
Como sucediera la pasada temporada con Neymar, una incorporación como la de Luis Suárez viene a influir sobre el equipo más allá del área que en abstracto delimitaría su demarcación. Son futbolistas de una dimensión superior que no se adhieren como una pieza más de un mecanismo ya formado, sino que participan de la construcción de uno distinto y, se espera, mejor, que sea capaz de involucrar todo su volumen futbolístico. Luis Suárez cambia las preguntas, los supuestos previos, y sólo con el devenir de los partidos podremos ir descubriendo de qué forma. Será un Barça distinto.
Pero eso ya lo esperábamos, pues más allá de la llegada del uruguayo esta temporada el Barça afronta el primer capítulo del proyecto Luis Enrique, el primero propiamente dicho que se pretende levantar tras el monumental Barça de Guardiola, y el primero, también, que acepta la necesidad de pasar esa pagina con lo bueno que deja y lo útil que se aprendió, para escribir una todavía desconocida. Un nuevo Barça que tendría en Messi y Neymar a sus dos amenazas potencialmente más devastadoras y que, por lo tanto, afrontaba este verano con el objetivo de encontrar la pieza que lograra hacerlos encajar después de una temporada de probaturas y sobresaltos. A priori las opciones eran dos: un hombre de banda derecha profundo, con desequilibrio exterior y capacidad para pisar mucha área, o un 9 que fijara la línea pero dejara el carril despejado y que sirviera de apoyo por delante al 10 y al 11. No está claro cuál de los dos papeles va a ser el de Luis Suárez. Encaja en ambos, pero quizá es como delantero centro donde todo parece armonizar mejor.
Antes de llegar el verano hablamos en el blog de la cuestión del 9. Trazamos entonces el perfil que, entendíamos, más podía hacer para ver la mejor versión de Messi y Neymar, por separado y también juntos. Así imaginamos a un delantero móvil con tal de que a ninguno de los dos cracks les quedara cerrado el acceso al área, profundo para quitarles de encima la línea defensiva rival y hacer aparecer nuevos espacios, y con un buen juego de espaldas para que en él ambos encontraran un socio con el que poder trenzar una pared mandándole un balón hacia adelante y que cuando éste volviera, tanto Messi como Neymar, lo recibieran de cara. Luis Suárez cumple con los tres requisitos. Hiperactivo e incansable en el movimiento, tan pronto se pelea con los centrales como se escapa a una de las dos orillas o lanza el desmarque sin balón a la espalda de la zaga (más frecuentes las dos primeras jugadas que la tercera). Al defensor le exige mucho y muchas cosas distintas. Si el único mandato del rival vuelve a ser la anticipación, el uruguayo, al espacio, castigará el retrovisor, y si el adversario reduce la distancia de la defensa respecto a su portero, bien regalara la frontal, bien hará lo propio con los espacios para los centrocampistas azulgranas. Viendo cómo va conformándose la plantilla culé, vamos intuyendo que será lo segundo.
Teniendo esto en cuenta, hay que apuntar aquí que el perfil del acompañante perfecto para Messi y Neymar que en su día trazamos, tenía un cuarto requerimiento que Suárez cubre peor que los otros tres. Poníamos sobre el tapete la posibilidad de que, ante dos extremos de tendencia eminentemente interior, lo normal sería que el Barça 2014-15 enfrentara planteamientos defensivos que tuvieran como objetivo principal sobrecargar el carril central, y apuntábamos cómo podría resultar de gran ayuda en este tipo de situaciones, que el punta fuera una amenaza aérea bien para agarrarse al centro lateral como recurso para derribar la barrera, bien como la amenaza que, ante esta posibilidad, obligara a los rivales a ensanchar sus sistemas defensivos. Luis Suárez, que por poco supera el 1,80 de altura, no va mal por arriba gracias a que sabe encontrar la posición más ventajosa dentro del área, posee salto y ataca al cuero con determinación, pero no es Lewansowski, Mandzukic, Van Persie o Llorente. Ante centrales de altura y aptitud media, lo lógico será pensar que el duelo en las alturas, la mayoría de las veces, no tendrá color azulgrana.
A la espera de descubrir qué posibles soluciones alternativas plantea Luis Enrique cuando el rival decida encerrarse, muchas veces al Barça no le quedaría otra que atacar sin espacios. En este escenario, contar con el pie de Messi, Iniesta, Neymar o Rakitic, le da al Barça más garantías que a cualquier otro pero Luis Suárez no está en el mismo grupo, y veremos si esto termina por penalizar. Técnicamente no es bueno, es buenísimo, pero los otros son elegidos. La velocidad en la circulación, la combinación en una baldosa, el pase limpio al primer toque…veremos si el uruguayo responde cuando al Barça le obliguen a pasar por el embudo. Seguramente ésta sea la gran duda a nivel individual que presenta un fichaje que, por el resto, se amolda como pocos al perfil que se buscaba cubrir.
Hay una segunda cuestión a tratar, sin embargo, a nivel colectivo. En todo momento, la llegada del tercer hombre de ataque la habíamos planteado como la del acompañante, el complemento que, supeditado a las características de los dos hombres fuertes que ya figuran en plantilla, permita que todo se ajuste. Luis Suárez, por características y perfil encaja, pero su dimensión como futbolista no es la de un secundario. Es un protagonista y, con él, arriba ya habrá tres. Cierto que necesita menos el balón que los otros dos sudamericanos, pero ¿habrá jugadas para todos?
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