hasta la llegada de Balotelli parecía consolidarse el tridente formado por Niang Pazzini y El Shaarawy. Dos hombres de banda muy rápidos y eléctricos, con tendencia a la diagonal hacia dentro más que a la jugada de cal, y un hombre de área como Pazzini que no les come terreno porqué su pelea es con los centrales rivales. Si finalmente el técnico optara por un ataque de dos hombres, seguramente los elegidos serían el egipcio y el italiano, ejerciendo éste último como referencia más clara para darle cuerda a El Shaarawy. Ambos buscando sacar ventaja del emparejamiento 2×2 con los centrales culés, con el peligro de dejar libres a Alves y Jordi Alba cuando el Barça recupere la posesión. El papel de los laterales culés será clave en la pizarra de Roura.
