
Puestos a buscarle peajes a la nueva hoja de ruta, posiblemente uno tenga que ver con una disminución de la eficacia defensiva cuando el equipo tiene que contener en campo propio. El Barça actual es un conjunto que amparado por el devastador potencial de su tripleta atacante acepta gustoso el intercambio de golpes en un partido de ida y vuelta. Su transición defensiva no es de cemento armado, precisamente, pero la ventaja tras pérdida que permite su nuevo plan de ataque, la sujeción de Dani Alves por detrás del balón e individualidades defensivas de la talla de Mascherano o Piqué, posibilitan un mayor control de la misma. Paralelamente, el cuadro culé ha dado pistas de delegar en el contrario la decisión sobre quien tendrá la custodia de la pelota. La mayoría de adversarios lógicamente la ceden, y entonces pasa a ser, en su mayoría, propiedad del Barça, pero si el rival prefiere repartirla o incluso quedársela, sea de buen grado o a regañadientes los de Luis Enrique no lo discuten. Sucedió frente al Atlético de Madrid, aunque contra los colchoneros el botín fue tan suculento que no importó, y volvió a repetirse el domingo pasado ante el Villarreal en cuanto los azulgranas se pusieron por delante en el marcador con el 3-2. En esta ocasión los catalanes sí sufrieron, y con Messi cerrado encontraron menos salidas. Tuvo que mover el banquillo su entrenador para, con la entrada de Mathieu por Busquets, situar a Mascherano en el mediocentro y reforzar la retaguardia.
Consciente de que a Neymar o Messi no puede pedirle el mismo repliegue defensivo que a otros futbolistas -también porque las ganancias de tener a los dos cracks descolgados tras recuperación son enormes- durante los primeros meses de competición, Luis Enrique diseñó una defensa posicional en campo propio que exigiera a los dos un recorrido menor hacia su portería. Entonces ambos partían en ataque de una posición cerrada, como mediapunta uno y casi como segundo punta el otro, y la solución del asturiano consistió en que fuera el interior quien se abriera para emparejarse con las subidas del lateral rival al tiempo que Leo o Ney regresaban por dentro en un trayecto más corto. El mecanismo, también con limitaciones e inconvenientes, permitió dibujar dos líneas más o menos estables en campo propio a la hora de defender. Sin embargo, ahora que Messi y Neymar juegan mirándose de reojo la línea de cal, para el Barça defender en su mitad implica hacerlo con un 4+3 sin demasiado apoyo en los costados por parte de los centrocampistas que deja en soledad tanto a Dani Alves como a Jordi Alba, dos laterales, sobretodo el izquierdo, poco indicados para defender en un contexto más posicional, o que obliga a bascular en demasía a una medular poco poblada. El rival tiene más fácil atacar en superioridad, ganar línea de fondo a poco que mueva de lado a lado el cuero, y aunque en el área por arriba Piqué es un activo como pocos, el peligro está más cerca y las dificultades para salir a la contra son mayores.
Arriba una captura del partido de la jornada 3 entre Barça y Athletic de Bilbao con el sistema antiguo. Abajo, una captura del Barça-Villarreal del pasado domingo.
Ante el submarino amarillo Lucho lo solventó con la presencia de Mascherano en el mediocentro, gracias a su mayor recorrido lateral y a su capacidad para barrer por el centro una zona mayor dando así más libertad a los interiores para ir a la ayuda en banda. La medida, además, situó junto a Piqué a un central con menos problemas que el argentino cuando tiene que ejercer en las proximidades del área. A priori, parece una de las dos soluciones del Barça para los momentos en que se vea obligado a defender en campo propio. La otra, evidentemente, es no tener que hacerlo, pero esto es otro debate del que ya habrá tiempo de hablar.
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