
El lunes, el Celta de Luis Enrique se fue al descanso con un 1-0 a favor, y a poco de iniciarse la reanudación Charles firmó el segundo. Los de Vigo son un caso extraño entre los equipos que presumiblemente parten como candidatos a la parte baja. El gol va caro, y a la mayoría de equipos de abajo les cuesta horrores acceder a él. El Celta, en cambio, tiene a futbolistas como Augusto Fernández, Nolito, el danés Krohn-Dehli o el ya mencionado Charles. Un arsenal ofensivo para aspirar a cotas más altas a poco que sean seguros atrás. No es el caso. La seguridad defensiva es el gran talón de Aquiles de los gallegos, lo fue la temporada pasada y esta, de momento, plantea dudas. Lógico que cuando flaquearon las piernas, el partido se rompió y se pasó a jugar en las inmediaciones de ambas áreas, el Celta se mostrara tan vulnerable. Dio esa sensación con ventaja de dos goles y todavía más cuando Víctor Sánchez redujo distancias. Por momentos dio la impresión de que era más fácil que el Espanyol anotara dos tantos y se llevara el partido, a que el Celta lograra mantener el resultado.
En este punto es en el que Luis Enrique echó mano de Rafinha, y el cambio, al menos momentáneamente, surtió efecto. El brasileño cedido por el Barça entró por Nolito y se situó en la derecha a pierna cambiada, mandando a la otra orilla a Augusto Fernández. Tardó unos minutos en contactar con el balón, pero cuando lo hizo, volcó el partido durante un buen puñado de minutos. Se desplazó a la mediapunta,aguantó el balón, sorteó rivales, se asoció con sus compañeros y permitió al equipo descansar arriba. Además, amenazó con el balón en diagonal al perfil izquierdo, lo que, ante un rival igualmente cansado, dio ventaja al equipo, y su constante abandono de la banda, invitó a proyectarse a Hugo Mallo que fue importante ganando la segunda jugada.
Duró poco. El partido no tardó en abrirse de nuevo y finalmente el Espanyol empató gracias al tanto del explosivo Thievy. Pero la carta de presentación de Rafinha en Balaídos resultó inmejorable. No pasó inadvertido, pesó y fue protagonista. Su entrada cambió cosas y lo hizo para bien. Seguro que Luis Enrique y la afición celtiña quedaron más que satisfechos.
