Icono del sitio En un momento dado

¿Quién me ha robado el mes de abril?

Cuando tus tres últimos hombres son Bartra, Mascherano y Pinto, es obvio que lo que menos te conviene es que el partido se juegue en tu frontal. Es de suponer que no lo pretendió el Barça. Es de suponer por los nombres, la disposición y el antecedente más próximo. Iniesta formaba en el interior y Cesc en el centro del ataque, sacrificando, así, el refuerzo del de Arenys sobre la posición de Busquets a cambio de un jugador más capacitado para, desde la medular, poner al equipo en campo rival. Fàbregas, arriba, debía suponer una línea de pase más a espaldas de mediocentros y la pareja Bartra-Mascherano, los encargados de cortar la salida atlética defendiendo por anticipación. En campo rival, Messi en la derecha abriría espacios a sus compañeros, especialmente a los de la banda izquierda -Iniesta y Neymar- y el Barça cercaría el área. Todo esto es de suponer porque no lo vimos. Resulta difícil criticar el planteamiento cuando éste no se expresa. Sabemos que no salió, pero sin enfrentarlo al juego se hace complicado valorarlo como correcto o equivocado.

El Atlético saltaba con un 4-4-2 y dos bajas tan determinantes como las de Arda Turan y Diego Costa, que en condiciones normales le habrían dejado sin apenas posibilidades para salir. Sin embargo, tres palos y un gol fue su escaso botín en la primera media hora de partido. Por lastrado que esté un rival del Barça en ataque, por falto de ideas que llegue (que no fue el caso de los rojiblancos), sabe que siempre tendrá opciones. Basta con poner dos puntas y mandar un balón hacia adelante. Tan simple, tan fácil. De ahí saldrá una ocasión de gol que ya no tendrá que parar Valdés sino Pinto y que ya no corregirá Piqué sino Bartra. Da igual si el envío es bueno o malo. Así, a los cinco minutos, tras un saque largo de Courtois, el Atlético se adelantó y el Barça se deshizo. El desorden defensivo culé, los balones que se perdían atrás y que no se conservaban arriba, los nervios y la desorientación general, desdibujaron al equipo como pocas veces se recuerda. Un ida y vuelta en el que sólo iba y volvía el equipo del Cholo.

Con el plan inicial que le suponemos al Barça, fallido, los de Martino no tenían colchón. Ni una mano de Valdés, ni un pie de Piqué…y el mediocampo Xavi-Busquets-Iniesta esperaba un partido distinto. Uno en campo rival. Y como si tal fuera el caso, los dos interiores no dudaron en salir a presionar sin sostén, dejando abandonado a Busquets que en más de una ocasión tuvo en Neymar al compañero no-defensa más próximo. El brasileño fue el único que puso algo en la balanza del lado culé en el primer tiempo. Con un Messi sujeto otra vez por la atención desmedida del planteamiento defensivo colchonero, Neymar encontró situaciones para recibir algún balón, y tuvo el buen tino para aguantarlo, progresar y mover la cesta. Cesc, impreciso, fue devorado por un Tiago Mendes gigantesco, e Iniesta apenas dejó unos trazos.

En el segundo tiempo, el ritmo atlético bajó y el Barça pudo acampar en campo rival, pero nunca derribar el muro. No tuvo ideas ni alternativas. Los cambios llegaron pronto pero modificaron muy poco. Xavi abría a la banda y de la banda centro al área. Sin soluciones para encontrar a Messi, o la espalda del mediocampo colchonero, se buscaba ganar un rechace en la frontal que no llegó. Fue escaso e insuficiente para tumbar a un equipo como este Atlético de Madrid al que no se le adivina techo, ya está en semifinales y que, además, ha ganado un recurso tan valioso a estas alturas de la temporada como el de Adrián López. Simeone lo encontró y lo subió al barco. Lo guardaba en el cajón donde guarda el corazón. 

Artículos relacionados:

Salir de la versión móvil