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FCB 2014-15 | Salir jugando

«Ya no se puede retrasar más. Toca mover ficha«. Así empezabamos la planificación el año pasado hablando de la necesidad de incorporar a un central a la plantilla del Barça. Una vez más no se hizo, y podríamos limitarnos a copiar el artículo de entonces, o del año anterior, o del otro. Hace tanto que el Barça necesita fichar un central, que es innecesario repetirlo. Pero intentaremos aportar algo nuevo a la cuestión. En este caso, trataremos de profundizar en cuál, entendemos, sería el mejor perfil de la nueva contratación y en porqué, desde nuestro punto de vista, puestos a elegir entre uno u otro, optaríamos por un zaguero que sumara más con el balón que sin él. Lo ideal sería conjugar ambas cosas, claro, pero no está claro que el mercado ofrezca eso. Puestos a priorizar, nos quedamos con lo primero.

No parece algo fácil de defender y de entrada, teniendo en cuenta los problemas en transición defensiva del equipo, suena a salto al vacío. Quizá algo de eso tenga, pero desde En un momento dado creemos que parte importante de los problemas defensivos del Barça vienen por sus incapacidad para encontrar un mecanismo en salida de balón que sustituya al que capitaneaba Xavi. Al fin y al cabo, el Barça ha sido sostenible con defensa de tres o una pareja de centrales improvisada. Con una línea Silvinho-Piqué-Touré-Puyol, sin ir más lejos. La clave: el balón.

Desde que el mejor Xavi lo es menos, al Barça le cuesta mucho crear ventajas desde el primer pase, y eso lleva implícito que el equipo, para no perderla en esa fase inicial, se junta demasiado atrás. Necesita demasiado la intervención de hombres de ataque en la gestión de la salida de balón. Ni los centrales ni el mediocentro son autosuficientes ahí, y los receptores del pase terminan esperando el balón por delante del jugador que presiona y no a su espalda. Todo desciende un escalón. El ataque empeora, y como en el fútbol a cada jugada la sigue otra, los problemas con balón se traducen en dificultades sin él. Sin posibilidad de llegar juntos arriba, de asentarse en la frontal ni de generar con el esférico una situación de partida beneficiosa tras la pérdida, el Barça pierde la posibilidad de presionar bien. A veces (a menudo) lo intenta, y todavía es peor, porque sin el contexto adecuado, salir a por el contrario acaba por convertirse en una imprudencia. Defender en campo rival no puede, y en el propio no sabe. No tiene a los jugadores para hacerse fuerte ahí. Puede llegar a sobrevivir, pero no será una de sus fortalezas.

Desde hace algunas temporadas, el problema del Barça no es tanto que sus centrales no ganen los duelos, sino que no están en disposición de hacerlo, porque el rival llega a ellos con demasiada ventaja. Es imprescindible trabajar la situación previa, la que se genera con el cuero, y para ello, entendemos, es clave mejorar la salida de balón para que  la jugada sea limpia y ningún hombre de ataque tenga que sacrificar su posición arriba para socorrer en esta fase atrás. Ya cayó el Barça de Tito cuando Iniesta tuvo que meterse a auxiliar en la base, y problemas parecidos están teniendo los planteamientos más sólidos de Martino. El juego del Barça empieza a andar con una piedra en el zapato.

Sumar un central con salida es, además, sumar un centrocampista. Y ya sabemos la importancia que tiene esto en un modelo de juego como el del Barça. Esa suma puede ser directa o indirecta. La directa pasa por que el zaguero suba una línea, entre en la gestión de la jugada siendo un problema más que atender para el rival. Que se meta Puyol en mediocampo «no importa», que lo haga Márquez sí. Si el adversario atiende, un compañero queda libre, y si no, como el central suma con el cuero en sus botas, es capaz de generar la ventaja. La segunda forma de sumar un centrocampista, la indirecta, en realidad es una resta. Consiste en quitarle un mediocampista al rival. Que el equipo sea capaz de crearse ventajas desde el primer pase con los dos centrales, obliga al adversario a sacar a un hombre de la medular para sumarlo a la presión en primera línea.

Si dibujamos sobre un papel dos formaciones con defensa de cuatro y agrupamos las marcas, veremos que a los dos equipos “les sobra un central”. Igualdad en la media y un defensa más que delanteros el rival. El propósito es sacar partido de esto cuando se tiene el balón.

La primera vía es seguir lo visto hasta ahora, sumar hombres a la media. Ahí entra en juego la conducción del central. Alves y Alba son laterales que obligan a la vigilancia, por lo que por dentro los centrales tienen un dos contra uno ante el punta rival. Separarse y progresar con el balón controlado. Atraer al delantero a un lado y soltara al compañero para que se incruste en la media. Y si queremos que la eficacia del movimiento en la pizarra se traduzca sobre el campo, el central encargado debe poder generar superioridades desde ahí. ¿Recuerdan la pareja Márquez-Piqué? ¿Y la pareja Piqué-Touré? ¿Y la insistencia en Chygrynskiy? Si con balón vamos a tener un dos contra uno ante el delantero rival, aprovechémoslo.

El segundo movimiento tiene su origen en el pase. En la capacidad de los centrales de crear ventajas al equipo en la salida del balón. Que el cuero en las botas del zaguero sea una amenaza real, un problema a solucionar para los rivales. Si sólo uno de los dos centrales tiene esa capacidad, la respuesta aparentemente es simple. El adversario manda a su punta sobre él y desatiende al central menos hábil. Pero ¿y si los dos centrales son una amenaza? ¿Y si el equipo genera ventajas con el esférico en poder de cualquiera de los dos? Al rival no le queda más remedio que mandar una segunda marca arriba.

Si la manda, superioridad en mediocampo, o uno contra uno de Messi, Neymar y su acompañante arriba. Si no la manda, hacer valer ese jugador de más. Es la ventaja de jugar con doce. O de que el rival juegue con diez. (Inventarse al jugador nº12, EUMD, 10 de mayo de 2013.)

 

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