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Rafa Márquez para siempre

Brasil produce porteros, centrales (muchos), laterales (más todavía), mediocentros, mediapuntas y hombres de banda. Segundos puntas también, aunque con los nueves puros ya tiene más problemas. La selección que tuvo a Romario o Ronaldo, juega su Mundial con Fred, delantero que que, pese a quedar lejos, desde que dirige Scolari ha sumado porque colectivamente tiene todo el sentido del mundo y además Felipao lo usaba para potenciar a su mejor jugador. Casi casi el único diferente de mediocampo para adelante. Pero Fred está mal. Es un contratiempo, pero seguramente lo que más defina el fútbol de Brasil en los últimos tiempos, y por consiguiente el camino que ha seguido el seleccionador brasileño para construir un colectivo competitivo, es la falta de centrocampisats que dirijan con balón. No los tiene, no los hay.

Los atajos de la canarinha sin ese hombre que desde la medular dé cierto sentido a un ataque posicional, son dos: el primero, el habitual, que no exista tal situación. Brasil pretende transitar rápido, es intensa y presiona arriba para parar poco por la medular. A veces sucede que, inevitablemente, tiene que hacerlo, y es cuando Brasil echa mano de su recurso más creativo por detrás de la línea del balón. Marcelo y Dani Alves son los organizadores de la verdeamarelha. Tampoco han llegado bien ni el uno ni el otro. Quizá por eso, Scolari desde el primer día del Mundial, se ha entregado desacomplejadamente a Neymar. Jugó por dentro ante Croacia, y repitió anoche contra la selección mexicana que dirige el Piojo Herrera. Scolari seguramente se imaginaba que, otra vez, el 10 encontraría un escenario propicio para la recepción en tres cuartos, a la espalda de Vázquez, y con la línea de cinco demasiado lejos como para llegar. No sucedió así, y como los centrales de Van Gaal ante España, la triple M mexicana saltó una línea tantas veces, que la línea casi fue más veces de cuatro que de cinco.

Neymar, pues, aunque fue el que más lo intentó y el que más sensación de peligro generó en las filas de los anfitriones, no fue la vía para que el equipo se juntara arriba. Y sin poder juntarse arriba, porque Ney, si recibía, lo hacía a la cara y no a la espalda de los medios, Brasil no presionó bien. Y eso que para sustituir en el once a Hulk, optó por remplazar sus piernas con Ramires antes que su posible producción en ataque. Esto, y el acierto en la salida mexicana, le robaban a Brasil la posibilidad de robar arriba, y puesto que Mexico defendía a la perfección a unos Marcelo y Alves que estuvieron lejos de ese nivel en que son indefendibles, a la canarinha sólo le quedaba la opción de recuperar abajo. Ni esa le concedió Herrera. Era clara la consigna de finalizar jugada, la mayoría de las veces desde fuera del área, ya que por bien que estuvieran jugando los aztecas, la zona de castigo brasileña la custodiaban Luiz Gustavo, Thiago Silva y David Luiz.

El primer tiempo de México estaba rayando la perfección, pues no sólo defendía con eficiencia -con y sin balón- sino que también estaba sabiendo atacar. Los apoyos largos de Gio dos Santos, el sentido de Herrera y Guardado, y la insistencia de Layún eran de obligado aplauso, y obligaban a que la valoración del planteamiento de la tricolor no mereciera menos que el excelente. Aún así, las más claras en este primer tiempo fueron de Brasil, y sólo un memorable Ochoa evitaron que se fuera al descanso por delante.

Arrancó el segundo tiempo con Scolari quitándole músculo a Brasil para la recuperación y a todo lo que ya tenía el partido se le sumó Márquez. Luciendo brazalete por cuarta Copa del Mundo consecutiva -se dice pronto, pero eso son 12 años- el ex azulgrana se quedó en propiedad un pedazo de historia de los Mundiales. De su juego lo más llamativo es la salida, que además con México y la Lavolpiana, es ya casi marca registrada. Referencia en la materia, en corto, en largo o en conducción, es muy difícil toparse con un central capaz de generar ventajas y darle sentido a la salida de tantas formas distintas. Para Brasil, sin Ramires, fue imparable, ya sin Fred, inalcanzable. Pero es que además, con Rafa Márquez, lo bonito no quita lo guerrero. Oportuno en el cruce y quirúrgico tirándose al suelo, selló una frontal que amenazaba, ni más ni menos, que Neymar Jr. Nunca ha resistido bien la carga de partidos, pero con 35 años México lo necesitará para alcanzar los octavos ante Croacia. En el futuro amaremos a Diego Reyes, pero cada vez que salga en Lavolpiana, nos será imposible no acordarnos de Rafa Márquez, y con él, de este partido. Ya es suyo. Para siempre.

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