En uno de los picos de mayor esplendor del Barça de los últimos años, alguien definió al equipo de Guardiola como la mezcla perfecta entre el ‘Dream Team’ de Cruyff y el Milan de Sacchi, a la que además, se le había sumado el mejor Maradona. Más tarde se cayó el ‘Dream Team’ (el juego con balón) y con él el Milan de Sacchi (el juego sin balón), y ya sólo quedó el crack argentino.
Hubo un momento en el que Messi solo era mejor que cualquier otro equipo. Quizá aún lo sea. Da miedo ser conscientes que con Leo al 100%, como mínimo, se habría igualado muy mucho una eliminatoria que sin él ha terminado 7-0. Todos recordamos lo que pasó en cuartos, donde Messi, en diez minutos, lesionado y andando, eliminó al París Saint Germain y consiguió lo que nadie más en toda la temporada: sacar a Thiago Silva del área.
Visto así, resulta hasta comprensible que poco a poco el Barça se haya escondido en Leo. A Vilanova, por lo pronto, le ha servido para ganar una Liga en las primeras jornadas de la competición, para después, con tranquilidad, poder trabajar en su proyecto. Nos detenemos para repetirlo porque es muy bestia: Messi solo, le dio a Tito la tranquilidad de un título. Y no sólo a Tito. Recordemos la temporada pasada o la, quizá, mayor heroicidad de la Pulga: la temporada de Ibrahimovic y los 99 puntos. Messi lo sostiene todo.
Los problemas principales de este planteamiento, por otro lado tan rentable, son dos: que los compañeros se duermen -o se acomplejan, que sobre el verde es lo mismo- y ligado a esto, las consecuencias de una ausencia del crack. El Barça necesita a Messi cincuenta partidos al año. El desplazamiento de Leo al centro del ataque tiene que ver también con eso.
Sin Messi, el Barça ha sido muy poco. Y no por falta de calidad -la plantilla culé, sin Messi, sigue siendo una de las más fuertes de Europa- sino por costumbre. Sus compañeros se han habituado a refugiarse detrás de Leo. Que Iniesta, candidato año tras año al pódio del Balón de Oro, juegue las semifinales que ha jugado contra el Bayern siendo el mejor de los 22 sobre el campo, es preocupante. Que no lo intente. Pero es que jugar en el Barça de Messi resulta a la vez muy fácil y a la vez muy duro. ¿Cómo deben sentirse Alexis o Pedro sabiendo que ellos, solos ante el portero, están más lejos del gol que Messi fuera del área y rodeado de cinco contrarios? ¿O Iniesta sabiendo que su mejor partido asegura menos la victoria que un puñado de jugadas puntuales del crack? Que se lo pregunten a Ibra. Esto, para el ego de unos futbolistas que han sido muy importantes bien en su selección, bien en sus antiguos clubs, ha de ser forzosamente un golpe durísimo.
El Barça debe, sí o sí, exigirle responsabilidades a todos esos hombres. Aún sabiendo que la derrota o la victoria seguirán dependiendo del mismo de siempre. Necesita que Iniesta rinda como Iniesta y Pedro como Pedro. Que Neymar piense que no está tan lejos de Leo, la «chulería» de Thiago… Alguien que crea que, cuando Messi pide un balón, dársela quizá no es la mejor opción. Aunque sea mentira.

