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La defensa de Simeone y la entrada de Neymar y Cesc

Una de las grandes noticias de esta Champions es que en ella estará el Atlético de Madrid. Uno de los mejores equipos del continente no podía quedar tan lejos de Old Trafford, Delle Alpi o del Allianz Arena. Y además es un equipo construido para este tipo de citas. Mejor en eliminatoria que en el torneo de la regularidad, y esto, hablando del tercer clasificado en la Liga de Barça y Madrid, es decir mucho. En un país donde el balón se ha convertido en el ansiado tesoro de casi todos, el equipo de Simeone encadena exhibición tras exhibición sin él.

No será lo más vistoso, pero su organización defensiva es igualmente espectacular. El Atlético del Cholo planta siempre ante su rival dos líneas de cemento armando, y su objetivo es que no tengan que girarse nunca hacia la portería de Courtois para que así se mantenga inamovible el esqueleto. Para lograrlo, la obsesión es cerrar las líneas de pase interior, evitar cualquier recepción del rival entre una línea y la otra. Detenido por dentro, al contrario no le queda más remedio que irse fuera, y ahí, acorralado por la línea de cal, es donde se le abalanzan encima lateral, volante y mediocentro para quitarle el balón y salir a la contra.

Anoche, este planteamiento tenía un problema: la salida lateral que con Martino se va instalando como alternativa en el Barça. La salida en conducción bien de Alves, bien de Jordi Alba, traería consigo dos posibles consecuencias, por un lado que los colchoneros tuvieran que acudir fuera liberando por dentro, o por el contrario, que la proyección con balón de los laterales culés batieran la línea de medios y la obligaran a descomponerse. Era una de las claves de la previa, y Simeone respondió a ella modificando su dibujo habitual. Diego Costa, normalmente pareja del punta, se situó en banda derecha, formando una línea de cinco en la media con el brasileño y Arda en las alas, y  Koke, Gabi y Mario Suárez por dentro. Sin salida central ni salida lateral, el Barça lo intentó con el envío largo. Balones en diagonal que superaran por arriba esa línea de cinco atlética y permitieran alojar el balón detrás de ésta. La otra opción, arriesgar por dentro con un pase en profundidad, un slalom o una conducción, chocó contra lo atinado del sistema defensivo colchonero y la poca inspiración de la pareja Xavi-Iniesta.

Con los laterales azulgranas arriba, cada contra tras recuperación del Atlético se disparaba hacia sus espaldas. Así llegó el golazo de Villa, y sólo el gran acierto técnico de Piqué y Mascherano -los mejores, como mínimo, del primer tiempo- evitaron males mayores.

La segunda parte arrancó sin Messi y con Cesc donde el argentino. El de Arenys, como falso nueve, no es lo mismo que Leo -y hablamos estrictamente a nivel posicional-, le faltan muchas cosas pero tiene más ruptura y actividad. Eso y que está fino, fino. No es ninguna barbaridad decir que, ahora mismo, son Xavi e Iniesta los que deberían luchar por un sitio a su lado. Entre la entrada de Fábregas y los minutos en las piernas atléticas, al Barça le costó menos encontrar recepciones entre líneas, lo cual se potenció con la entrada de Neymar. Más allá del gol, importante  porque deja al Barça tras el pitido final mejor de lo que lo estaba antes del inicial, el brasileño fue otra solución al juego. Recibiendo en el extremo, la aguanta mejor que Pedro y amenaza con el desborde. El rival tiene que mandar ayudas, lo cual es sinónimo de correr hacia él. Soltándola hacia atrás y desplazándose entonces a la mediapunta, Neymar permitió al Barça sentirse cómodo posicionalmente.

Estas fueron las dos sustituciones del Tata que pesaron. La tercera, casi con el tiempo cumplido, no lo hizo, pero hay que destacarla. Entró Song para formar en doble pivote con Busquets. Y se fue Xavi.

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