
Evidentemente no todos podrían triunfar en el Barça. El espacio es reducido, la exigencia es máxima y la suerte, en ocasiones, esquiva. Fontás y Thiago fueron los primeros, después vino el vuelo de Oriol Romeu y las sorpresas de Isaac Cuenca y Tello, y el pasado verano, los ascensos definitivos de Montoya, Bartra, Muniesa y Dos Santos. Quedaba uno, Sergi Roberto, que junto al capitán Illie se encargaba de servir el testigo a un grupo de juveniles con Rafinha y Deulofeu como estandartes. A Sergi se le ha hecho largo. Su lugar no estaba en Segunda y su progresión lo ha notado, o mejor dicho, su rendimiento. Eso sí, cuando arañaba unos minutos para correr por el verde del Camp Nou, volvía a parecer ese futbolista al que Guardiola hizo debutar en Champions en el Bernabéu como mensaje al mundo.
Como con Dos Santos, la salida de Thiago le pone menos cara una oportunidad. Por lo pronto, parte como cuarto interior tras ser una de las notas más positivas de la pretemporada del Barça. Con la lesión de Cesc y lo delicado de la situación con Xavi, incluso no sería descartable verle el domingo ante el Levante. La composición del equipo le da margen para tener su cuota de protagonismo, y a su nuevo técnico le gustan los interiores de su estirpe. Con recorrido, potencia y transición poderosa. Capaces de poner fuerte la pierna, ganar la segunda jugada, jugarla rápido y en vertical, y terminar la jugada pisando área. Sergi Roberto ya ha llegado, y aunque tarde, quizá lo haya hecho en el mejor momento posible.
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