La primera vez que lo vieron, parecía un niño. Destronado Ronaldinho, la llegada de Guardiola había supuesto que por primera vez el Barça era el Barça de Messi. De 10 a 10, como si con el dorsal se traspasase algo más que una camiseta, algo cercano a una leyenda. La primera vez que el Bayern de Múnich vio a Messi, el Barça no era campeón de todo, sino un equipo que, tras derrumbar el antiguo proyecto, entusiasmaba más que atemorizaba. La Liga española, por aquel entonces muy devaluada, no parecía piedra de toque suficiente para un conjunto que parecía una locura. La primera vez que el Bayern de Múnich vio a Messi, el argentino jugaba en banda derecha y oteaba la cifra de los 25 goles en Liga.
Aquella noche de abril, Leo nos anunció algo que después sería una constante en su carrera: cuanto más grande fuese la cita, mejor jugaría él. Y como aquel partido ante los alemanes era su mayor reto hasta la fecha, Klinsman y sus jugadores vieron emerger al monstruo que conoceríamos después. Exhibición, goleada y la sensación por parte de todos de estar ante un futbolista devastador. Sabiendo lo que sabemos a día de hoy, seguramente aquel fuese por primera vez Leo Messi.
Mañana por la noche lo encontrarán de nuevo, y ya no tendrá cara de niño. Tiene un hijo, a veces luce barba en el rostro y el Barça ya es totalmente suyo. El Barça y seguramente el fútbol. Año a año pulveriza todos los récords de goles en cualquier competición, y particularmente en Liga, casi como si fuera normal, dobla las cifras anotadoras que a Rivaldo o Raúl les sirvieron para ser pichichi. Hoy es un jugador capaz de pulverizar una eliminatoria de cuartos de final de la Champions en diez minutos, de crear un gol de la nada o de obligar al mejor defendiendo el área a descubrirla. Y de hacer todo esto estando lesionado. Messi es pánico. Es la sinrazón.
El Bayern de Munich y Messi volverán a estar frente a frente, y los unos y los otros recordarán qué pasó la primera vez. Ahora el argentino juega en el centro y no sería de extrañar que Vilanova lo acompañara de dos hombres abiertos a los costados. Sin ser el aclarado de principio de temporada, porque ambos extremos tendrán un porqué de respuesta colectiva, sí es cierto que se generaría una plataforma de lanzamiento para el crack.
Por su parte, los centrales alemanes quizá sean el punto más débil del equipazo de Heynckes. No se puede decir que sean insuficientes, pero ninguno está entre los diez mejores de su posición, como en cambio sí están el resto de titulares. Además, tácticamente, la suya es la posición más descubierta. Por aquello de la manta, que nunca llega a tapar la cabeza y los pies al mismo tiempo, todos los equipos se enfrían por alguna parte, y al Bayern el resfriado le acostumbra a venir por los centrales.
El alemán es un conjunto sin mediocentros al uso. En Schweinsteiger, originalmente hombre de banda, profundizaremos de cara a la vuelta, y Javi Martínez, por su parte, se consagró como interior -primero- y como central -después- pese a lo matizable de esto último debido a la singularidad del Athletic de Bielsa. Por delante de los centrales, no hay esa figura táctica, conocedora del oficio de mediocentro. Tanto Bastian como Javi, leen mejor el fútbol que la posición.

