
Queiroz concentró su defensa sobre el carril central y regaló las bandas. Ahí la conservadora posición de los laterales le fue a la contra a Argentina. Rojo y sobretodo Zabaleta siempre estaban cara a cara respecto al centrocampista de banda de Irán. Nunca a su espalda. Los laterales iraníes, pues, quedaban liberados, situación que aprovecharon para acercarse a su respectivo central y convertir lo que debía ser un dos contra dos del Agüero e Higuaín contra Hosseini y Sadeqi en un 4 vs. 2 ventajoso para los de Oriente Medio. Atados los dos delanteros por la zaga al completo, el doble pivote se pudo emplear sobre Leo Messi. Como por fuera no llegaba amplitud, dentro no aparecían los espacios, y para colmo, de los dos puntas quien más se separó fue Agüero que es, después de Leo, el argentino más preparado para desenvolverse en espacios reducidos. A Higuaín se le notaron las costuras a nivel técnico.
Argentina daba todos las señales de necesitar ese tercer central con el que salió ante Bosnia, ya que le permitiría vaciar el ataque, liberar a los laterales para irse arriba y, abriendo a los centrales, plantear dobles parejas en banda que abrieran el planteamiento de Irán. Cuando con marcador a favor el rival quitaba a un delantero para introducir a un defensa, cuenta Cruyff que aunque él fuera quien tenía que remontar, le gustaba responder con el mismo movimiento: quitar un atacante. Si el contrario iba a reducir espacios al ataque ocupando la misma zona con un jugador más, él lo vaciaría quitando a uno propio. Pero con cero a cero en el luminoso, difícilmente Sabella iba a hacer ese cambio. Y no lo hizo.
Tras el descanso los de Queiroz no se conformaron con cerrar, y salieron con intención de buscar la portería de Romero sabiendo que Argentina cada vez se descubriría más. Dejagah, que la primera mitad la había jugado en banda, se fue hacia dentro y se juntó con Reza en un 1+1 que fácilmente se convertía en 2. Con este cambio en el dibujo, Irán empezó a ganar metros y a encontrarse en terreno peligroso. Como Zabaleta y Rojo no cerraban como habían cerrado antes los laterales iraníes, fue Mascherano quién ante el envío directo retrasaba su posición para permitir la superioridad. La consecuencia, no obstante, era que la zona de rechace quedaba en manos de Fernando Gago, y el centrocampista de Buenos Aires hizo lo contrario a dominarla. Queiroz vio el partido cerca y lo buscó.
Entraron Palacio y Lavezzi para revolucionar el ataque y jugar el fuera dentro que obligara a girarse a los medios de banda de Irán, que tuvo que gastar dos de sus tres sustituciones en ellos. A medida que el tiempo descontaba y Mascherano barría cerca de los centrales, también Rojo y, por fin, Zabaleta empezaron a soltarse. El ataque de Argentina ganó en profundidad y amplitud, dándole la vuelta en los últimos minutos a una segunda mitad que tuvieron perdida. Pero todo esto da un poco igual, porque a los treinta segundos del tiempo añadido Leo Messi agarró un balón en la frontal, se orientó el disparo y puso el cuero ajustado al palo largo del portero para que uno terminara en el suelo y el otro abrazado a la red. Algo así debe pensar Sabella. En la fase de grupos toca ganar, pero una vez superada sirve con no perder. Y si Argentina no pierde, tendrá a Messi para vencer.
Artículos relacionados:
