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Completo incompleto

Anoche el Barça terminó la temporada sin ser más equipo que cuando empezó. Esto va en el debe de Martino, que salvo giro inesperado de los acontecimientos no continuará en el club más allá del verano, pero no únicamente. El proyecto está agotado, la plantilla no se ha renovado y el equipo está incompleto. Esto último es algo con lo que ha tenido que lidiar el argentino a lo largo de toda la temporada, y que lo ha atado de pies y manos a la hora de desarrollar cualquier plan. El Barça no puede presentar un equipo completo. Su vaporosa transición defensiva no le permite un plan de ataque abierto, y con la receta habitual ya no se encuentran los espacios. Sin estructura de conjunto, han sido momentos individuales puntuales los que han permitido al cuadro azulgrana luchar por todo hasta este mes de abril. Valdés, Piqué, Messi, Neymar, el inicio de temporada de Cesc, los momentos de Iniesta, los de Xavi, los de Alexis Sánchez…

Martino ha visto, una y otra vez, como cada propuesta planteada implicaba pagar un peaje más o menos caro. El sistema más repetido, el de los cuatro centrocampistas, el de las grandes citas, es un buen ejemplo de ello. Jugar con Xavi, Cesc e Iniesta no le da al sistema del Barça ninguna ventaja (como sistema). Las posiciones son redundantes, y en cada fase del juego al equipo le falta un jugador y le sobra otro. El problema es que no es siempre el mismo. Con balón, Xavi es imprescindible porque es quien puede dar un orden necesario en ataque y vital cuando se pierde el cuero; Iniesta es el mejor de los tres, el recurso a los problemas, el auxilio en salida, el desequilibrio, la línea de pase de más; y Cesc es el único de los tres que suma en defensa. Los otros dos interiores culés, ya lo sabemos, salen a presionar siempre, se deba o no, y teniendo en cuenta que esta temporada los ataques del Barça no son de calidad, normalmente no se debe. El único que no genera el agujero cuando el equipo no tiene el esférico es el de Arenys, a veces resguardando la posición de Busquets, a veces trabajando más adelantado sobre la base de la jugada rival. Este último fue el caso de anoche, pues como en el clásico del Bernabéu, Fàbregas defendió la zona de Alonso y los acercamientos de Modric. No sólo, porque el latifundio era generoso.

Con la necesidad de meter en un mismo once a Xavi, Iniesta y Cesc para que entre los tres hagan dos, a Martino se le queda cojo el ataque, que de todos los peajes es el que de mejor grado acepta antes de empezar el partido porque arriba tiene a dos jugadores como Messi y Neymar, capaces de producir y generar más que el resto. Sin embargo, anoche esto implicó renunciar al emparejamiento del brasileño con Carvajal, de todos, el que más rédito podía dar al Barça. A cambio, el Tata repitió la idea con la que salió al Bernabéu. Neymar en la derecha, Iniesta como falso extremo izquierdo y Cesc con libertad para llegar arriba. Ese día, el de Arenys, Messi, Xavi, Alves y Neymar es juntaban a la espalda que descubre Cristiano, que es la misma zona que en campo propio defendían Di María y Marcelo. Ancelotti de aquello aprendió, y ayer el Madrid saltó a jugar con una banda izquierda formada por Bale, Isco y Coentrao. Con Ronaldo disponible no sabemos cuál habría sido la elección, pero sin el portugués fue esta.

Además el Madrid, avisado, replegó más y destiló menos alegría para salir al ataque. Las líneas estuvieron más juntas con el 4-4-2 que planteó la mayor parte del partido. Tras recuperación, plan simple pero claro, y un Benzema que martilleando el mal partido de Busquets, se llevaba a Mascherano con él y dejaba al Barça cerrando sólo con tres (uno de ellos Bartra, lesionado). El 4-4-2 blanco permitía al Barça soñar con la superioridad por dentro de Xavi, Cesc e Iniesta contra Alonso y Modric, pero sin embrago, descubrió que también en salida le falta un jugador y al mismo tiempo le sobra otro. Bale y Benzema se bastaban para que el cuarteto formado por Pinto, Bartra, Mascherano y Busquets, no pudiera iniciar limpio, y Xavi bajaba a auxiliar. Con el gol de Di María el Madrid retrasó, al mismo tiempo que Busquets, Mascherano y Bartra asumieron más peso a la hora de sacar el cuero. Xavi subió un escalón su posición y el Barça encontró superioridades que le permitían asentar juego en la mitad rival. Como faltaba un extremo que no podía entrar por nadie, apenas las llegadas desde atrás de Cesc o Alba servían para finalizar, pero territorialmente el Barça estaba donde prefiere.

En el segundo tiempo y con marcador en contra, Martino optó por quitar a uno de los que no puede quitar. A veces es Xavi, otras Iniesta y ayer fue Cesc. En este caso, el encargado de sumar la defensa. El técnico, al mismo tiempo que confiaba en que un ataque más ordenado en lo posicional y ese Neymar vs. Carvajal al que había renunciado en el primer tiempo, compensaran, se arriesgaba a un ida y vuelta que de resolverse en favor del Madrid sería definitivo. Lo hubo, pero no estaba Cristiano Ronaldo. A cambio el Barça profundizaba más, lo que le permitía poner un centro poco esperanzado pero que forzaba algún que otro saque de esquina. En uno llegó el empate de Bartra. Sin Cesc en el campo, tras el gol el guión siguió la misma línea. Un Barça que atacaba mejor pero defendía peor y al que además se le sumaba un Busquets muy desafortunado. Pudo llegar el gol culé, pero el Madrid, concentrado y bien situado, logró contener a Messi, Iniesta y Neymar.

Hasta que una pérdida que en un equipo completo sería inofensiva, desembocó en el trágico final. Con el campo inclinado, Bale se plantó ante Pinto y anotó el gol de la victoria blanca. El tiro de gracia a una Final que Neymar y el palo pudieron alargar.  No lo hicieron y aquí termina. No como esperaban ellos ni nosotros. Seguramente Xavi, Puyol, Alves, Pedro, Valdés, Pinto, Busquets, Piqué, Mascherano, Messi, Keita, Abidal, Guardiola y Vilanova, merecían que el proyecto terminara de otra forma. O quizá no. Pocas muestras de grandeza como que este equipo, al que con Martino se trató de mantener con vida artificialmente, pelease la Final hasta más allá del minuto 80. O que hasta hace diez días aspirase a ganar la Liga. O que se quedara a un gol de forzar la prórroga ante un equipazo como el Atlético de Simeone. Sin más soporte que sus pies y su espíritu. No los olvidaremos nunca, pero toca cambiarse de calzado para volver a andar el mismo camino. Nos conformaremos con menos.

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