
De todos modos, un mediocampo con Sergio Busquets y Mascherano no deja de tener dos piezas donde habitualmente venía jugando sólo una, y siendo cierto que catalán y argentino parecen las dos caras de una misma posición, hay una cualidad que no le es propia a ninguno de los dos: con el balón en los pies, son dos centrocampistas de poca creatividad. No tiene que ver esto con el nivel técnico o la velocidad para mover la pelota, dos suertes en las que por ejemplo Sergio Busquets está entre los mejores, sino en la capacidad para organizar ataques, definir el sentido de la posesión, ser iniciadores del juego y generadores de ventajas por detrás del la línea de balón. Aunque el canterano en este sentido insinuó un crecimiento muy esperanzador de la mano de Tito Vilanova, lo cierto es que la dinámica de sus últimas temporadas está lejos de confirmar aquella línea apuntada. La consecuencia ya observada en los escasos encuentros en que los dos mediocentros han compartido línea, es que la poca creatividad en la base de la jugada termina obligando al tercer centrocampista del equipo ha rebajar su altura, retrasar su posición también por detrás de la línea del balón y juntarse ahí con sus dos compañeros de sala de máquinas, perdiéndose el escalonamiento en dos o tres niveles del mediocampo que permite la aparición de líneas de pase a la espalda del rival que presiona, y restando efectivos culés por delante de la pelota.
Para que el plan sea sostenible más allá de como recurso en momentos y escenarios muy concretos, dos son las cosas que tendrían que pasar. Por un lado, una salida desde atrás más efectiva y con un peso mayor en la creación de ventajas descargaría de tales responsabilidades al tándem de mediocentros y al interior restante, que podría permanecer adelantado abriendo línea de pase. Sin embargo, no es precisamente esta una fase en la que el Barça del presente curso haya destacado, y más probable parece que la solución llegara por medio del gran solucionador del equipo, Leo Messi. En general durante toda la temporada y en particular cuando ha partido escorado a la derecha, el argentino viene siendo el origen de casi todo el fútbol culé, un rol dependiente y con unas limitaciones colectivas notorias, pero que dio sensación de equilibrarse cuando le tocó jugar más cerca de la cal. Ahí, con Alves como socio principal para progresar, encontró la fórmula para recibir sin tener que bajar a recoger el balón de los centrales y ser origen desde su endiablado regate, su cambio de orientación o sus envíos al corazón del área. Sin más intermediación del mediocampo que los apoyos que Busquets podría seguir brindando si fuera el interior de su lado, o los desmarques de compensación de Rakitic que sí se perderían y cuya labor debería sustituirse por las caídas a banda de Luis Suárez o alguna aventura más de Dani Alves al tener mejor cubierta la retaguardia.
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