La Copa de la Libertad
Por Paulo Duarte *
Foi-se a copa? Não faz mal.
Adeus chutes e sistemas.
A gente pode, afinal,
cuidar de nossos problemas.
Faltou inflação de pontos?
Perdura a inflação de fato.
Deixaremos de ser tontos
se chutarmos no alvo exato.
O povo, noutro torneio,
Havendo tenacidade,
Ganhará, rijo, e de cheio,
a Copa da Liberdade.
Hace unas semanas, mientras comía con una amiga en un restaurante de la Universidad de São Paulo, ésta me confesaba; «quiero tomar algunas decisiones importantes en mi vida, muchas de carácter económico, pero estoy esperando a que pase el Mundial y este país vuelva a la normalidad, si es que esto es posible. ¡Todo está muy loco!». Ésta parece ser una opinión que se extiende a buena parte de la población brasileña. Hoy se inaugurará el Mundial y se cumplirá un año de las grandes manifestaciones de junio de 2013. Por aquel entonces, Brasil generó gran perplejidad dentro y fuera del país, con una serie de protestas que parecían impensables en un país envidiado por buena parte de la prensa internacional. Ahora, un año después, todavía sigue habiendo más preguntas que respuestas sobre lo que está ocurriendo en el país y ni siquiera los mejores analistas han sabido responderlas.
Decía el maestro Tom Jobim que Brasil no es país para principiantes. El de hoy lo es todavía menos, es más complejo en sus estructuras. El Brasil de hoy está, indudablemente, mucho mejor que hace veinte años, y aunque cierta élite, clase media y prensa mayoritaria y partidaria insisten en declarar lo contrario, los datos lo corroboran. Los gobiernos de Lula y Dilma han mejorado la calidad de vida de los brasileños, creando condiciones de inclusión social para la gran masa marginalizada del país. Han sacado de la miseria a millones de ciudadanos y los han introducido no sólo en la sociedad de consumo sino que lo más importante es que hoy forman parte de una ciudadanía que participa de forma activa en la política democrática del país. Sin embargo, todavía queda mucho por hacer.
Históricamente América Latina en general y Brasil en particular han demostrado ser la cuna de los movimientos sociales, muchos de ellos de enorme impacto, como el «Movimiento de los trabajadores rurales sin tierra» nacido en los años 1970 en oposición al modelo de reforma agraria impuesto por el régimen militar. Son muchas las causas sociales que encontrarán en el Mundial un foco para hacerse visibles; desde las causas indígenas y rurales hasta las demandas de mejora en las grandes metrópolis urbanas. Se trata de demandas legítimas y necesarias y que, cabe decir, es posible apoyarlas, inclusive participar en ellas de forma física y activa, pero sin seguir la narrativa de que nada ha cambiado en este país. Narrativa que, por qué negarlo, es incentivada para apoyar estrategias electorales conservadoras.
Entre las críticas realizadas a la celebración del Mundial, la más repetida es la referente a los gastos en los estadios. No sólo el gasto en sí, sino la multiplicación del presupuesto inicial. Si bien es cierto que irritó a muchos el escuchar los presupuestos que se destinarían a la realización de éstos, mucho más irritó al desvelarse lo que realmente se gastó. Pero el caso brasileño no es unicum. Alemania se gastó, en 2006, un 50% más de lo que se presupuestó inicialmente y entregó buena parte de los estadios fuera de plazo . Si existe una crítica acérrima que se debe hacer por parte de la población a las autoridades competentes, es que buena parte del legado que dejaría la celebración de un Mundial parece ser que no se cumplirá. Hablamos de la mejora en infraestructuras, aeropuertos, carreteras, transporte público, etc. Aquí no sólo cabe una gran crítica a los líderes políticos, sino también una reflexión por parte de la ciudadanía. Pero siendo justos y sinceros, el mayor legado de este Mundial es la movilización de la sociedad, sobre todo entre los más jóvenes. Es el despertar de la conciencia política colectiva que sólo engrandece nuestra joven y aún frágil democracia.
Decía Caetano Veloso recientemente en una entrevista al diario EL PAÍS que se creó una imagen positiva de Brasil totalmente exagerada. Quizás esté en lo cierto, si algo nos define a los brasileños es la desmesura. El Mundial y los Juegos Olímpicos de 2016 fueron una conquista del gobierno Lula que vienen a cristalizar nuestra entrada en la “modernidad”. Sin embargo, el Mundial nos trae viejos fantasmas. Más que traernos, nos hace verlos. Ver los fantasmas que todavía debemos ahuyentar. Descubrir, después de mejorar inmensamente en los últimos diez años, que mucho trabajo nos queda por hacer, que mucho hay por consolidar. Es el propio Brasil frente al espejo. «¡Brasil, muestra tu cara!», rugiría el poeta Cazuza. Y a los que culpan al Mundial de todos nuestros males, les dice Xico Sá, «¿qué es la FIFA ante nuestros errores históricos y nuestros bellísimos aciertos mestizos?».
A pocos días de la inauguración del Mundial se estuvo tensando el debate sobre las contradicciones del evento. Defensores con sus ventajas y detractores con sus desventajas. A nivel político la gran prensa, que en junio del año pasado criminalizaba las manifestaciones para luego ver en ellas un motín que puede ser explotado, ya juega a favor del fracaso del evento viendo en él resultados favorables a los partidos políticos afines a sus intereses corporativos en las elecciones presidenciales de octubre. Está claro que el Mundial se presenta como la antesala de unas elecciones que serán decisivas para el país.
Frente a esta montaña de desmesuradas contradicciones hoy se inaugurará el Mundial. Nos cabe a muchos ser inteligentes. Desplazarnos, llegar a la frontera de los discursos y habitar los márgenes. Del #NãoVaiTerCopa al #VaiTerCopa. Es posible apoyar a la seleção, estar a favor de la celebración del Mundial y no obstante entender y ser crítico con la lógica capitalista y las desigualdades sociales generadas por ella. Es posible participar activamente de las democráticas manifestaciones que se celebraran por todo el país y, al mismo tiempo, no dejarse llevar por la narrativa de que todo está peor que antes, respondiendo, claro está, a las estrategias electorales de las corporaciones conservadoras. Habitar la frontera, los márgenes, no es fácil pero es quizás el lugar común, lógico, en el que todos deberíamos encontrarnos. Como dijo el poeta modernista Carlos Drummond de Andrade, si chutamos en el blanco exacto, ganaremos la Copa de la Libertad.
[1] Poema de Carlos Drummond de Andrade publicado en el Jornal do Brasil el 24/06/1978.
* Paulo Duarte (Goiânia, Brasil, 1986), licenciado en Historia del Arte (2010) y máster en Comunicación y Estudios Culturales (2012), ambos por la Universidad de Girona. Actualmente se encuentra en proceso de elaboración de su tesis doctoral sobre el arte y la cultura en Brasil.